La Plaza del Pilar ha recuperado el flujo de agua de su icónica fuente que, durante muchos años, formó parte de la vida de pueblo. El pilar brindaba agua dos horas al día, al amanecer y al atardecer, y a él acudían las mujeres y los niños con baldes y vasijas de barro.
Según Carmelo Pérez Rodríguez, cronista oficial e Hijo Predilecto de San Bartolomé de Tirajana, esta estructura permitió que los habitantes, en aquel entonces, “ya no tuvieran que ir a buscar el agua a los charcos del Barranco, ni a los estanques que embalsaban el agua de los montes de la Mediafanega, ni a los pozos de Fiol y de Los Pestanas, ni bajar la cuesta para ir a buscar el agua al pozo de Martinón”.
Este sistema terminó por desaparecer, dejando tras de sí una simple tubería de hierro, que terminó por desaparecer cuando el agua llegó a las casas del pueblo, indica un comunicado.
Ahora, su recuperación y puesta en marcha, tras más de 15 años de inutilización, y realizada dentro del plan de remozamiento de la Plaza, ha devuelto a este núcleo poblacional una estructura histórica y símbolo de identidad de la zona que permitió a la población disfrutar de un recurso tan vital como el agua cuando este no era algo común.
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