Que el turismo ha permitido que Canarias pueda dar pasos de gigantes en su desarrollo en los últimos sesenta años, es una cuestión que a nadie se le escapa. Sin embargo, en este camino, también se han producido cuestiones que han provocado una desafección de los isleños con el sector -no con el visitante- y con la clase política regional, que han trabajado intensamente en promover un turismo de masas que, ahora, tratan de reconducir ante una ciudadanía cada vez más incómoda y que no ha dudado en anunciar una nueva salida a las calles pero, ¿qué ha aportado de bueno -y malo- el turismo a las Islas?
Los colectivos ecologistas en Canarias han lanzado un nuevo llamamiento para salir a las calles el próximo 20 de octubre en contra de lo que han definido como un “desarrollo desenfrenado” del modelo. Si el pasado mes de abril lo hicieron en las capitales de las Islas, en esta ocasión acudirán al epicentro del conflicto, las zonas turísticas. Así, mientras que en Tenerife la convocatoria se ha realizado en Playa de las Américas, en Gran Canaria se hará en Maspalomas. Consideran, pues, que se han sobrepasado "con creces" todos los límites y "hay un colapso a todos los niveles".
No obstante, para entender el hoy hay que hacer un viaje en el tiempo a los inicios de todo. Canarias lleva siendo destino turístico desde los años 20 del pasado siglo. Eso sí, por aquél entonces, los viajeros que llegaban a las Islas lo hacían por un motivo distinto al actual. Si ahora llegan hasta el Archipiélago para disfrutar de sus playas y sus paisajes, en aquellos años se hacía por cuestiones asociadas a la salud gracias a su temperatura, entre otras. Un incipiente turismo, en número muy reducido, que impactó en poco o nada al día a día de los canarios, cuya industria principal seguía siendo la agraria.
No fue hasta los años 60 cuando todo comenzó a cambiar. Con una dictadura que quería lavar su imagen exterior abriendo sus puertas al extranjero, se dan los primeros pasos para cimentar lo que, a la postre, se convertiría en el motor económico de las Islas. Este inicio se produciría en Puerto de la Cruz (Tenerife) y en San Bartolomé de Tirajana (Gran Canaria), con la creación del denominado ‘Maspalomas Costa Canaria’. Ambos fueron ideados para impulsar el turismo de masas de sol y playa y que, ahora sí, permitirían que las Islas comenzaran a vivir una transformación integral, no solo de su sociedad, sino también de sus infraestructuras y sus paisajes.
Ante una Canarias con múltiples deficiencias estructurales, llegaron los primeros beneficios en el desarrollo de la región, pese a que se trataban de apuestas enfocadas a ese turismo por el que se iba a apostar. Grandes aeropuertos, carreteras, grandes complejos alojativos comenzaban a desarrollarse en ese binomio turismo-construcción que, a la par, supuso el primer golpe para las Islas. Una transformación acelerada, acompañada por una cuestionable planificación y ordenación del territorio por parte de las administraciones públicas, han provocado que, por ejemplo, el 43 % de la costa haya sido modificada parcial o totalmente.
Además, según señala el estudio ‘La transformación del paisaje costero a través del turismo en las Islas Canarias. Espacios colectivos y marco normativo en San Bartolomé de Tirajana’, elaborado por Pablo Ley Bosch y Óscar Ignacio de Castro González, en dicha localidad se ha perdido más del 60 % del espacio dunar con el que contaba Maspalomas en un inicio, así como el 22 % de los humedales y el 11 % de sus playas.
No obstante, cabe destacar que casi el 47 % del territorio regional cuenta con alguna protección y que cinco de las ocho islas han sido declaradas, en su integridad, como Reserva Mundial de la Biosfera en su integridad: Lanzarote (en 1993), El Hierro (en 2000), La Palma (en 2002), Fuerteventura (en 2009) y La Gomera (en 2012). Así, la llegada del turismo, hoy en día, se observa como un elemento disruptivo al que, otrora, los canarios se abrazaron para poder avanzar. En esta dualidad, se plantea la necesidad de fijar el pause y tratar de analizar hacia dónde tiene que ir el sector para una plena y calma convivencia con el isleño y que, además, repercutan en ellos los beneficios -principalmente económicos- que genera.
Desde el ámbito económico se vio como una gran oportunidad y, desde el político, como el gran paradigma sobre el que erigir el gran eje constructor, dinamizador y de crecimiento. A nadie se le escapa que la calidad de vida de los canarios evolucionó para mejor, acaparando gran parte del empleo que se genera en el Archipiélago. Sin embargo, en la actualidad, un sector que genera millones de euros de beneficios y que impulsa la economía de toda la autonomía, es incapaz de provocar que el poder adquisitivo de la misma crezca al mismo nivel, manteniendo los niveles de salarios -del sector y de otros vinculados a él- entre los más bajos del país.
Ahora, los grandes retos que se avecinan son los de hacer posible que la llegada de visitantes a las Islas, no suponga un impedimento al desarrollo de la vida de los canarios. Uno de los grandes impactos se ha producido en las ciudades, con riesgo de gentrificación en algunas zonas tras la aparición de las viviendas vacacionales, que han provocado, en parte, la salida del mercado del alquiler de numerosas casas, elevando el coste de las existentes y, por ende, convirtiéndose en una opción casi inimaginable para las nuevas generaciones, que ven como deben aportar gran parte de sus ingresos mensuales al pago del mismo, sin posibilidad de tener unas buenas condiciones de vida.
Por otro lado, el cuidado del medio ambiente y de los espacios naturales se posiciona como un factor clave en el devenir del sector. Cuestiones como la tasa turística o la moratoria regresan de forma cíclica al debate público, como elementos a tener en consideración, así como la protección y regeneración del paisaje, además de una apuesta por la mejora de lo ya existente en contraposición de la creación de nueva oferta alojativa que consuma mayor territorio, si bien el suelo destinado a la planta hotelera y extrahotelera, en la actualidad, representa solo el 2 % del total. Así, Canarias se encuentra ante una de las mayores encrucijadas que marcará, no sólo el presente, sino también su futuro.
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