El 20 N judicial
Si te dicen que el fiscal general del Estado perdió por cinco a dos puede parecer que es una goleada pero si te aclaran que los cinco magistrados del Tribunal Supremo que lo han condenado son conservadores y las dos que lo creen inocente son progresistas empezarás a entender mejor de qué va esto.
Los jueces se molestan y se muestran preocupados porque entienden que los políticos se entrometen en su labor. Lo dicen al mismo tiempo que hacen política. Y no solo porque salgan a la calle a manifestarse contra una futura ley que está en proyecto y su aprobación compete solo al poder legislativo. La justicia será ciega pero muchos solo ven por un ojo.
Se trata de una crónica de una sentencia anunciada e incluso se podría calcar literalmente el título del libro de García Márquez y decir que ha sido la crónica de una muerte anunciada. Creer en la justicia en España se ha convertido en un dogma de fe, que es lo más alejado al razonamiento y el raciocinio.
Hemos infravalorado a los magistrados del Tribunal Supremo a los que creíamos incapaces de condenar a todo un fiscal general del Estado sin ninguna prueba concluyente. Finalmente han sido capaces de hacerlo. El más difícil todavía. En España somos muy atrevidos. La filosofía de vida del español medio se basa en la frase “sostenme la copa que ya verás de lo que soy capaz”. El escándalo está servido.
Cinco magistrados del Tribunal Supremo se sumaron ayer a la conmemoración de los cincuenta años de la muerte de Franco emitiendo su fallo (esta palabra tiene varias acepciones, táchese la que no proceda) antes de lo esperado, coincidiendo casualmente con el 20-N. Ya algunos juristas y analistas han tildado la condena como golpe judicial.
Cada uno tiene su forma de celebrar los acontecimientos. El fallo ya está emitido, la sentencia vendrá más tarde porque hay magistrados que son muy rápidos a la hora de condenar pero más lentos cuando tienen que redactar su propia sentencia.
El juicio al Fiscal General del Estado es el juicio más político celebrado en España en los últimos tiempos. Cuando se condena a un fiscal general, también se condena colateralmente al Gobierno que lo nombró. Aunque a efectos prácticos poco cambia ya que en un par de días se nombrará a otro fiscal general y todo seguirá igual. A rey muerto, rey puesto. Hay continuidad: el sucesor representa exactamente lo mismo que el sucedido.
¿Qué se puede esperar de un presidente de un tribunal que dice en el juicio a un periodista que no los amenace cuando lo único que manifestó en la vista oral fue que él sabía qué persona le había filtrado la noticia de González Amador, novio defraudador confeso de Ayuso, pero que no lo diría por su deber deontológico de respetar el secreto profesional que hace que cualquier informador no ponga en riesgo a sus fuentes? Será el presidente de la Sala Segunda del Supremo el ponente de la sentencia ya que la magistrada encargada de redactarla está en desacuerdo con la misma.
Muchos asuntos de corrupción han podido ser destapados por la prensa gracias a este secreto profesional, desde el caso Watergate que acabó con el presidente Nixon hasta la Gürtel que acabó con el presidente M. Rajoy. El periodista José Precedo, de eldiario.es, se limitó a lamentarse en el juicio por el dilema moral que le reconcomía: sabe quién le filtró la noticia pero no puede revelarlo por el secreto profesional pero lo que también sabe es que no fue el fiscal general del Estado.
Su dilema moral era precisamente que se podía condenar a un inocente. Los seis periodistas que testificaron en el juicio secundaron sus declaraciones. Todos ellos estaban obligados a decir la verdad porque si no cometerían un delito de falso testimonio. Curiosamente la mayoría del Tribunal no ha creído a los periodistas pero ninguno de ellos ha abierto una investigación acusándolos de haber cometido un supuesto delito de falso testimonio.
La novia del defraudador confeso afirmó taxativamente tras conocer el fallo: “hoy el mundo sabe lo que está pasando en España”. Eso es lo mejor de todo. Ayuso coincide plenamente por una vez con el fiscal general del Estado y con Pedro Sánchez. El mundo ya está enterado de lo que ocurre en España.
Como dijo hace unos años el senador popular Cosidó, cuando el Partido Popular pretendía colocar a nuestro paisano Manuel Marchena de presidente del Tribunal Supremo: “controlaremos la Sala Segunda desde detrás”. Efectivamente, el mundo sabe lo que está pasando en España y los goles que nos meten por la puerta de atrás.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.








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