Heidi contra el mundo
Isabel Díaz Ayuso es como la niña malcriada de una película de terror con afán de protagonismo desmedido que se dedica a dar el coñazo a todos sus compañeros de clase mientras se ríe del profesor Feijóo, al que no le hace ni puñetero caso.
Esa niña engreída y pizpireta es la típica tocapelotas que no se conforma con dar la vara a sus rivales sino que también lo hace con sus conmilitones. A veces no se sabe si actúa más contra Pedro Sánchez o contra Alberto Núñez Feijóo.
Ayer sin ir más lejos la doña montó un pifostio al negarse a hacer una lista de médicos objetores del aborto, contraviniendo de esta manera la legislación vigente en España.
Todos los demás compañeros de partido que presiden comunidades autónomas ya han hecho la lista o están en ello. Nadie ha puesto ninguna pega pero ella, en su habitual afán protagónico tan pueril, se negó a cumplir la ley como si fuera una antisistema en la Asamblea de Madrid.
Y no solo eso: dijo que las mujeres que quisieran abortar en Madrid se fueran a otra parte. Es la típica reacción de niña caprichosa que quiere enfrentarse al presidente de España con ardor guerrero a pesar de su ignorancia tan aplaudida por los aduladores y cobistas de turno.
Ayuso es una contradicción andante. Hace solo tres años, en una entrevista que le hizo Carlos Alsina, se mostró claramente a favor de que las jóvenes de más de 16 años pudieran abortar sin permiso paterno. Justo lo contrario de lo que propugnaba su partido.
De hecho su compañero en la villa y corte y alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, es un militante radical antiabortista. Esta misma semana, guiado por la presión berzotas de Vox en el consistorio, Almeida hizo unas declaraciones antediluvianas que asentían sobre la propuesta de la ultraderecha para que las mujeres que quisieran abortar fueran adoctrinadas de parte para disuadirlas en su empeño.
La contradicción del Partido Popular ha llevado a sus dirigentes a tapar sus diferencias acusando a Pedro Sánchez de sacar a colación el aborto como una cortina de humo cuando ocurrió exactamente lo contrario. El mundo al revés los conejos contra las escopetas. Heidi contra el querido abuelito.
Han sido ellos los que han sacado a colación el debate sobre el aborto ya superado desde hace 40 años pero las malas compañías de Vox han hecho que reabran una discusión a la que se llegó a un acuerdo hace décadas.
De hecho el gobierno de Aznar no derogó ni modificó la Ley del Aborto aprobada por Felipe González y tampoco Mariano Rajoy hizo lo propio con la ley de Zapatero a pesar de ser tan criticadas por el PP cuando estaba en la oposición. Ya sabemos cómo funciona la cosa: cuando un gobierno progresista aprueba una ley social controvertida la derecha la critica contundentemente y pasea su protesta con los obispos y el Opus Dei en manifestaciones callejeras, pero cuando llega al poder no toca ni una coma.
El caso es armar ruido para confundir al personal. Pasó sucesivamente con el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual y la eutanasia. Al principio gritan como posesos contra todas esas leyes demoníacas pero cuando llegan al gobierno olvidan lo dicho. Ya nos han acostumbrado a esta rutina despreciable.
El PP ya no se acuerda cómo salió escaldado el entonces ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón cuando quiso desvirtuar la ley sobre la interrupción del embarazo. Esa fue su perdición porque por eso tuvo que salir por patas del Gobierno de Rajoy.
Sorprendentemente, en un rasgo de extraña valentía, Feijóo corrigió ayer las palabras de Ayuso y Almeida sobre el aborto para tranquilizar a su electorado femenino. La derechona clásica siempre habla del aborto como si las mujeres de derecha no abortaran y fuera algo exclusivo de la izquierda.
El presidente nacional del PP que desautorizó a sus dos líderes matritenses de una tacada debe tener cuidado con enfrentarse con la niña mimada de Madrid. Su antecesor fue defenestrado precisamente por denunciar el sospechoso comportamiento de Ayuso con su hermano, el comisionista de mascarillas que hizo su agosto durante la pandemia con la inestimable colaboración de la Comunidad de Madrid.
Feijóo debe estar tan harto que le importa una higa desautorizar a la presidenta de la Comunidad a pesar del peligro que eso conlleva. En un instante ha pasado de temeroso a temerario, aunque parezca más propio de un pronto que de una constante.
A estas alturas ya no le importa tirar la casa por la ventana aunque él pueda ser el próximo presidente del PP defenestrado. Siempre será mejor que sea la casa la defenestrada y no él al que arrojen por la ventana. El otoño podrá ser caliente pero en invierno hace mucho frío.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.
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