El estupor de Feijóo
Núñez Feijóo (ánimo, Alberto) protagonizó esta semana una situación esperpéntica y desternillante en la sesión de control al Gobierno en el Congreso. El líder de la oposición, con su clásica pose impostada de vaquero de espagueti western, exclamó solemnemente que en la España de Pedro Sánchez "da rabia sentir que se castiga al honrado y se aplaude al indecente". Nada más decirlo los diputados del Partido Popular aplaudieron con fruición a su jefe.
El chiste se cuenta solo. Sus propios compañeros lo llamaron indecente sin ni siquiera abrir la boca, empleando solo el lenguaje gestual de signos. Aunque también hay que tener en cuenta que los diputados del PP son muy proclives a aplaudir mecánica y automáticamente las palabras de su líder en el Congreso justo antes de darle una patada en el culo y lanzarlo por la ventana.
Todos nos acordamos de aquella escena parlamentaria en la que Pablo Casado, antecesor de Feijóo en la presidencia del partido, puso en pie a toda la bancada popular, que le aplaudió hasta con las orejas. A renglón seguido fue defenestrado por haberse atrevido a denunciar los asuntos turbios de la familia de Isabel Díaz Ayuso.
Es posible que estos aplausos al animado Alberto sean en realidad un aviso a navegantes. Y de eso Feijóo sabe mucho, no solo por gallego sino por ser amigo de un narcotraficante con el que se paseaba en su yate sin ningún pudor cuando era presidente de la Xunta de Galicia.
El problema gordo que tiene el Partido Popular es de credibilidad. No es alternativa al PSOE porque por mucha corrupción que descubra al partido gubernamental los populares siempre tendrán que esconder una corrupción mayor. Eso hace que su ascenso no arranque y se ralentice su asalto al poder a pesar de que el PSOE se lo está poniendo a huevo en muchas ocasiones.
Todo eso explica la desesperación del partido más votado. Está en un quiero y no puedo constante. Feijóo quiere ser presidente del Gobierno de España pero no puede, aunque él lo explica al revés: puede pero no quiere. Otra ocurrencia del gallego. A las historias del PP solo les faltan las risas enlatadas.
Está bien que haya alternancia en los gobiernos pero cuando la alternativa es un partido aún más corrupto, que además se dispara al pie continuamente, poco futuro tiene y menos ahora con el millón de votos que le ha hurtado Vox, según las últimas encuestas. La juventud no es siempre rebelde y revolucionaria. También la hay ultraconservadora.
El caso Koldo-Ábalos-Cerdán, aun siendo aparentemente muy grave, es una minucia si lo comparamos con los delincuentes que tuvo Aznar en su gabinete o Esperanza Aguirre en el suyo, con ministros y consejeros imputados, investigados, procesados, condenados y encarcelados.
Por ahora el juez Puente solo ha encarcelado a Cerdán pero es que además el magistrado ha avisado de que lo tendrá que excarcelar en unas semanas si no encuentra pruebas concluyentes que demuestren que robó dinero por distintas comisiones de obras. El juez no ha enviado a la cárcel a Ábalos y Koldo cuando pudo hacerlo esta misma semana, mientras que Cerdán, el tercero en discordia, está a punto de salir a la calle.
Esos mismos sondeos dicen que hay un 20% de jóvenes que cree que con la dictadura se vivía mejor. Aunque tampoco hay que hacerle mucho caso porque lo reveló el CIS. Debe tratarse de jóvenes viejunos, aristócratas o pijos. En todo caso bastante descerebrados. A lo mejor sus padres y sus abuelos vivían mejor porque medraron durante el franquismo pero seguro que el resto de los jóvenes piensa de forma muy distinta. De hecho más del 60% piensa lo contrario, según el mismo sondeo.
El PP está muy nervioso porque le sale muy mal todo. Hace un par de días, sin ir más lejos, Óscar Puente denunció en redes sociales las esperas y masificación en el metro de Madrid con una foto del andén del metro de París. Inmediatamente los odiadores tuiteros del PP y Vox comenzaron a mofarse del ministro de Transportes pero el tiro les salió por la culata porque Puente recibió de sus seguidores un sinfín de fotografías actuales del Metro de Madrid con mucha más gente esperando vagones repletos que en la foto que publicó del metro de París. El PP magnífica una foto equivocada y menosprecia a los viajeros del Metro de Madrid que están hartos del mal servicio, peor incluso que el retraso de los trenes que tiene a Óscar Puente por la calle de la amargura.
Por supuesto que cuando se apercibió del error fotográfico el ministro retiró la imagen de manera inmediata pero pudo suplirla luego por una pila de imágenes aún más reveladoras, masificadas y cabreantes para los viajeros del metro madrileño. La moraleja es que si te quieres reír de alguien ten las espaldas cubiertas para no hacer el ridículo.
La prensa de la derechona se mofó del error del ministro cuando lo importante aquí no era la foto (de hecho Puente fue generoso al sacar la foto del metro de París, bastante menos masificado que el madrileño) sino la denuncia de la muchedumbre y continuos retrasos en el metro madrileño que hace que los cabreados usuarios lleguen tarde a sus puestos de trabajo o a una reunión familiar. Se pierden en la anécdota y en el error gráfico (corregido) cuando la situación en el metro madrileño era todavía peor que la que retrataba el ministro.
Mayor error (o ignorancia) fue el de Feijóo al descubrirnos que la palabra estupor, estampada por el juez Puente en su auto, es un adjetivo. Se me ocurren tantos adjetivos para definir a Feijóo pero ninguno es estupor porque estupor no es adjetivo sino sustantivo. El líder de la oposición y candidato a la Moncloa debería tener un poco más de nivel. Causa estupor escuchar a Feijóo. La noche lo confunde, como a Dinio.
Pero qué se puede esperar de un partido que para justificar la pifia del jefe de Gabinete de Ayuso en el caso del Fiscal General contesta que mentir no es ilegal. Tampoco fueron ilegales las comisiones millonarias con las mascarillas que se llevaron crudas el hermano y el novio de la presidenta de la Comunidad durante la pandemia pero políticamente huele a podrido y no tiene un pase. Ánimo, Isabel.
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