"La primera palabra en español que he aprendido es ‘mañana’, porque cada vez que preguntamos por un médico, por un abogado, ropa o una medicina, la respuesta que recibimos de Cruz Roja es, ‘mañana’”.
Abu es el nombre ficticio de uno de los ocupantes del hotel Puerto Calma, en la localidad sureña de Puerto Rico. Está cerca de cumplir cuatro meses desde que fue rescatado por Salvamento Marítimo de un cayuco -junto a otras 47 personas- procedente de la costa occidental africana. Prefiere no recordar la travesía por el océano Atlántico, aunque confiesa que comían un paquete de galletas por día. Era el único avituallamiento del que disponían.
Tiene 25 años y procede de Mali. Concretamente, Abu es natural de la ciudad occidental de Kayes, a 510 km de Bamako, capital de la nación. Con respecto a esta zona, el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET) manifestó el pasado mes de mayo que "la región oeste no había sido afectada por el terrorismo yihadista hasta ahora, pero durante los últimos meses se ha registrado un incremento de la actividad en la zona occidental", incluida la región de Kayes.
Abu juega al fútbol en la playa con otros inmigrantes, en su mayoría malienses, pero también senegaleses, gambianos y algún marfileño. Mientras el partido sigue sin él, y otros tantos hacen flexiones y sentadillas en los extremos de la playa, Abu se confiesa desesperado. En francés, explica que lleva "más de tres meses aquí". "No nos dicen nada sobre nuestra situación y ni siquiera podemos pedir el asilo. Mi país está en guerra y no puedo volver", relata. Desde que el resto de los chicos se percataron de la conversación, se unieron progresivamente, elevando la voz y solapándose.
Todos manifiestan el mismo sentimiento. No poder seguir su ruta para llegar al resto de España y Europa significa para muchos sumir a su familia en la miseria. Los varones exponían que han migrado para poder trabajar y dar un mejor futuro a sus familias, pues, según dicen, son el sustento del resto del seno familiar. "Si yo no trabajo mi familia no come", sostiene Babacar, procedente de Senegal. "En mi país", continúa, "no quedan peces". "Todos los senegaleses que hemos venido somos pescadores y la situación es desesperante. Por último, salíamos por un par de días al mar y volvíamos con las manos vacías", señala.
Omar Diaw, presidente de la Asociación de comunicadores pesqueros de radios comunitarias y generalistas de Senegal, explica a través de una entrevista telefónica que actualmente hay 58 barcos europeos, chinos y coreanos en las costas senegalesas. "Son naves bien armadas, así que dejan fuera de juego a los pescadores lugareños", apunta. Babacar corrobora este dato con una afirmación: "Nos quitan nuestro pescado, nuestro trabajo. Si pudiera seguir pescando en Senegal jamás me hubiese ido. Mi mujer y mis niños siguen allí".
Los malienses relataban paralelamente otra situación, en este caso, provocada por la crisis política, la inestabilidad social y la violencia casi endémica practicada por distintas facciones de grupos rebeldes y yihadistas. Cuentan que huyen de la guerra porque ser hombre en su país es un riesgo. Abu, con la mirada firme, sostenía que "cuando llegan los yihadistas o te unes a ellos o te matan, aunque a veces ni siquiera te dan opción y te pegan un tiro directamente". "Las mujeres tienen más suerte, ellas son violadas, pero no las matan", añade. Después, silencio. No intentó siquiera endulzar sus palabras.
En el hotel Puerto Calma, las constantes quejas de los migrantes sobre la comida en mal estado y la incertidumbre sobre su situación llevaron a Abu y al resto de los ocupantes a iniciar una huelga de hambre en la jornada del pasado miércoles para hacer visible su situación. La noche antes de iniciarse, Abu recordó lo que ya había expresado días antes en la playa: "La primera palabra en español que he aprendido es ‘mañana’, porque cada vez que preguntamos por un médico, por un abogado, ropa o una medicina, la respuesta que recibimos de Cruz Roja es, ‘mañana’”. A partir de las 09:00, -mujeres, niños y bebés incluidos- comenzaron a salir a las puertas del hotel para mostrar su desesperación, causada, según dicen, por el impedimento de llegar a la península. Sin embargo, la descoordinación y el miedo de algunos manifestantes a represalias desembocaron en el parón de la huelga horas más tarde.
Fuentes de Cruz Roja declaran a este periódico (Tiempo de Canarias) que "en los hoteles no hay ni médicos ni abogados para tramitar los asilos de los que vienen de Mali o a los posibles refugiados políticos". "Solo contamos con los servicios de atención primaria, que vienen al hotel para examinar a los aislados por Covid, el resto tiene que estar casi muriéndose para poder recibir atención médica", explican. "En esos casos los llevamos al centro de salud", y continúa diciendo que la comida que se sirve a los migrantes "es un desastre", al igual que el "descontrol que existe en cuanto a los menores".
Los menores en los hoteles del sur de Gran Canaria no están tutelados
Los menores que permanecen en hoteles, donde la ayuda humanitaria es dirigida por Cruz Roja, no están tutelados y pueden salir y entrar del recinto turístico en la misma franja horaria que los mayores sin ningún tipo de vigilancia. Salif (nombre ficticio), de 14 años y procedente de Mali paseaba junto a sus dos amigos, también menores, por la avenida de la playa de Puerto Rico sin ningún tipo de tutela o acompañante mayor de edad. Los tres chicos manifestaron que "nadie cuida de ellos cuando salen a la calle". Esta situación, según confirma la fuente de Cruz Roja se extiende a la totalidad de instalaciones turísticas que coordina la Organización.
Conforme a lo relatado por la fuente dentro del cuerpo de ayuda humanitaria, debido a los incidentes que se han dado últimamente por parte de ciertos grupos de migrantes, "todo aquel que llegue borracho no puede entrar, y esa noche duerme en la calle". Esta medida disuasoria parece haberse aplicado igualmente a los menores de edad, pues según sentencia la fuente, "ha habido un caso en el que un menor llegó borracho y vomitando a la puerta del hotel porque había pasado todo el día bebiendo con los mayores y no le dejaron entrar al recinto, por lo que esa noche terminó durmiendo en la acera de enfrente".
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