La ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, ha salido este miércoles al Congreso con un mensaje. España ha regularizado a más de 300.000 inmigrantes desde agosto de 2022 y seguirá haciéndolo bajo la figura del arraigo.
Según ella, esta política “se adapta plenamente al Pacto Europeo de Migración y Asilo”. Pero detrás de las cifras y los discursos grandilocuentes, muchos se preguntan si este camino está realmente pensado para el beneficio del país o si responde a una agenda ideológica más que a una estrategia sostenible.
En respuesta a una interpelación de Rocío de Meer, diputada de Vox, que alertó del “efecto llamada” de estas políticas, Saiz optó por contraatacar. Reprochó al partido su discurso, calificándolo de "odio", y defendió que los inmigrantes dinamizan la economía, consumen, pagan impuestos y cotizan a la Seguridad Social.
Lo que no dijo la ministra es cómo pretende manejar una posible previsión de 900.000 regularizaciones en tres años, según la reforma de la ley de extranjería. Una cifra que, sin medidas claras de integración y empleo, genera más preguntas que respuestas.
Saiz también sacó a relucir datos sobre la formación de los inmigrantes. El 43% de los extranjeros que llegaron en 2022 tienen estudios terciarios, un porcentaje que supera al de países como Alemania. Pero, ¿qué pasa con quienes no tienen esa formación? Porque no todos los que llegan están cualificados para ocupar vacantes en sectores de alta demanda. Mientras la ministra resalta esta “riqueza social”, muchas localidades ven cómo aumenta la presión en servicios públicos, como la sanidad o la educación, sin que lleguen recursos adicionales para sostener este consecuencia.
No faltaron las lecciones ideológicas. Saiz pidió a Vox que asumiera que “España ya no es solo blanca” y tachó de retrógrados los temores que, según ella, fomenta el partido de De Meer. Además, insistió en que la migración es una “oportunidad” frente al envejecimiento de la población. Lo que no desarrolló es cómo se va a garantizar que esa oportunidad no termine siendo un problema, ni cómo encajan estas políticas con las tensiones sociales en barrios donde los recursos ya están al límite.
Para rematar, la ministra acusó a Vox de querer “inocular miedo e inseguridad” para ganar votos. Pero lo que muchos ciudadanos parecen pedir, más allá de los extremos ideológicos, es una política migratoria realista, que mida los riesgos y las oportunidades sin maquillajes ni discursos triunfalistas. Porque una cosa es ser solidario y otra muy distinta ignorar las consecuencias de abrir puertas sin un plan claro para gestionar lo que entra.
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