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EDUCACIÓN

Estudiar más horas no siempre implica aprender más: la trampa de la carga cognitiva

Kyryk Ivan/shutterstock Kyryk Ivan/shutterstock
MASPALOMAS AHORA
Domingo, 28 de Diciembre de 2025
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Imagine intentar llenar una botella de agua con una manguera de bomberos a máxima potencia. La mayor parte del agua se derramaría y la botella seguiría medio vacía. Algo muy similar ocurre en nuestro cerebro cuando intentamos aprender por acumulación y por eso todos nos hemos descubierto alguna vez leyendo un texto una y otra vez sin ser capaz de retener nada.

Ante este tipo de situaciones, creemos que pasando más horas frente a los apuntes o aumentando los materiales de estudio mejorará nuestra comprensión. Pero este enfoque cuantitativo no suele ser eficaz, porque el cerebro humano no aprende por acumulación, sino por integración. En otras palabras, en el aprendizaje menos es más.

¿Por qué ocurre esto, y qué relación tiene con el concepto de “carga cognitiva”?

Carga cognitiva y memoria de trabajo

La carga cognitiva es el esfuerzo mental que hacemos para procesar nueva información. Tiene dos partes: la intrínseca, que es la dificultad inherente del tema; y la extrínseca. Esta segunda puede ser “mala” o ineficaz cuando el esfuerzo mental es inútil porque está provocado por exceso de estímulos, información irrelevante, explicaciones confusas o contenido redundante; o adecuada cuando el esfuerzo mental es el óptimo para seleccionar la información nueva, procesarla y la relacionarla con lo previamente aprendido.

Para aprender, lo ideal es reducir la carga extrínseca y modular la intrínseca, para dejar espacio en el lugar donde los aprendizajes se procesan para pasar a la memoria: la memoria de trabajo.

En nuestra “RAM” solo caben entre 5 y 9 elementos

La memoria de trabajo es el procesador o la RAM de nuestro cerebro, es decir, la habilidad para retener y manipular información durante un breve periodo de tiempo. El problema es que su capacidad es muy limitada, solo puede contener entre 5 y 9 elementos. Tanto es así que, si excedemos esa capacidad, si nos llega de golpe más información de la que nuestro cerebro puede procesar, sencillamente se perderá.

Así que nuestra capacidad para aprender depende de usar eficientemente nuestra memoria de trabajo. De hecho, sabemos que ésta es predictiva del rendimiento académico, especialmente en lectura y matemáticas, y que aumenta con el entrenamiento.

¿Cómo mejorar la memoria de trabajo?

Los docentes podemos contribuir a que la memoria de trabajo se desarrolle, mejorando el diseño en nuestra práctica docente. La carga intrínseca es obviamente inevitable, no podemos eliminarla, pero podemos hacer que disminuya, por ejemplo, segmentando la información de lo simple a lo complejo.

La carga extrínseca, sin embargo, sí depende principalmente de nosotros. Algunas acciones sencillas para reducirla son:

  • Eliminar distracciones innecesarias, como exceso de animaciones en una presentación o gamificaciones mal diseñadas.

  • Crear narrativas visuales o lingüísticas que guíen la atención hacia lo esencial.

  • Si se facilitan diferentes materiales para un mismo contenido (presentación, vídeos, textos), orientar a los estudiantes para que seleccionen el que más les estimule, para no caer en la redundancia ni saturar la memoria de trabajo.

  • Evitar la redundancia también en las presentaciones. Si una imagen o un gráfico es autoexplicativo, añadir un texto no solo no ayuda, sino que perjudica, porque obliga a procesar dos fuentes de información.

  • En cuanto a las actividades, asegurarse de ofrecer los pasos necesarios para poder realizarlas de forma clara.

  • Cuando se utilicen ejemplos, mostrar el razonamiento paso a paso en los primeros, y dejar que lo razonen ellos solos en los siguientes.

  • Aplicar el andamiaje en las tareas, es decir, dar apoyo al principio y retirarlo poco a poco conforme los estudiantes vayan ganando autonomía.

Un cerebro fuerte que trabaje menos

Una de las suposiciones más intuitivas es que un cerebro “más fuerte” debería mostrar más actividad, como un músculo que se flexiona. Sin embargo, la neurociencia revela lo contrario. El entrenamiento de la memoria de trabajo conduce a una disminución de la activación en regiones cerebrales clave, especialmente en la red frontoparietal, que es fundamental para las funciones ejecutivas.

De la misma manera que un atleta experimentado utiliza menos energía y realiza movimientos más fluidos y económicos para ejecutar una acción en comparación con un principiante, a medida que el cerebro se vuelve más hábil en una tarea, necesita reclutar menos recursos neuronales para lograr el mismo o incluso un mejor rendimiento.

¿Cómo mejorar el rendimiento?

Cuando nos ponemos a estudiar, el tiempo que invertimos y el tipo de tarea que empleamos son fundamentales para conseguir el máximo rendimiento cerebral. La evidencia apunta a que es más efectivo estudiar un par de horas al día durante varias semanas que estudiar muchas horas seguidas en el mismo día.

En cuanto a las tareas que se realizan para aprender, las de mantenimiento (releer o recordar una lista de elementos) tienen efectos neuronales limitados. Sin embargo, las tareas de actualización (las de pensar), que desafían constantemente al cerebro a manipular la información y no solo a retenerla son las que más consistentemente se asocian con un aumento de la actividad en regiones del cerebro claves para el aprendizaje y la recompensa.

Algunas tareas de este tipo son:

  • Cambiar de formatos: convertir un texto en un esquema o dibujo, o pasar un gráfico a una explicación verbal, obliga a reorganizar mentalmente el contenido.

  • Explicar a alguien lo que recuerdas o grabarte un audio con la explicación, para después revisarlo y corregirlo.

  • Realizar pruebas de autoevaluación y reescribir la respuesta corrigiendo y ajustando el razonamiento.

  • Alternar ejercicios ligeramente distintos sobre el mismo tema, de manera que cada práctica exija adaptar lo que ya se sabía.

  • Actualizar esquemas, resumiendo un concepto y revisándolo después para añadir las ideas claves que faltaban.

  • Practicar el “dos-atrás”. Es decir, mientras se lee una lista de pasos o términos, detenerse y explicar el vínculo entre el concepto actual y el que apareció dos posiciones antes.

El aprendizaje efectivo no se basa en tener más disciplina ni en forzar nuestro cerebro más allá de sus límites, sino en ser más inteligentes en cómo presentamos la información a nuestro cerebro. Se trata de entender y respetar la arquitectura cognitiva con la que todos operamos para minimizar el esfuerzo inútil y maximizar el aprendizaje profundo.

Al reducir la carga innecesaria, gestionar mejor el tiempo y utilizar estrategias más estimulantes, podemos crear un camino de aprendizaje mucho más eficiente, efectivo y menos frustrante.The Conversation

Noelia Valle, Profesora de Fisiología, Creadora de La Pizarra de Noe, Universidad Francisco de Vitoria

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