La reciente decisión del Consejo de Ministros de eliminar la obligatoriedad de las mascarillas en varios espacios, alegando el fin de la crisis sanitaria por la covid-19, plantea interrogantes importantes sobre si realmente hemos superado la pandemia. Mientras el Boletín Oficial del Estado (BOE) publica este acuerdo, es crucial cuestionar si es prudente dar por concluido un capítulo tan complejo y aún lleno de incertidumbres.
Si bien es cierto que se hace un llamado a la "cultura de la responsabilidad" y se recomienda el uso de mascarillas en ciertos contextos, como unidades de cuidados intensivos, urgencias hospitalarias y residencias de personas vulnerables, el hecho de que no se recomiende su uso universal es preocupante. ¿Estamos realmente en un punto en el que podemos descartar una medida de protección tan básica y efectiva?
La disposición argumenta que las personas sintomáticas y los profesionales que las atienden deben utilizar mascarillas en espacios compartidos, así como en entornos donde residen personas más vulnerables. Sin embargo, esta recomendación plantea la cuestión de cómo podemos distinguir con certeza quiénes son asintomáticos y quiénes podrían ser portadores del virus sin saberlo. En un escenario en el que la transmisión comunitaria aún es una realidad, la decisión de eliminar la obligatoriedad de las mascarillas, por lo menos en centros sanitarios donde se reunen pacientes con múltiples patologías, parece arriesgada.
Además, se insta a tomar precauciones adicionales en residencias y centros de personas con discapacidad en caso de aparición de síntomas en trabajadores, residentes o visitantes. Esto sugiere que aún existe el riesgo de brotes y, por ende, la necesidad de mantener medidas preventivas. ¿No sería más prudente seguir promoviendo el uso generalizado de mascarillas como una forma de evitar la propagación del virus ?
Es esencial recordar que la salud y el bienestar de la sociedad son responsabilidades compartidas. Si bien es comprensible la intención de aliviar las restricciones y restablecer la normalidad, debemos asegurarnos de hacerlo de manera gradual y basada en criterios sólidos. La eliminación prematura de una medida de protección como las mascarillas puede poner en riesgo los avances logrados hasta ahora y exponer a la población a nuevas olas de contagio.
En este sentido, deberiamos fijarnos en Japón, donde el uso de mascarillas ha sido una práctica arraigada mucho antes de la pandemia. Esto se debe a que en la cultura japonesa existe una fuerte consideración por el bienestar colectivo. Utilizar mascarillas se considera una forma de proteger a los demás en caso de tener síntomas de enfermedades respiratorias, incluyendo la gripe común.
La decisión de eliminar la obligatoriedad de las mascarillas plantea dudas legítimas sobre si la pandemia ha llegado verdaderamente a su fin. La prudencia y la precaución deben prevalecer en momentos como este, y debemos mantenernos alerta frente a una enfermedad que aún representa un desafío global. La salud y el bienestar de la sociedad deben ser nuestra máxima prioridad, y tomar decisiones basadas en evidencia y análisis exhaustivos es fundamental para asegurar un futuro seguro y saludable para todos.
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