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Elección de cartel para el Carnaval 2026

JOSÉ F. FERNÁNDEZ BELDA Domingo, 31 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura:

He de reconocer sin reservas, que desde hace al menos un par de décadas me he apartado de las celebraciones del Carnaval y cada día aplaudo con más ganas que se vaya trasladando sigilosamente hacia las zonas turísticas y alejándose de la capital. Antaño algunas de las murgas estaban formadas por componentes de agrupaciones corales, que cantaban afinados con una vocalización clara que permitía entender lo que decían las letras, siempre con un tono sarcástico, burlón y con un punto de crítica social y política. Pero eso fue degenerando hacia agrupaciones de muy dudoso gusto, con letras desagradables y groseras.

 

Tal vez por eso, no me gustó para nada ni el lugar elegido este año para presentar el cartel del Carnaval 2026, teniendo que cerrar calles al tráfico, ni los atronadores artefactos pirotécnicos (cuyo nivel de dB supera con creces los máximos permitidos por la ignorada Ordenanza Municipal) con ruidos que sobrecogen a las personas y aterrorizan a los animales, ni el derroche económico que supuso, máxime cuando se tiene la ciudad en un estado lamentable de deterioro y suciedad. No estoy en contra de que se promocione social y turísticamente esta fiesta, pero sí creo que se puede hacer de forma más austera, con menos molestias y estoy convencido que con mayor eficacia. Pero también sé que pensar que el Ayuntamiento tenga esa sensibilidad y consideración, es pedir peras al olmo, como reza este refrán que glosa la impotencia ciudadana.

 

Pero mejor será ahora hacer un poco de la historia vivida por mí. Tal vez sea porque por motivo de mi avanzada edad, he visto con desagrado cómo se ha ido cambiando el sentido del antiguo Carnaval hasta el actual formato, a mi entender degenerando y desnaturalizándose a la vez que aspira a ser una pobre imitación del brasileño. Tampoco me gusta el exceso de intervención y presencia de los políticos, que han secuestrado la espontaneidad y la creatividad de muchos actos, convirtiendo algunos en un show grotesco en los que gastan millonadas del presupuesto público, intentando sin el menor pudor pescar votos entre los más carnavaleros, bien por la vía del halago, bien por esas subvenciones que otorgan y que, en cada nueva edición, son más contestadas y protestadas por los mismos supuestos beneficiados. En ese desafecto ellos sufren su pecado, aunque los contribuyentes soportemos la penitencia.

 

Sobre la celebración de los Carnavales en Gran Canaria se ha escrito mucho. Pero mucho de lo escrito no coincide con mis vivencias personales. Yo no sé muy bien si es verdad que en los años 50 y ss., tiempos del franquismo, los Carnavales estaban realmente prohibidos o si sólo estaban vedadas ciertas manifestaciones públicas.

 

Desde muy niño, recuerdo ver llegar al ya desaparecido Club Marino, situado en la calle León y Castillo casi enfrente del también desaparecido Cine Royal, a un buen número de personas disfrazadas llevando la cara tapada por una máscara o un pañuelo, que cuando se cruzaban con gente no disfrazada, se paraban delante de ellas y, disimulando la voz, les decían en broma para iniciar el vacilón o el mosqueo: “¿Me conoces mascarita?”. Lo mismo pasaba en el Círculo Mercantil o en el Casino, como entonces llamábamos al Gabinete Literario de la plaza de Cairasco.

 

También nos contaban los compañeros de colegio que vivían fuera de la ciudad, que situaciones y celebraciones similares, se montaban por todos los pueblos de la isla. Por eso creo que en aquellos tiempos del franquismo, no es que estuvieran realmente prohibidos los Carnavales, sino tan sólo los desfiles o cabalgatas públicas, pero no las celebraciones privadas en sitios cerrados. Bueno, tal vez esto fuera en Gran Canaria, isla en dónde yo vivía, porque eran reconocidas y alabadas a nivel nacional las “Fiestas de Invierno” de Santa Cruz de Tenerife, eufemismo éste para no llamarlas Carnavales y poder así sacarlas a la calle en un formato bastante similar al actual. De gran calidad artística y musical eran sus concursos de corales y rondallas.

 

De aquellos tiempos recuerdo con mucho cariño la fiesta que se hacía al inicio de los Carnavales, justo después de leer el pregón en la Plaza de Santa Ana: la Verbena de la Sábana. Precisamente, rememorando esta verbena, hoy ya desaparecida, el músico Manuel Rodríguez Melián, componente de Los Gofiones fallecido en 2004, creó la letra y la música de una gran canción, que por motivos que desconozco, ahora es difícil de oír y enrevesada de encontrar hasta en YouYube. La canción se llama “La Mascarita” y se inspiró en esta Verbena de la Sábana. La letra dice así:

 

Me conoces mascarita,

me decías tú a mí,

con la cara tapadita

por un pañuelito gris.

 

Te cogí por el cloquío

sin embargo me callé,

pensaste que me engañabas

y fui yo quien te engañé.

 

Al son de aquella berlina

nos pusimos a bailar,

te abrazaba suavemente

sin atreverme a apretar.

 

Jolgorio de Carnavales,

Santa Ana a rebosar,

y sólo sentía el susurro

de tu aliento al respirar.

 

A eso de la media noche

te tuviste que marchar.

Te acompañé hasta los Reyes,

me besaste en tu zaguán.

 

Escondida en tu careta

me robaste el corazón.

¡Menos mal que te atreviste

y a mi me faltó valor!

 

Esto fue en los Carnavales

¡me parece que fue ayer!,

corre y ponte tu careta

y enamórame otra vez.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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