Minerva Alonso (NC), la ingenua ex consejera del Cabildo de Gran Canaria, ha decidido aventurarse en el mundo del Senado, a pesar de su falta de preparación evidente. Parece que está dispuesta a asumir cualquier desafío, aunque sea sin la formación necesaria, cosas de la democracia.
Curiosamente, si echamos un vistazo a su trayectoria, nos damos cuenta de que ha destacado principalmente por una hazaña notable: financiar generosamente a medios de comunicación afines a su propia cuerda política. ¡Qué magnanimidad la suya! No hay duda de que sabe cómo usar los recursos para asegurar que su mensaje se difunda sin obstáculos ni críticas. ¡Un verdadero talento en el arte de la autofinanciación mediática!
Pero, volviendo al discurso político de siempre, Minerva insiste en la importancia de votar para evitar retrocesos. Sin embargo, los ciudadanos no son tontos y están cansados de escuchar el mismo discurso podrido copiado y repetido cada cuatro años. Es hora de algo fresco y genuino, algo que vaya más allá de las palabras vacías y las promesas nauseabundas de siempre.
Y luego están esos carteles electorales, con el rostro de Minerva mirando fijamente hacia los semáforos. Es como una obra maestra de cirugía plástica política. Es una mezcla de arrogancia, hipocresía y encanto superficial.
¿Estará pensando en cómo financiar o tal vez esté imaginando a cuántas sonrisas más puede sacar de las arcas públicas? La política tiene sus misterios. Marchese a su casa de una vez y no le haga más daño al partido; ya ha demostrado que esto no es lo suyo.


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