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A las izquierdas tristes: se acaba el tiempo

ELOY CUADRA PEDRINI Viernes, 05 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura:

La encuesta publicada estos días por la UNED sobre la intención de voto en Canarias debería haber encendido todas las alarmas de unas cuantas organizaciones y liderazgos. No una luz ámbar parpadeante o un aviso a navegantes: una sirena de emergencia sonando a toda mecha. Los datos son tozudos y, aunque cualquiera puede equivocarse, todas las encuestas no pueden estar equivocadas a la vez. La fotografía es palmaria: las izquierdas alternativas -a las que he dado en llamar tristes, no con poca razón- se quedan fuera de todas las instituciones, con apenas un 1,8% en intención de voto al Parlamento de Canarias. Los Drago, Podemos, Sumar, Reunir y el mosaico de siglas que pueblan ese microcosmos político de soberanistas, autonomistas, universalistas, anticapitalistas, ecosocialistas, comunistas o simplemente resistentes, parece que no cuentan para casi nadie, ni mucho menos para superar las barreras electorales de la Ley Electoral Canaria, una de las más antidemocráticas de las democracias occidentales.

Y lo que ha ocurrido con estas izquierdas tiene un nombre: dilapidar. En las elecciones autonómicas de 2015, solo Podemos obtuvo el 14% del voto; y en las generales de diciembre de ese mismo año, el mismo partido morado aglutinó en Canarias un 23% del voto al Congreso. ¿Cómo hemos pasado de eso a un lamentable 1,8%? La mayoría de esa gente no se ha muerto, ni se han vuelto súbitamente fascistas, franquistas o de cualquier  otra movida reaccionaria. Simplemente ya no están. Y la responsabilidad no es suya: es de quienes tuvieron la oportunidad, el apoyo y la confianza y la dejaron caer. Por eso hoy caminan hacia una extinción política fruto de años de dispersión, agendas desconectadas y un ensimismamiento militante que se ha vuelto crónico.

Quiero detenerme en esto último, porque es la raíz del problema. Hablo de ese “estar encantados de haberse conocido”, felices por ocupar un espacio que cada vez se estrecha más, satisfechas con hablar en femenino y movilizarse por Palestina, contra la Vuelta a España, contra la venta de armas a Israel, contra el llamado golpe de Estado judicial, contra Vox, contra Ayuso, contra Putin, contra Trump, por los derechos de minorías identitarias y un largo rosario de luchas lejanas. Todo eso puede estar muy bien, pero no basta, porque ninguna de esas batallas resuelve nada para los canarios y canarias que padecen la vida en el Archipiélago. La gente -la mayoría, los que quitan y ponen gobiernos- no votan por afinidades morales lejanas, votan por quien le mejora algo la vida, aquí y ahora.

Entendida la magnitud del desastre, creo que toca ser todavía más claro, y es hora de señalar responsabilidades políticas con nombre y apellidos y pedirles que se marchen. Porque existe un legado (el 15M), un voto (masivo) y unas esperanzas (un mundo más justo y humano) que fueron depositados en unas manos concretas; y esas manos han fallado. El primero -lo siento, no es nada personal- es Alberto Rodríguez. Estuvo en aquellas elecciones grandiosas al Congreso, acumuló miles de votos, llegó a ser casi todo en Podemos, mano derecha de Pablo Iglesias, hasta Secretario de Organización. ¿Y qué hizo desde allí por Canarias? Poco o nada. Luego fue expulsado injustamente, con el PSOE como actor activo y sus compañeras de Podemos como cómplices pasivas. Y en lugar de entender que su momento político había terminado, decidió fabricar políticamente su venganza contra Podemos sobre los intereses de los votantes canarios. Así nació Drago: un proyecto personalista sin presencia real en las luchas clave de Canarias, sin calle, sin pueblo y sin visión territorial, creado para dividir el voto hasta dejar sin representación a cualquiera a la izquierda del PSOE en casi toda Canarias. Y ahí siguen: haciendo como que hacen, estando sin estar. No se les ve en los desahucios, ni en las luchas ambientales, ni con ninguna madre a la que le arrebatan a su hijo, ni contra el fondo buitre público Visocan, ni con ancianos abandonados, ni con las familias hambrientas. Siguen sin entender lo que se está jugando. Siguen actuando como si no tuvieran responsabilidad alguna en el naufragio. Y  lo peor de todo, siguen sin propiciar, desde la humildad de los que nada han conseguido, la formación de un gran frente común canario. Confundidos, empoderados creyéndose que lo hacen bien, porque siguen teniendo cancha en muchos medios conservadores que, interesadamente, les dan voz sabiendo que debajo ya no hay votos. 

El otro nombre propio del desierto político que viene para la izquierda del PSOE en Canarias es Noemí Santana (insisto: nada personal tampoco en este caso, solo responsabilidad política). Sus resultados están ahí: 14% de los votos en 2015, 8% en 2019, y 3,95% en 2023. Y la pregunta es inevitable: ¿cuántas derrotas más necesita para entender que su tiempo también terminó? Se escapó al Congreso como lideresa y ahí sigue, avergonzándonos con su discurso plano. No se da cuenta que cuanto más se aferre a un escaño o a un cargo orgánico, más daño hará a las clases populares de Canarias que un día confiaron en su marca.  

Así las cosas, Alberto y Noemí deben entender que su tiempo en política ya pasó, que tuvieron ventanas de oportunidad más o menos amplias para hacer algo, pero ya se cerraron esas ventanas. Porque más allá del PP y del PSOE en España, y de Coalición Canaria en la provincia occidental (mientras le dure su red clientelar), el resto de partidos son pasajeros. Y si no aprovechan su ventana histórica, se extinguen (recuerden a UCD, el CDS, UPyD, Ciudadanos o el CCN).

Y cuidado, porque no les va servir a estas izquierdas tristes con cambiar los liderazgos únicamente. No hace falta ser muy listos para saber que están tocadas de muerte, en un contexto de tsunami reaccionario, de modo que el cambio debe ser radical, no solo en las caras, también en las propuestas. Observen lo que se mueve en la Península. ¿Quién emerge para liderar un Frente de Izquierdas? El único que se atrevió a hablar claro, sin miedo y sin pedir permiso al sistema: Rufián, un independentista. ¿No lo ven? Lo que nazca en Canarias tendrá que estar liderado por alguien que no cargue con renuncias, traiciones ni fracasos acumulados, alguien que defienda a Canarias y a los canarios desde posiciones soberanistas y no subordinadas a Madrid. ¿No les ha quedado meridianamente claro a todas lo que es Canarias -una colonia en toda regla-, con el ninguneo monumental de esta semana con las ayudas a  La Palma y la reunión con Marruecos? 

No sé si me van entendiendo: el enemigo de Canarias no es la ultraderecha neofranquista o el conservadurismo moderado del PP estatal -que también-, es cualquier movimiento político que pisotee los intereses de Canarias o los relegue en favor de sus intereses partidistas o de clase. ¿Y saben qué es lo peor, lo que explica mi urgencia y mi desesperación? Que puede que ni llevando a la práctica todos estos cambios que sugiero podamos salvar nada ya, porque vamos muy tarde. Y si la catástrofe se confirma, y no salvamos algunos reductos de lucha en el parlamento, en cabildos y ayuntamientos, las banderas y conquistas que tantos años costó levantar probablemente queden sepultadas, borradas por el ritmo acelerado de los acontecimientos, por la política de hechos consumados, por el maremoto conservador, por una población que no recuerda porque no estaba, y porque el asentamiento con derecho a voto de peninsulares, extranjeros, corporaciones, poderes económicos y medios de comunicación con intereses propios, hará que cada vez seamos menos los canarios dispuestos a defender (y votar por) algo de lo que un día fue Canarias.

 

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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