Llevan más de medio mes en la primera línea de batalla para frenar la pandemia del coronavirus. Atienden cada día a los infectados por COVID-19, analizan la avalancha de nuevos casos sospechosos y tranquilizan a aquellos que, sobrepasados por el miedo, acuden en busca de ayuda. Conforme pasan los días el cansancio pesa, la carga psicológica aumenta y el miedo a contagiar a sus familiares, más que a ellos mismos, les lleva a vivir en una situación de estrés y ansiedad continua.
Son los que ahora llamamos héroes. Visten de bata, guantes y mascarilla. Son héroes que prefieren, en su mayoría, permanecer en el anonimato. Cuando termina la jornada y los sanitarios llegan a sus casas, antes de cruzar la puerta y relajarse inician todo un “ritual” para evitar cualquier atisbo de contagio. “Primero te quitas los zapatos antes de entrar, metes tu uniforme en doble bolsa que rompes en la lavadora, y las llaves, cartera, móvil los limpias y van a una caja…”, relata A.H.L. enfermero en una Unidad de Rehabilitación de Psiquiatría de larga estancia, dependiente del Hospital Doctor Negrín. Lo más difícil llega al cruzar la puerta. “No puedes llegar y dar un beso, tienes que evitar que los niños se acerquen y les cuesta entenderlo porque son muy pequeños”.
Hay quien cree que el reconocimiento al personal sanitario no solo debería existir en tiempos de crisis, sino que debería ser algo inherente a la sociedad. Porque en el concepto extendido de "heroísmo” aseguran que puede llevar a tolerar la "precariedad asistencial y profesional. Y es que reclaman, al unísono, más recursos humanos y económicos para hacer frente a la pandemia, pero sobre todo, que cuando esto acabe no vuelvan a “caer en el olvido”. Así lo espera S.G.Q., radióloga del Hospital Insular de Gran Canaria, quien asegura que el reconocimiento diario de los aplausos desde los balcones “es un aliento más y nos da fuerza”, si bien “muchos compañeros se meten en el papel de héroes y eso no es del todo bueno, termina quemándote, ya que al final somos personas”.
Cuando S.G.Q. sale de su turno aprovecha para relajarse y desconectar. Una de las cosas que evita a toda costa es ver telediarios. “Nos recomiendan evitar la sobreinformación, hay demasiadas noticias, cada uno dando su punto de vista y al final es dar vueltas constantemente a lo mismo”, subraya. Su hermano pequeño, que estudiaba en Madrid, se ha venido a su apartamento para pasar el confinamiento con ella. “Es bueno tanto para él como para mi, a mi me ayuda a distraerme y no estar sola cuando llego a casa”. Asegura que lleva la situación “bien dentro de lo que cabe”, aunque reconoce que se viven situaciones de estrés y nerviosismo entre compañeros, principalmente, por el miedo a contagiar a sus familiares.
Siete de cada diez profesionales sanitarios canarios se sienten desprotegidos en sus puestos de trabajo en esta emergencia generada por la pandemia de COVID-19. Más del 90% considera que los recursos materiales en sus hospitales no son suficientes y teme llevar el virus SARS Cov-2 a casa. Tal y como reveló una encuesta interna elaborada por uno de los sindicatos con representación en la mesa sectorial de Salud en Canarias, Asaca.
Necesidad de test rápidos
S. S.G.Q. es una de las médicas que durante la guardia en el Insular se encarga de analizar las radiografías de tórax en busca de hallazgos radiológicos característico para COVID-19 en aquellos pacientes que acuden a urgencias con clínica respiratoria, ayudando al manejo clínico hasta que se realiza la PCR cuyos resultados salen dos veces al día confirmando o descartando la infección. Los test rápidos que adquirió el Ministerio de Sanidad se van a quedar únicamente en la Península, lo que no permite tener una radiografía más real de la situación en la que se encuentra Canarias, que se sitúa entre las comunidades con las tasas más bajas de hospitalizaciones y fallecidos por cada 100.000 habitantes. En opinión de A.H.L. estos test son necesarios al menos para el personal sanitario, “porque hay que garantizar que no somos un vector de contagio”, y para los mayores por su alto riesgo. “Si tienes test puedes mandar a trabajar a un médico con sospecha de COVID-19 con 2 negativos en 48 horas, pero si no lo tienes ese médico o enfermero tendrá que hacer un aislamiento estricto de 14 días...eso no es operativo con un recurso humano tan escaso”, subraya.
En los servicios de Urgencias el protocolo a seguir es que cualquier paciente puede ser un posible infectado de coronavirus, se deduce según los síntomas y aquellos que presentan un patrón más característico se les trata en aislamiento, cuyo personal cuenta con Equipos de Protección Individual (EPI). “Las primeras semanas en el triaje se hacían preguntas de posibles viajes a las zonas más afectadas o posible cuadro de síntomas….pero hoy cualquier síntoma puede ser un signo de alarma”, relata Silvia B., enfermera de una clínica privada del sur de Gran Canaria. En su centro hospitalario no cuentan con pruebas para determinar si realmente son pacientes positivos o negativos, un hecho que ha llevado a varios sanitarios a permanecer en sus casas a la espera de esta prueba. “Lamentablemente los compañeros que han tenido algún síntoma han tenido que llamar al mismo número facilitado al igual que cualquier otra persona no sanitaria y simplemente se les ha preguntado si han estado en contacto o no con algún paciente positivo y cuales son sus síntomas, obligados a quedarse en casa a la espera de que lleguen a hacerles el test, cosa que en todos los casos que conozco nunca se ha producido”.
Para Pablo Martín, enfermero en el servicio de Urgencias del Centro de Salud de Jinamar, está crisis sanitaria se ha gestionado mal a nivel estatal. “Desde el inicio hemos estados desinformados, no tenemos material adecuado de protección por escasez…no ha habido previsión y los protocolos han venido retrasados por eso hay tantos compañeros infectados”, manifiesta. Canarias alcanza ya el millar de infectados por COVID-19, de los que el 20% de ellos son personal sanitario. En el centro en el que trabaja Pablo, un equipo de sanitarios atendieron a un infectado y el equipo entero de urgencias tuvo que ponerse en cuarentena.
La soledad del paciente
Los procolos desde el inicio de la crisis sanitaria han ido cambiando todos los días, y sus restricciones afectan emocionalmente tanto a pacientes como a sanitarios. “Lo peor es la soledad del paciente, el que ni reciban visitas y no tener contacto con los suyos. Verlos solos mirando por la ventana esperando a que alguien te pregunte como estás, pues es jodido”, asegura Herenia G., enfermera del Insular. Se llama empatía con el paciente y Herenia asegura que en estos momentos lo tiene al 200%. Cuando llega a casa trata de “ver películas, series, bailar, cantar e intentar por todos los medios no ver telediario, pero sobre todo lloro con mi pareja y aprovecho para desahogarme”, confiesa.
Por su parte, Silvia B. no encuentra palabras que puedan explicar “lo que ve y siente” un personal sanitario. “Nadie sabe lo que es atender con una sonrisa y cariño a un paciente cuando justo antes el anterior paciente no ha corrido esa misma suerte”. Confiesa que, en su caso, es mucho más difícil demostrar la empatía, sobre todo, cuando tiene que vestir con un EPI “ya que apenas se nos ve la cara, tenemos que esforzarnos más en tratarlos con especial empatía y además suplir la falta de apoyo, ya que no cuentan con el de sus familiares”.
Se prevé que el pico de contagios de la enfermedad se alcanzará esta semana en Canarias, y los ingresos hospitalarios y las defunciones empezarán a descender la próxima. Los expertos coinciden en que el "reto" es salir del aislamiento sin que se produzcan nuevos brotes. “La batalla no se ha ganado”, pero hasta el momento el “mejor arma” es el confinamiento de la población, coinciden. Mientras tanto, cada jornada laboral volverán a ponerse sus batas, guantes y mascarillas para enfrentar a este virus que ha paralizado medio mundo. Cada día suma, y desde que empezara esta crisis es un día nuevo hacia la esperanza, porque como apunta Pablo Martín “esta batalla se gana: guardia a guardia”.







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