Cinco horas con Pedro
El presidente del Gobierno de España, que ayer compareció en la comisión de investigación del caso Koldo-Ábalos-Cerdán en el Senado, la definió perfectamente con una sola palabra: circo.
Sánchez describió la comisión de investigación como comisión de difamación por entender que el PP, con mayoría absoluta en el Senado, la utiliza de forma torticera para desgastar al Gobierno de España.
En el circo de ayer intervinieron varios payasos pero el principal fue el portavoz del PP, un tal Alejo Miranda de Lara, que quiso ser estrella por un día y acabó estrellado. Más que de payaso actuó como un equilibrista que perdió el norte y la estabilidad y se estampo contra el sueldo de la pista. El inquisidor, una mezcla entre Alfredo Landa y Torrebruno, era casualmente hombre de confianza de Ayuso y responsable político de las obras del hospital Zendal, que se construyó a principios de la pandemia con un sobrecoste bestial: 170 millones de euros, el triple del presupuesto inicial.
Se trata de un hospital bastante inútil y carísimo que poco ha servido para lo que se pretendía. De hecho el personal médico y enfermero del centro se ha quejado desde el día de su inauguración de la inutilidad del mismo por inoperatividad, de la que culpan al gobierno de la Comunidad de Madrid.
Dijeron que iban a sorprender al mundo y efectivamente sorprendieron a todo el mundo pero negativamente, tirando el dinero público a la basura en una comunidad donde cada día se privatiza más la sanidad en detrimento de los pacientes.
El portavoz popular confundió el Senado con el Circo Price. Se dedicó a soltar una retahíla de preguntas inconexas al presidente Sánchez, algunas de ellas surrealistas como la sauna de su suegro fallecido o el cansino mantra de Maduro y Venezuela que la oposición saca a colación cada vez que no tiene otra cosa que decir. El sempiterno recurso fallido.
El inquisidor apenas dejó contestar al presidente porque cuando trataba de responder le interrumpía constantemente con una pregunta nueva y absurda. Tenía el guión bien aprendido. Lo único que le interesaba era que quedara constancia de su actuación estelar con acusaciones de corrupción sin pruebas fehacientes. Pretendía hacer méritos ante Feijóo y Ayuso.
Se conformaba con hacer ruido utilizando el altavoz mediático de la retransmisión televisiva de una comisión bronca que duró cinco horas. Sánchez aguantó estoicamente sin inmutarse todas las preguntas de la oposición, incluso al repelente portavoz de Vox, que ya tiene mérito, y que tampoco estaba muy interesado en escucharlo.
Lo único que interesaba a los Torquemadas era soltar su discurso, o sea, acusar al gobierno de Pedro Sánchez de corrupción sin pruebas. Hasta el cobro en metálico de facturas en el PSOE, algo totalmente legal que incluso ha sido una práctica habitual en el propio Senado hasta ahora, lo quisieron convertir en financiación ilegal del partido. Una cuestión en la que el PP es un experto. Cree el ladrón que todos son de su condición.
Estos hooligans populares no se cortan un pelo. Tienen aún reciente la inmensa corrupción en la etapa del Gobierno de M. Rajoy, por lo que su desfachatez clama al cielo. Tápense un poquito, por favor. Estadísticamente hablando los gobiernos con menos corrupción política han sido los presididos por Zapatero y ahora por Pedro Sánchez. A Aznar le imputaron, procesaron, juzgaron, condenaron y encarcelaron a buena parte de sus ministros.
En vez de callarse y tener vergüenza torera, los voceros del PP y Vox (una escisión aún más ultra de los populares) airean las anomalías del rival para opacar sus propias vergüenzas y desviar la atención con tinta de calamar.
PP y Vox se dedican a poner por la tele valenciana una corrida de toros de hace 28 años el mismo día y a la misma hora que decenas de miles de paisanos se manifestaban en la calle pidiendo la dimisión de Carlos Mazón. Si ya las corridas de toro están desfasadas y periclitadas, imagínense las del siglo pasado, que sirven para tapar gravísimas irresponsabilidades políticas del presente.
La sesión en la que Pedro Sánchez fue protagonista fue la historia de un guión anunciado. Tanto fue así que el portavoz popular confundió su función con la del fiscal en una sala de juicios norteamericana, más preocupado por montar el numerito circense televisado en directo que en buscar la verdad.
El hombre estuvo flanqueado por dos senadoras hinchas de su partido que le hacían el coro como las tres Marías a Massiel en Eurovisión. Un espectáculo sesentero lamentable y deprimente.
El principal partido de la oposición tiene un gran problema: carece de credibilidad cada vez que acusa al rival de corrupción porque, como ya dijo Pablo Casado en su día, el PP es un partido experto en este asunto porque lo vive en carne propia. "La corrupción es la seña de identidad del PP", dijo en un lapsus su expresidente, defenestrado cuando denunció los chanchullos del hermano de Ayuso con el negocio inmoral de las mascarillas que hizo con la Comunidad de Madrid.
La diferencia entre un partido y otro es que el PP ha sido condenado en firme por corrupción como organización criminal mientras que entre los socialistas ha habido corruptos puntuales pero hasta ahora nadie ha demostrado política y judicialmente que se trate de un mal endémico y sistémico de la organización. Tras la ristra de preguntas que se contestaba él mismo de manera retórica, el portavoz popular acabó su intervención leyendo algo que había escrito (o le habían escrito) antes de la comparecencia de Sánchez. Eso demuestra que al PP le daba igual lo que dijera Sánchez ayer en el Senado porque su sentencia estaba escrita antes de la sesión.
Es como si un juez dictase sentencia antes de celebrar el pertinente juicio. Además ayer, en un Senado con mayoría absoluta del PP, hasta el presidente de la Comisión era del partido de M. Rajoy. O sea, juez y parte.
A pesar de jugar fuera de casa y con el público y el árbitro en contra, Pedro Sánchez ganó el partido con suficiencia, aunque sus contrincantes embarraran el campo y tratarán de impedirle jugar con un marcaje férreo. El equipo local, favorito en todas las apuestas, fue incapaz de amarrar al rival y aprovechar el encuentro a su favor. Ánimo, Alejo.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.








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