Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Ahorrarse gloria

OPINIÓN Viernes, 22 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura:

El cierre sin aviso de la Biblioteca Central de Santa Lucía de Tirajana durante la ola de calor es otro ejemplo de la importancia residual de las bibliotecas en Canarias

Que en Canarias a los políticos no les importa la cultura, y mucho menos las bibliotecas públicas, es una verdad de la que hay sobradas pruebas. Un reflejo de este desinterés puede verse en la falta de financiación a las dos Bibliotecas Públicas del Estado, que, en el caso de la Santa Cruz de Tenerife, suscitó una serie de protestas ciudadanas por el cierre intermitente de la biblioteca infantil y juvenil. Estas manifestaciones demuestran que, pese a la sensación de que las bibliotecas han perdido su función como centros culturales, aún hay una amplia nómina de lectores que justifican su existencia. Las bibliotecas son un servicio público de gran importancia y que debe procurar, como todos, un correcto funcionamiento. Lamentablemente, no suele ser el caso, y un ejemplo más de los que se suman a esta triste nómina es el de la Biblioteca Central de Santa Lucía de Tirajana.

Como escritor, esta biblioteca ha sido fundamental en mi formación intelectual. La amabilidad de los trabajadores, el excelente catálogo y su buena gestión contribuyeron a orientar mis pasos hacia el camino de la escritura y a mejorar mi calidad de vida. Porque, aunque muchos no lo piensen así, la lectura ayuda a cuidar la salud mental, a mantener la plasticidad del pensamiento y a desarrollar la imaginación, tan necesaria en un mundo a veces demasiado monótono y gris. Experimenté, supongo que como muchos, una gran nostalgia durante los dos años que la Biblioteca Central permaneció cerrada por unas necesarias obras de acondicionamiento que se demoraron más de lo previsto. Durante ese tiempo, las bibliotecas de los barrios del municipio, muchas de ellas pequeñas, con catálogos reducidos y horarios de tarde, fueron la única alternativa para acceder gratuitamente a libros y espacios de estudio. La reapertura de la Biblioteca Central fue un acontecimiento que celebré, y pensé que, tras la larga espera, por fin volvería la normalidad. Pero no fue así.

El edificio, en los días de altas temperaturas, se convierte en un horno, y, debido a la falta de aire acondicionado, los usuarios y los trabajadores deben enfrentarse al calor que se acumula allí dentro. Esto ha llevado, en varias ocasiones, al cierre de la biblioteca; sin embargo, es el único servicio del que se priva siempre a la población, pues el resto siguen funcionando con normalidad, independientemente de la cifra que marque el termómetro. El cierre más prolongado que ha sufrido la institución por estos motivos se vivió entre los días 6 y 19 de agosto, durante la declaración de una ola de calor. Durante dos semanas, todos los usuarios que acudieron a la biblioteca se encontraron con un cartel que les informaba que «las instalaciones permanecerán cerradas a partir de las 10.00h de hoy miércoles 6 de agosto por la declaración de alerta por altas temperaturas, permaneciendo así mientras dure la misma». Sin embargo, los demás servicios públicos continuaron en funcionamiento, sin verse afectados por este cierre, a pesar de que las temperaturas durante la ola de calor superaron los 35 grados. Esta información no se promulgó por ningún medio institucional ni por la página web del municipio: oficialmente, la biblioteca estaba abierta, pero no era el caso. El secretismo para con este asunto era revelador: o el ayuntamiento se había olvidado de anunciar el cierre por desinterés, o deliberadamente ocultaba esta circunstancia al ciudadano para no admitir su negligencia.

El día 20 de agosto, cuando la biblioteca volvió a abrir, me acerqué a devolver unos libros y estuve hablando un rato con los trabajadores. Lo que me dijeron me sorprendió: en el decurso de esas dos semanas en las que duró la alerta por altas temperaturas, estuvieron trabajando a puerta cerrada, soportando estoicos, como todos sus compañeros funcionarios, el calor sofocante. ¿Qué sentido tenía entonces cerrar la biblioteca, si sus trabajadores estaban dentro ejerciendo sus funciones? ¿Por qué no mandarlos a sus casas, o, en su defecto, ya que estaban obligados a permanecer en su puesto de trabajo, mantener la biblioteca abierta? ¿Por qué el edificio no tiene aire acondicionado si estuvo dos años reformándose? ¿Por qué la biblioteca es el único servicio del que siempre se prescinde cuando asoman altas temperaturas? Estas y muchas más preguntas fueron las que me planteé, y sus respuestas, aunque terribles, probablemente sean las siguientes: porque al ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana no le importan las bibliotecas; o porque no le interesa que el ciudadano use las bibliotecas que paga con sus impuestos; o porque teme que ocurra una tragedia en un lugar no habilitado para el calor y prefiere cerrarla antes que arriesgarse a una reclamación. En este último caso, la falta sería mucho más grave, pues estarían admitiendo que no les importan sus trabajadores, o que les preocupa más la reclamación de un ciudadano que la de un trabajador, que debe aguantar ininterrumpidamente durante su jornada laboral un calor insoportable. Son las posibles preguntas y respuestas que me planteo ante una situación confusa, inexplicable. Bien haría el responsable en pronunciarse sobre todo este despropósito.

Nuccio Ordine, en su libro La utilidad de lo inútil, cita un discurso que Víctor Hugo dio en la Asamblea constituyente de Francia en 1848, cuando se discutía, ante la crisis económica que sufría el país, si se debía recortar la financiación a la educación y la cultura. En él, Hugo advierte que el ahorro, desde un punto de vista financiero, es insignificante, y, sin embargo, afecta a las vidas de muchas personas, que no podrán formarse adecuadamente ni traer esplendor y gloria a la nación. En un momento de crisis, reflexiona, no se debe recortar la financiación a la cultura y a la educación, sino ampliarla, porque es lo que se necesita para sacar el país de los problemas en los que se encuentra inmerso y no hundir a su población en la miseria económica e intelectual. Declara: «[…] Habría que multiplicar las escuelas, las carreteras, las bibliotecas, los museos, los teatros, las librerías. Habría que multiplicar las casas de estudio para los niños, las salas de lectura para los hombres, todos los establecimientos, todos los refugios donde se medita, donde se instruye, donde uno se recoge, donde uno aprende alguna cosa, donde uno se hace mejor; en una palabra, habría que hacer que penetre por todos lados la luz en el espíritu del pueblo, pues son las tinieblas lo que lo pierden». Para Víctor Hugo, y para cualquier persona con un mínimo de inteligencia, la labor que cumplen las escuelas y las bibliotecas es de un valor incalculable, insustituible, y procuran la cultura y la excelencia, que serían imposibles sin ellas. Por eso, dejar de financiar estas instituciones o descuidar su correcto funcionamiento es un grave error que, hace más de ciento cincuenta años, reprochó Hugo: «Han caído ustedes en un error deplorable. Han pensado que se ahorrarían dinero, pero lo que se ahorran es gloria».

Nuestros políticos—y todo lo anteriormente mencionado lo demuestra—son especialistas en ahorrarse gloria. Que no se pierdan las buenas costumbres.

(Besay Sánchez Monroy)

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

Tu comentario
Tu comentario

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.55

.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.