Me voy
David Sánchez acaba de renunciar a su puesto de trabajo harto de la persecución mediática, judicial y política. Encima de él sobrevuela la sospecha de nepotismo, a pesar de que el actual presidente, su hermano Pedro, no solo no era nadie en el gobierno en esa época porque estaba en la oposición sino que tampoco era nadie en el propio PSOE ya que fue defenestrado por sus propios compañeros cuando David fue contratado por la Diputación de Badajoz.
Difícilmente Pedro Sánchez pudo influir en la contratación de su hermano desde el fútil anonimato de ex secretario general de los socialistas. O a lo mejor hizo una llamada desde la cabina telefónica de José Luis López Vázquez en Portugalete cuando recorría el país para buscar los votos de apoyo que le devolvieran al cargo a través de las las elecciones primarias de su partido.
Seguramente esta renuncia a su empleo es lo mejor que ha hecho David Sánchez porque su currículum académico, profesional e idiomático es suficientemente amplio para que cualquier empresa lo contrate con un sueldo mayor. Tiene 49 años, está casado con una japonesa, es licenciado universitario. Habla ruso, inglés, italiano, francés, portugués y alemán, además de castellano y seguramente también catalán en la intimidad. No parece que necesite mucho a su hermano para conseguir un puesto de trabajo en Badajoz.
A los catorce años fue campeón español de judo y perteneció a la selección nacional de este deporte. Estudió en Estados Unidos, se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales en el ICADE, que engloba las facultades de Ciencias Económicas y Empresariales y de Derecho, un centro universitario selecto y elitista de la Universidad de Comillas solo accesible para las familias más pudientes.
Las siglas ICADE significan Instituto Católico de Administración y Dirección de Empresas. Cada curso de este centro elitista sale por casi 12.000 euros y la carrera asciende a 60.000, diez millones de las antiguas pesetas.
Me imagino al pobre David en sus tiempos mozos de estudiante universitario acompañado en el aula por la juventud más pija del país, de pelo engominado y la bandera de España en la pulserita. Qué mal lo debió pasar al lado de tanto facha nacional católico y miembro numerario del Opus Dei. Así recuerdo yo a los ultras en los años en que estuve estudiando en la Universidad Complutense de Madrid.
En Rusia se graduó David Sánchez con matrícula de honor como músico, concretamente en composición y dirección de orquesta en el Conservatorio Estatal de San Petersburgo. También estudió en Suiza e Italia y amplió su currículum en Francia y Japón.
La juez cree que su trabajo es innecesario pero no ha podido probar que lo haya conseguido por enchufe. No importa porque la ultraderecha española le ha atacado desde el principio solo por ser hermano del presidente. Es evidente que si no fuese su hermano nadie se habría preocupado por su caso, que es similar a los de millones de españoles.
Algo parecido le ha ocurrido a su cuñada Begoña Gómez y a su esposa japonesa, que trabajaba en la oficina de la ONU en Madrid y que Vox pidió que se investigara cómo accedió a ese puesto tan singular para ver si alguien la había colocado. Cree el ladrón que todos son de su condición.
La juez que lo investiga por supuesto nepotismo ha llegado a decir que su puesto es totalmente innecesario, o sea, completamente prescindible. En realidad la juez no debería preocuparse por si el empleo del hermano del presidente de España es necesario o imprescindible porque, si toma ese baremo, más de la mitad de los actuales trabajadores, empleados y directivos que hay en España deberían engrosar las filas del paro porque probablemente sus empleos son innecesarios y prescindibles.
En este caso deberíamos hablar de muchos funcionarios que aprovechan el rato del desayuno para ampliar el horario ocioso con horas de asuntos propios o para ir a comprar el Corte Inglés. Entre esos funcionarios están por supuesto los jueces, muchos de los cuales ejercen varios trabajos a la vez, a pesar de que la imparcialidad y equidistancia inherentes a sus cargos deberían prohibirles ese tipo de euros extras.
Los actores de la lentísima justicia se quejan de que están saturados. Si están tan saturados y la justicia es tan lenta, no se explica por qué hay jueces que se ganan un dinero suplementario dando clases en la universidad o a opositores que preparan su integración en la carrera judicial, a no ser que se encuentren en una situación excepcional de indigencia.
Todos conocemos a funcionarios que se pasan el día tocándose las narices y de paso tocándoselas a los demás. Hay funcionarios que se creen dueños de la cosa pública y tratan a los ciudadanos como simples números molestos, como si la gente no tuviese otra cosa que hacer que perder el tiempo en la burocracia larriana.
Todos conocemos a funcionarios a los que la hora del café dura más que una comida con sobremesa de Carlos Mazón. Todos conocemos a funcionarios mal encarados que parecen que te están haciendo un favor cuando eres tú el que contribuye a pagarle su sueldo.
Por supuesto que hay muchos funcionarios ejemplares que hacen su trabajo espléndidamente pero no creo que por ello la juez del caso de David Sánchez se atreva a acusarlos de tener un empleo innecesario o prescindible. Como tampoco se atreverá la juez a empurar a muchos de sus colegas que se permiten el lujo de viajar durante las jornadas laborables para dar una conferencia bien remunerada en la otra parte del país.
Hay que tener mucho cuidado cuando se dice que un trabajo es innecesario porque puede ser contraproducente ya que es mirarse su propia joroba. Hay un sinnúmero de empleos innecesarios como la oficina del español que le regaló Ayuso a Toni Cantó o el chiringuito con el que Esperanza Aguirre obsequió a la misma IDA y a Abascal cuando este aún militaba en el partido que fundó el ministro franquista Manuel Fraga.
En esto de ver la paja en el ojo ajeno son los españoles muy especialistas. Si los jueces fueran tan rigurosos y exigentes con los puestos de trabajo de la administración pública, más de la mitad de los funcionarios estarían hoy cobrando el paro.
Eso también ocurre con muchos empleos en la empresa privada pero al fin y al cabo no se trata de dinero público y allá cada propietario o accionista con el gasto suntuoso de su dinero.
También hay trabajos innecesarios y prescindibles que son un regalo a políticos después de salir de la vida pública e iniciar un recorrido propio de las puertas giratorias.
Ni Felipe González ni Aznar eran necesarios o imprescindibles cuando dejaron la Moncloa pero a pesar de ello grandes empresas españolas a las que seguramente hicieron algún favor cuando presidían el país les obsequiaban con un puesto generosa y excelentemente remunerado a cambio de no hacer absolutamente nada o simplemente prestar su nombre para hacer negocios.
Era sencillamente el pago a los servicios prestados, una suerte de impuesto revolucionario disfrazado de dádiva imperial. Pero eso no importa: nuestro problema nacional es el empleo de un músico viajado con las carreras de Económicas, Empresariales y Derecho y hablante de ocho idiomas. España no soporta a los políglotas con carreras universitarias, especialmente si se apellidan Sánchez.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.
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