Un alicantino de 83 años crea un Belén de Navidad en su jardín en homenaje a La Palma

Francisco Vinal, un hombre de 83 años nacido en Orihuela (Alicante) siente pasión por los belenes de Navidad. Cada año crea una temática distinta que empieza a planificar con 6 meses de antelación en su casa de campo de la localidad levantina, cuyo objetivo es mejorar la originalidad y creatividad. No en vano, suele recibir premios en el concurso del consistorio local.

El tradicional belén cobra un gran protagonismo este año, pues en esta ocasión, ha recreado en la rocalla de su jardín el archipiélago canario. Un homenaje a las Islas Canarias, en especial a La Palma y a sus habitantes en un momento dramático marcado por la erupción del volcán de Cumbre Vieja. “Para la construcción, Francisco cuenta con la ayuda imprescindible de su mujer, su jardinero Alfonso, sus hijos y sus nietos, y de cualquiera que pase por allí” señala la familia.

Las grandes rocas volcánicas representan las siete Islas Canarias: El Hierro, La Gomera, Tenerife, Fuerteventura, Gran Canaria, Lanzarote y La Palma. Esta última, por supuesto, expulsa una lava figurada con espumillón rojo y fuego real. El nacimiento y el resto de las figuras del belén, se reparten en este entorno donde encontramos grandes y diversos cactus adornados por ángeles artesanales, graba volcánica, y presidiendo todo ello, un esplendoroso drago iluminado para la ocasión procedente de Tenerife desde hace 40 años. “Es un orgullo, nos transporta mágicamente a Canarias” afirman con gran emoción.

Don Francisco lleva las islas en su corazón donde vivió su hija mayor y nacieron sus dos nietos, sin embargo, su amor por ellas comenzó a partir de su viaje de novios junto a su mujer, Josefa. Un empresario electricista hasta la jubilación cuando le diagnosticaron Parkinson, aunque la enfermedad no le impide su ilusión por formar el Belén de Navidad.

En cierta ocasión realizó el nacimiento con figuras hechas de garrafas de vidrio que iluminaba desde dentro y que luego instaló en un pesebre construido con auténticas balas de paja. En otra oportunidad, y aprovechando un viejo arcón frigorífico, representó el episodio bíblico de la separación de las aguas de Moisés, con plantas en miniatura que crecían en las planicies circundantes gracias a la humedad ambiente.