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PANDEMIA | CORONAVIRUS

El confinamiento de cuatro familias del Sur de Gran Canaria

Silje y Christiane juegan en su garaje a unos bolos improvisados. Silje y Christiane juegan en su garaje a unos bolos improvisados.
NOELIA VIERA
Viernes, 10 de Abril de 2020
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En la casa de los Aegesen (Iris, Leif Inge, y sus tres hijos Isak (10 años), Silje (14 años) y Christiane (17 años) ingenian todo tipo de actividades para que el confinamiento sea lo más entretenido posible. Esta familia de origen noruego, con residencia en Arguineguín desde hace tres años, ha organizado la “Yincana Corona” en la que cada día compiten entre ellos y establecen dos actividades. También han montado un mini golf  en la terraza. “Evitamos así que cada uno este metido en sus teléfonos y aparatos electrónicos. Tratamos de interactuar y estar en familia lo máximo posible”, asegura la madre de familia. Todas las tardes noches también juegan y charlan con sus vecinos, que tienen hijos de edades similares. Cada uno desde su balcón. En esta familia tratan de que no haya espacio para el aburrimiento y, sobre todo, que el ambiente sea lo mas cordial posible. Es por ello, que desde el primer día del confinamiento sus padres tuvieron una conversación con los hijos. “Hablamos con los niños sobre el hecho de tener paciencia y evitar enfadarse porque sabíamos que íbamos a tener que estar todo el tiempo encerrados en casa”, cuenta Iris.

 

Iris es la que lleva “las riendas de la familia”. Ahora teletrabaja como profesora y tiene que organizar el momento de trabajo, con el de ir a por la compra, hacer la comida o atender a su marido, quien sufre de fibromialgia. Hay días buenos y malos. El no poder salir a pasear ha frenado la evolución de Leif Inge, y por tanto incrementado sus dolencias. “Hay días más complicados, pero lo llevamos bien, mis hijos tienen conciencia de lo que está pasando y colaboran en todo lo que pueden”, indica. La familia tenía planeado viajar a su país natal en Semana Santa, pero casi que prefieren haberse quedado por el bienestar y seguridad de todos. “En España están afrontado la situación con medidas más restrictivas lo que me da mayor seguridad para la salud de todos”, opina Iris. En Noruega permiten las salidas puntuales a hacer deporte, mientras que los colegios y guarderías volverán a abrir la semana que viene.

 

También han tenido que posponer la confirmación de su hija Silje -una tradición muy arraigada para los noruegos- y para la que se preveía la visita de unas 20 familias de su país. No obstante, ello no impidió que Silje se vistiera con el traje tradicional e hiciera una sesión de fotos que compartió con sus familiares. “Lo llevamos lo mejor que podemos, ahora hacemos más actividades con los niños porque tenemos tiempo, y seguro que de esto saldremos reforzados”, añade Iris.

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Son aproximadamente las ocho de la mañana, en la casa de los Marrero-Melantuche  en el El Tablero de Maspalomas. El pequeño Luis, de dos años y medio, sale de su cama-cuna para ir a la habitación de sus padres. “Papá bibe en el sofá”, repite un par de veces hasta que Luis (padre) se va con su hijo al sofá y le pone los dibujos mientras prepara su biberón. Así eran las mañanas de casi todos los fines de semana, pero con el confinamiento, la escena se repite cada día. Luis Marrero aprovecha mientras desayuna para iniciar el teletrabajo. Es arquitecto técnico en una oficina del sur de Gran Canaria. Begoña, su pareja, se levanta más tarde. Está embarazada de dos meses por lo que hay días en los que se siente con menos fuerza. “Me cuesta muchísimo levantarme de la cama, no sé ya si es el embarazo o el estar tanto tiempo encerrada”. Aún así, es la encargada de cuidar de Luis hasta la hora de la comida para dejar que Luis padre avance con su trabajo.

 

Un rato dibujos, otro pintar o hacer actividades del cole, pero en este último caso los resultados no son muy óptimos. “No tenemos paciencia ninguno de los dos para enseñar a un niño tan pequeño porque nos ignora y se distrae muchísimo, de verdad que no sabemos como lo hace la profesora”, relatan.

 

El momento después de comer es el “momento relax”. Luis duerme la siesta pero no le dejan dormir más de una hora, como mucho hora y media, si no por la noche le dan las tantas. Tras la siesta “llega la hora de quemarlo, intentar que gaste la mayor energía posible dentro de casa para que coja el sueño por la noche”, afirma su padre. Cualquier actividad es buena: el escondite, a los superhéroes, el pilla-pilla… Aún así sus padres reconocen que desde que iniciara el confinamiento hay momentos de estrés por lo que le dejan el Ipad para jugar "más de lo que deberían. Otras veces lo hacen para hacer videollamadas a su amigo Enso, a sus abuelos o a su madrina, entre otros.

 

Al llegar la noche y después del baño, llega el momento de “bajar las revoluciones” del pequeño. Toca “momento peli Disney” los tres juntos en el sofá hasta que Luis se quede dormido. Luis no extraña salir a la calle ni ha preguntado a sus padres por qué no va al colegio. “Estamos sorprendidos de su comportamiento, nunca hemos pasado tanto tiempo los tres juntos, 24 horas al día y Luis está súper cariñoso y se le nota más feliz que nunca”, afirma su madre.

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Por su parte en la familia Suárez Santana, natural de Tunte y Ayacata, Isabel y Carlos intentan que la rutina de Hugo, de 16 meses, sea lo más parecido a la de siempre. “Le despertamos temprano, le damos su desayuno y lo vestimos como si fuera a ir a la guardería. Hacemos actividades con él que vamos sacando de internet, y que ayudan mucho en este momento”. La clave para sobrellevar el confinamiento está en establecer rutinas. Su padre continúa trabajando en el muelle de Las Palmas, donde se encarga de recoger mercancía. Antes de llegar a casa toma todo tipo de precauciones. “Se quita la ropa y zapatos en la terraza antes de entrar a la casa y cuando entra va directo a la ducha. La ropa la lavamos a 60 grados”, cuenta Isabel.

 

Los fines de semana es el momento para estar todos juntos. Llegan las fiestas en la terraza y los baños de Hugo en su pequeña piscina. “Intentamos que para él sea lo más llevadero posible, pero a veces se nota que está agobiado porque necesita ver gente", subraya su madre.

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En la familia Santana Romano, las hermanas Aghata e Irene comenzaron la cuarentena con varias discusiones fruto de los nervios y el estrés. “Al principio estaba estresada porque las veía a ellas discutir, a la mayor nerviosa por los estudios y a la pequeña subiéndose por las paredes..pero ya nos hemos acostumbrado dentro de lo que cabe”, cuenta Rosa, la madre de familia.

 

Irene se prepara la EBAU, quiere hacer derecho y le gustaría especializarse en derecho civil. La incertidumbre, los cambios de fecha en la prueba y el curso le ha generado varias situaciones de agobio. Finalmente, la EBAU tendrá su primera convocatoria, si todo marcha bien, entre el 1 y el 3 de julio. Irene comienza sus mañanas haciendo un poco de deporte para después meterse de lleno en estudiar y organizar esquemas. Los profesores le están facilitando el temario de manera virtual, le mandan trabajos y explican aquello que no les ha dado tiempo a dar de forma presencial. “Llevo casi todas las asignaturas bien, el problema llega en mates. El profesor cuelga videos explicando pero muchos de mis compañeros y yo no terminamos de entender los ejercicios, porque nos surgen muchísimas dudas”, asegura.

 

Mientras tanto, su hermana Aghata, de 9 años, por las mañanas hace manualidades, deberes y deporte. Al llegar la tarde, toca defensa personal con su padre y tomar el sol o jugar con Irene. Tras la cena, llega el momento de estar todos juntos en familia, normalmente para ver una película. Aghata reconoce que al principio le costó adaptarse pero ya lleva mejor el no poder salir. Y casualmente lo que más echa de menos es algo que antes no le gustaba tanto. “Antes el cole era un poco aburrido, pero en el recreo al menos podía jugar con mis amigos pero ahora no puedo ni hacer eso”, lamenta.

 

Cuatro familias con diferentes formas de sobrellevar el confinamiento, pero todas son capaces de sacarle el lado positivo a este momento, en especial sus padres, quienes coinciden en que ahora “podemos estar más tiempo con nuestros hijos” y probablemente después de esto “sabremos valorar mejor el tiempo y el estar en familia”.

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