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ANTONIO MORALES MENDEZ

Gran Canaria, su vocación espacial y el INTA

ANTONIO MORALES MENDEZ Lunes, 29 de Septiembre de 2025 Tiempo de lectura:

ran Canaria mira al cielo desde hace siglos. Su horizonte no termina en el Atlántico ni en la silueta de sus montañas volcánicas, sino que se proyecta hacia el espacio, hacia ese celaje luminoso que ha marcado la vida de quienes la han habitado desde hace más de mil años. Los antiguos canarios desarrollaron una cultura profundamente vinculada a los astros, construyendo templos rupestres como los de Risco Caído o Cuatro Puertas, verdaderos observatorios que les permitían anticipar los ciclos solares y lunares para asociarlos a su forma de vida. Aquella sabiduría, inscrita en la piedra y en la memoria colectiva, constituye un testimonio extraordinario de cómo este territorio insular siempre ha mantenido un diálogo permanente con el universo.

 

Hoy, siglos después, ese diálogo se ha transformado en ciencia, tecnología y cooperación internacional. El cielo grancanario no solo se contempla, también se mide, se escucha y se interpreta gracias a complejos de antenas, estaciones geodinámicas y espaciales y centros de investigación que la sitúan en el mapa global de la exploración espacial. Esa continuidad histórica, que une la mirada ancestral con el conocimiento contemporáneo, confiere a la isla una vocación espacial única y una oportunidad irrepetible para proyectarse hacia el futuro.

 

Gran Canaria no es un punto cualquiera en el planeta. Su condición insular y su ubicación estratégica en el Atlántico la han convertido en escala y referencia durante siglos de navegación. Lo fue para Cristóbal Colón y otros marinos que cruzaron los océanos y lo sigue siendo para la navegación y la comunicación espacial. Esta isla reúne varios reconocimientos internacionales excepcionales fruto de su relación con el cielo: la Reserva de la Biosfera, el Paisaje Cultural  de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria, Patrimonio de la Humanidad o el DestinoStarlight, certifican el reconocimiento mundial a la calidad y la originalidad del cielo de la isla y su relación especial con la población. Esta isla redonda anclada en el mar, aloja también el complejo de antenas del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) en Maspalomas, como antes la NASA y, próximamente,  una infraestructura puntera como la estación de la Red Atlántica de Estaciones Geodinámicas y Espaciales (RAEGE), en Temisas.

 

Probablemente no exista otro lugar en el mundo que reúna todas estas certificaciones y funciones vinculadas al paisaje y su cielo. Porque la isla es, en sí misma, un laboratorio natural y tecnológico que demuestra que no solo somos un destino turístico atractivo, sino también un espacio de ciencia, innovación y futuro.

 

La historia moderna de la vocación espacial de Gran Canaria tiene un punto de inflexión claro: la llegada de la NASA a finales de los años cincuenta. En 1959, técnicos estadounidenses visitaron el sur de la isla y eligieron unos terrenos próximos al Faro de Maspalomas para instalar una estación de seguimiento de vehículos espaciales. El acuerdo diplomático se formalizó en 1960 y Gran Canaria pasó a formar parte del limitado mapa mundial de enclaves estratégicos para la carrera espacial.

 

Desde esa primera estación, conocida como CYI (Canary Island), se prestó apoyo a los programas Mercury y Gemini, antesala de la epopeya Apolo. Fue en Montaña Blanca, a solo unos kilómetros de la ubicación inicial, donde se reforzó el complejo en 1968 y desde donde se apoyó de manera decisiva a la misión Apolo 11. El 20 de julio de 1969, cuando Armstrong y Aldrin pisaron la Luna, una parte de ese éxito también pertenecía a Gran Canaria. Se corrigió desde aquí un error que garantizó el éxito de la operación. Tanto fue así que, tras su regreso, los tres astronautas —Armstrong, Aldrin y Collins— eligieron la isla como parada personal y sin protocolo de su gira europea, para agradecer la contribución de Maspalomas.

 

Ese vínculo con la NASA se prolongó hasta 1975, cuando la agencia estadounidense transfirió las instalaciones al Estado español. Desde entonces, bajo la gestión del INTA, comenzó una nueva etapa que este 2025 cumplirá medio siglo. Y no ha sido una etapa menos importante, porque desde Maspalomas se han apoyado misiones como Skylab, el acoplamiento Apolo-Soyuz, proyectos de observación de la Tierra, programas de salvamento mediante radiobalizas y colaboraciones con agencias como la ESA o la japonesa JAXA.

 

Hoy, el Centro Espacial de Canarias alberga más de cuarenta antenas y sigue siendo esencial para las telecomunicaciones globales y el desarrollo tecnológico. Lo más relevante es que más del 90 % de su plantilla está compuesta por profesionales canarios formados en la isla, lo que demuestra que esta vocación espacial también se traduce en empleo cualificado, talento local y desarrollo e innovación.

 

El medio siglo de gestión española del Centro Espacial de Canarias coincide con un momento clave: la necesidad de preservar, divulgar y multiplicar un legado que corre el riesgo de diluirse en la memoria. No se trata solo de infraestructuras, sino de un patrimonio histórico, cultural y científico que debe ser reconocido ampliamente. Es necesario reforzar un relato que es al mismo tiempo local y universal: Gran Canaria como escenario de la epopeya humana por conquistar el espacio. No se trata de nostalgia. La memoria de Maspalomas y Montaña Blanca no es un mero recuerdo, sino una plataforma de futuro. Reconocer el papel que tuvo la isla en la llegada a la Luna o en las misiones posteriores es también una manera de inspirar a nuevas generaciones, de fomentar vocaciones científicas y de situar al archipiélago en el lugar que le corresponde dentro de la exploración espacial y el desarrollo de las telecomunicaciones.

 

La construcción de la estación RAEGE en Agüimes refuerza este horizonte. Este complejo contará con un radiotelescopio de última generación, estaciones GNSS, un reloj atómico y un pabellón de gravimetría, lo que lo convierte en un referente internacional para estudios de geodinámica y observación espacial. Con una inversión de casi seis millones de euros, se suma a la red mundial de estaciones de alta precisión y confirma que Gran Canaria sigue siendo un lugar idóneo para observar el planeta y el cosmos.

 

Pero más allá de lo técnico, estas instalaciones que fueron pioneras en el mundo, abren la puerta a una certeza, aprovechar esta vocación espacial para generar un modelo de desarrollo sostenible. La economía del espacio no es ciencia ficción. Ya es un sector estratégico capaz de generar riqueza, innovación y empleo. Gran Canaria puede y debe situarse en ese mapa, no solo como receptora de antenas o estaciones, sino como generadora de conocimiento, como territorio que apuesta por la investigación, la transferencia tecnológica y la formación especializada.

 

El INTA y toda la historia que les he narrado dependen del Ministerio de Defensa. En estos momentos el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades coordina y financia el desarrollo espacial en España a través de la Agencia Espacial Española (AEE) y con fondos europeos del Plan de Recuperación y el apoyo de la Agencia Espacial Europea (ESA), impulsa en España el PERTE Aeroespacial y el Programa Tecnológico Espacial. Gran Canaria no puede quedar fuera de esta estrategia. La experiencia del INTA no se puede dejar de lado ante el impulso que se pretende dar a la investigación, la innovación y el desarrollo de tecnologías espaciales. Los dos ministerios deben estrechar su colaboración y aprovechar la experiencia cualificada del INTA, sus profesionales y sus instalaciones para avanzar en el desarrollo espacial del estado español. Defensa y Ciencia no pueden darse la espalda, sino hacer todo lo posible cada uno para aunar esfuerzos y sumar y coordinar objetivos.

 

Gran Canaria tiene una vocación espacial que hunde sus raíces en la cultura aborigen y que se proyecta hoy en complejos tecnológicos de vanguardia. La isla debe reivindicar su papel en esa aventura colectiva. Porque Gran Canaria no solo mira al mar o al turismo, también mira al espacio. Y en ese horizonte infinito se juega una parte de su identidad y de su futuro.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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