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ANTONIO MORALES MENDEZ

75 años de reforestación en Gran Canaria

ANTONIO MORALES MENDEZ Lunes, 22 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura:

Celebramos en estos días el 75 aniversario del inicio de la repoblación forestal de Gran Canaria. Setenta y cinco años de un recorrido compartido que se ha convertido en una parte esencial de la historia de esta isla. No lo planteamos como un ejercicio de nostalgia, sino como un acto de memoria útil, que nos ayuda a comprender mejor quiénes somos y hacia dónde queremos ir como sociedad.

La repoblación forestal iniciada a finales de los años cuarenta supuso una de las transformaciones territoriales más profundas del siglo XX en Gran Canaria. En una isla muy castigada por siglos de deforestación, aquella política pública alteró de manera  decisiva el paisaje, los usos del suelo y del bosque  y la relación de la población con su entorno natural.

Hoy, cuando miramos nuestras cumbres, medianías y barrancos, vemos masas forestales consolidadas que forman parte de nuestra identidad colectiva. Pero nada de eso fue espontáneo. Fue el resultado de decisiones humanas, planificación técnica y un enorme esfuerzo colectivo que se prolongó durante décadas.

Es importante situar aquel proceso en su contexto histórico real. La repoblación se desarrolló en un tiempo muy distinto al actual: en plena dictadura, en una sociedad profundamente empobrecida, con una economía de subsistencia frágil y con una relación entre las administraciones y la población completamente diferente a la que hoy defendemos. Las políticas se imponían desde estructuras centralizadas, sin participación de las comunidades que habitaban los territorios y sin los espacios de diálogo social que hoy consideramos esenciales.

Entender ese contexto no resta valor al esfuerzo realizado. Al contrario, nos permite comprenderlo con mayor profundidad, reconocer sus aciertos y también sus límites, así como extraer aprendizajes fundamentales para el presente. Por eso días atrás se rindió un homenaje, con nombre y apellido, a quienes representan esa historia plural de la repoblación forestal de Gran Canaria. A Milagrosa Marrero Mayor, viverista, por el trabajo silencioso y paciente de cuidar cada planta desde su origen, haciendo posible que los árboles llegaran vivos y fuertes al monte. A Antonio González Herrera y Orlando Guillén Díaz, jornaleros, por el esfuerzo físico sostenido durante años en condiciones extremas, abriendo hoyos en laderas imposibles y levantando con su trabajo buena parte de los bosques que hoy conocemos. A Mariano Domínguez Gutiérrez, del Grupo Montañero Gran Canaria, por su compromiso continuado con la mejora, la defensa y la protección social del monte. A Domingo Moreno Moreno, pastor, por representar una actividad tradicional inseparable del paisaje insular y hoy reconocida como aliada imprescindible en la gestión del territorio y la prevención de incendios. A Pedro Herminio Santiago Henríquez, “Mino”, trabajador de la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas, porque sin agua no hay bosque, y porque la gestión colectiva del agua ha sido uno de los pilares invisibles que han hecho posible la repoblación y la vida en las medianías y cumbres. A los herederos de Pedro Suárez Suárez, en representación del Monte Consorciado, reflejo de una etapa histórica compleja de nuestra política forestal que hoy abordamos desde el conocimiento, la justicia territorial y la corresponsabilidad. Y a Manuel Cardona Sosa, divulgador, por haber sembrado cultura forestal, conciencia ambiental y compromiso cívico durante generaciones.

Todas estas personas representan saberes distintos pero complementarios: el saber del trabajo, el saber del territorio, el saber comunitario y el saber de la transmisión cultural. Sin ninguno de ellos, la repoblación forestal de Gran Canaria habría sido posible tal y como hoy la conocemos.

Este proceso tampoco se entiende sin el trabajo técnico que lo hizo viable. Es de justicia reconocer el papel de los ingenieros y técnicos forestales que planificaron y dirigieron la repoblación en condiciones extremadamente difíciles. Queremos recordar de manera expresa al ingeniero de montes Juan Nogales Hernández, que llegó a Gran Canaria en 1949 para organizar la Brigada del Patrimonio Forestal del Estado y dirigir los primeros trabajos de repoblación. Y al ingeniero Jaime O’Shanahan Bravo de Laguna, primer responsable de la Sección Forestal del Cabildo, cuya labor fue decisiva para estructurar viveros, planificación y coordinación institucional.

Ellos, junto a las personas homenajeadas, forman un mismo relato colectivo: el de una transformación territorial construida a partir del conocimiento, el esfuerzo y la implicación de muchas personas distintas. Setenta y cinco años después, la realidad de Gran Canaria es muy diferente. Vivimos en una sociedad democrática, con mayor conocimiento científico, con instituciones cercanas y con una ciudadanía cada vez más consciente del valor del territorio.

Hoy sabemos que no existe política ambiental eficaz sin la implicación activa de las personas que viven y trabajan en el territorio.Y, sin embargo, el desafío vuelve a ser enorme. La emergencia climática se manifiesta ya en forma de sequías más intensas, aumento de temperaturas, fenómenos meteorológicos extremos y riesgo creciente de grandes incendios forestales.

En este nuevo contexto, los montes de Gran Canaria han pasado a ser una infraestructura estratégica para la seguridad hídrica, la biodiversidad, la protección del suelo y el bienestar colectivo. De esta lectura nace Gran Canaria Mosaico. Un programa que entiende el territorio como un paisaje diverso, vivo y habitado, donde la gestión forestal, la agricultura, la ganadería, el pastoreo y la conservación se integran para reducir riesgos y aumentar su fortaleza.

Gran Canaria Mosaico rompe con la idea del monte como espacio aislado. Apuesta por mosaicos de usos del suelo que reducen la continuidad del combustible vegetal, previenen grandes incendios, generan oportunidades en el medio rural y fortalecen la adaptación al cambio climático. Es una política territorial basada en ciencia, conocimiento local y participación social. Ese enfoque es el que nos permite hablar hoy de territorio resiliente. Un territorio capaz de responder mejor al fuego, a la sequía y a los impactos del cambio climático. Un territorio gestionado con visión de largo plazo, sin imposiciones, aprendiendo de la historia y actuando desde la corresponsabilidad.

Y esto es, en el fondo, lo que define nuestro proyecto de ecoísla. No un lema, sino una visión política clara: entender que el futuro de Gran Canaria depende del equilibrio entre naturaleza, economía y cohesión social. Que no hay desarrollo duradero sin territorio cuidado. Y que no hay justicia social sin sostenibilidad ambiental. Si hace 75 años la repoblación forestal fue una respuesta a una isla empobrecida y degradada, hoy la respuesta tiene que ser distinta: más democrática, más participativa, más integrada y más consciente de los límites del territorio. El reto ya no es solo plantar árboles, sino construir resistencia, reducir riesgos y garantizar bienestar para las generaciones presentes y futuras.

Este aniversario no es un punto final. Es un punto de apoyo. Nos recuerda que Gran Canaria ha sabido afrontar desafíos enormes cuando ha actuado con visión colectiva y sentido público. Y nos invita a hacerlo de nuevo, ahora desde el conocimiento, la democracia y la implicación compartida.

Que este 75 aniversario de la repoblación forestal sirva para honrar a quienes nos trajeron hasta aquí y para reafirmar un compromiso claro: seguir construyendo una Gran Canaria resistente, justa y sostenible, una Gran Canaria que convierte su territorio en fortaleza compartida y proyecto común.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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