Son complementarias, no alternativas
Cada vez con más frecuencia los políticos, sobre todo los demagogos, utilizan para sus peroratas políticas una forma peculiar, por decirlo de forma amable, de retorcer el lenguaje para adaptarlo a su ideología y que, cual gota malaya, vayan instalándose sus mantras en la sociedad sin que haya demasiada resistencia y, menos aún, análisis crítico o técnico de esas propuestas, las más de las veces irrealizables cuando no suicidas o liberticidas.
Y algunos de esos conceptos que en estos días se repiten en todos los medios de comunicación, en los que se mezclan la técnica con el sectarismo y medias verdades con mentiras flagrantes, son lo de las energías alternativas; el cierre de las centrales nucleares (que son propiedad de empresarios “ultrarricos”); tenemos un sistema eléctrico muy robusto porque se salió rápidamente del apagón; España no tiene uranio; o la última aportación ideológica del Dr. Sánchez en el pleno “ómnibus” del Congreso del día 7 de mayo, que “la transición energética será verde o no será”. Cada uno de esos temas daría ocasión para un amplio debate que permitiera separar el grano de la paja, la demagogia pseudoecologista de la ciencia y contrastar con la realidad objetiva los miedos difusos que nos tratan de infundir.
Casi todo el mundo que enciende la radio, la televisión o lee la prensa escrita, ha oído hablar del famoso “mix energético” de marras, tan traído y llevado en los análisis técnicos y políticos tras el apagón general en el sistema eléctrico español, que arrastró en su derrumbe a Portugal y parte del sur de Francia. Y en ese mix, que se negocia día a día en función de la previsible demanda, en el que se fijan los GW que deberán aportar a la red cada tipo de generación de energía y cada central, que podrá ser térmica convencional, (bien sea nuclear o quemando gas o fuel), hidroeléctrica, eólica o fotovoltaica.
Por razones obvias, todo sistema eléctrico general se diseña para garantizar a los usuarios disponer en todo momento de la potencia que hayan contratado, sin cortes de suministro y con estabilidad de tensión y frecuencia que eviten averías en los aparatos conectados. Y para conseguir eso, están regulados por ley las tres grandes divisiones de todo sistema eléctrico: la generación (centrales), la distribución (red eléctrica) y los aparatos conectables (que han de estar homologados).
Centrándonos hoy en la generación de electricidad, es dónde se introduce el equívoco término de energía alternativa, que muchos asimilan con energía verde o limpia de forma inexacta, pues alternativa sólo significa que hay una elección entre varias posibilidades, mientras que verde o limpia es la que es no contaminante y frecuentemente con el adjetivo de sostenible. Dejando a un lado los espinosos y no resueltos asuntos del impacto visual, sonoro, ecológico y nido de corruptelas varias de los parques eólicos y los huertos solares, las palabras “parques y huertos” parecen inducir una vaga idea bucólica de estas instalaciones, debiera ser una obviedad recordar aquello de que no funcionan si no hay viento o es de noche y no hay sol. Es decir, que es imposible garantizar la continuidad del servicio eléctrico, al menos hasta que no se inventen en un futuro más o menos lejano, sistemas de almacenamiento eficientes y de gran capacidad o aparezca una nueva tecnología disruptiva que no alcanzamos, hoy en día, ni siquiera imaginar.
Otro de los conceptos de ingeniería, que hoy todo tertuliano que se precie parece dominar, es el de generación síncrona o asíncrona, aunque tengo casi la total certeza de que no sabrían explicar qué significa eso y qué implicaciones tiene en la estabilidad de una red eléctrica. Los generadores síncronos son los que se instalan en las centrales térmicas, de gas o nucleares, por su gran tamaño y capacidad de estabilizar tensión y frecuencia, los celebérrimos 50 Hz de marras, por la inercia que tienen inherente a su diseño técnico. Por contra los generadores asíncronos son los que se instalan en los aerogeneradores, por su mayor simplicidad constructiva y de mantenimiento, pero que tienen el inconveniente de no tener mucha capacidad para mantener estable la frecuencia cuando hay oscilaciones. Por eso se desconectan automáticamente, como medida de autoprotección, para evitar que se quemen.
Causa estupor entre los técnicos oír alguna de las afirmaciones que hizo el Dr. Sánchez para defender su, a mi entender, política suicida de llegar al 100 % de renovables. Parece querer ignorar, él y quien le escribió su falaz e interminable discurso, que fueron precisamente las centrales convencionales térmicas e hidráulicas las que lograron recuperar la red del apagón, sin la menor duda generado por un exceso de renovables en esos momentos. Precisamente por eso, las centrales convencionales y las renovables no son alternativas, son complementarias. Como bien dijo Paracelso, aplicado a la medicina, “nada es veneno, todo es veneno, depende de la dosis”. Y es precisamente por esto que es suicida pretender que el 100 % de la generación sea renovable. Se debe aspirar, a lo sumo, a que suministren el máximo que técnicamente sea posible para mantener la estabilidad del sistema eléctrico. Y esto es una cuestión de ingeniería, no de política ni de voluntarismo, valga la redundancia.
Por último, en el obviamente desinformado discurso del Dr. Sánchez, por no pensar que mentía deliberadamente, contra las centrales nucleares dijo dos cosas epatantes. Una fue que había que cerrarlas porque sus dueños eran “ultrarricos”, obviando que sus promotores son sociedades anónimas con miles de pequeños ahorradores, pues eso es precisamente una empresa “capitalista”. Y la segunda cuestión, tan falsa como ideológica, fue el decir que en España no hay uranio, (cosa documentalmente desmentida por los que saben del asunto), y que habrá que importarlo nada menos que de la malvada Rusia de Putin y eso crearía una total dependencia. Por contra, cosa que no dijo pero que es de sobra sabido, que no crea dependencia importar gas de la Rusia buena del mismo Putin. Salvo que, como dijo con la solemnidad propia de los sanchistas Carmen la de Cabra refiriéndose a las mentiras del Dr. Sánchez, una cosa es el candidato y otra el presidente, de lo que se deduce que una cosa es el Putin del uranio y otra el que nos vende el gas.
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