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FIDEL ARAÑA

El lenguaje de guerra desafía a la esperanza

FIDEL ARAÑA Martes, 31 de Marzo de 2020 Tiempo de lectura:

· Las mentiras bélicas de nuestro Gobierno no son fake news. Están suficientemente contrastadas y también corren por las redes sociales mucho más veloces que Forrest Gump

· Médicos y sanitarios están exorcizando al demonio sin los equipamientos religiosamente necesarios para prevenir y evitar la propagación de los contagios

Soy uno más entre los muchos millones de españoles que estamos asistiendo a la muerte prematura y lenta y a los entierros silentes y a los encierros agónicos de España (esa España linda, esa España fuerte, esa España nuestra) agradecidos hasta el tuétano con el valiente proceder diario de los profesionales de la salud y la medicina, pero también muy cabreados, incluso hasta el asqueo, con la devastadora pandemia de inoperancia supina que está demostrando el gobierno hídrico de Pedro Sánchez desde antes de que el luto empezara a cabalgar libre y disoluto por todas las calles del país.

 

Soy uno más entre los millones de españoles que se siente indignado con las reiteradas mentiras que el cabeza visible de nuestro Gobierno nacional nos está suministrando como píldoras expiatorias desde el principio de “esta situación de guerra”, que es el gran vocablo bélico en boca de todos los portavoces gubernamentales que nos exhortan “valor” y “unidad”, y que viene siendo utilizado por esos próceres impostados desde antes de que el Cherif de La Moncloa decretara el ‘Estado de Alarma’ tarde y mal. Muy tarde y muy mal.

 

Las mentiras bélicas de nuestro Gobierno no son fake news. Están suficientemente contrastadas y también corren por las redes sociales mucho más veloces que Forrest Gump. Son una evidencia cruel y dolorosa, porque su capilaridad social está justamente donde no debiera estar. Las encontramos en las morgues y en los palacios de hielo utilizados como morgues, y se manifiestan sobre todo en los Hospitales y en los pabellones adecuados como hospitales.

 

Allí, donde ninguno queremos vernos ni estar, la enfermedad viral a la que el inexperto y poco humilde Gobierno de Sánchez no prestó la debida importancia (es una simple gripe común, dijeron, y eso fue lo que en confianza nos pidieron creer) está socavando ya las principales trincheras del Estado. Allí, en los hospitales, el enemigo invisible está hiriendo de muerte la aplaudida valentía de los médicos y sanitarios que están asistiendo y ayudando a la población a costa de perder su propia vida, exorcizando al demonio sin los equipamientos religiosamente necesarios para prevenir y evitar la propagación de los contagios.

 

Y lo peor, nos están repitiendo también con tono de advertencia guerrera nuestros portavoces gubernamentales, “aún, aún está por llegar”. Ojo. En Italia, donde también se están librando “duras batallas”, con delantera respecto a España en los cañonazos contra el bicho abisal, ese algo peor ya está pasando. El corresponsal de ABC en Roma, Ángel Gómez Fuentes, avisa de “graves tensiones”, de “saqueos en supermercados y desordenes públicos por el hambre”, y también de “llamadas a la rebelión” a través de las redes. La alarma sobre ese clima hostil la lanzan “los servicios secretos italianos, alcaldes, párrocos, responsables de Cáritas y asociaciones de voluntarios”, dice el periodista. Incluso el Papa Francisco. No es bobería. Antes de que el bicho se formateara en dinosaurio, la situación azzurra ya estaba malamente. Sabemos de forma más que notoria que desde hace un par de años miles de súbditos italianos empezaban a censarse como vecinos sobre todo en las pujantes zonas costeras de España. Maspalomas entre ellas. Según Gómez Fuentes, el alcalde Leoluca Orlando, de Palermo, tilda la actual situación de “grave emergencia social”.

 

Miedo y credibilidad

 

¿Y en España qué?. En nuestro querido y amado país de pandereta, con hospitales colapsados y donde el humor no se pierde ni en el fragor de los duelos ni aún en el paso lento de los entierros, la gran pregunta se pospone intencionada, se esconde en el futuro, se difumina en el después, se canaliza pirata en la incertidumbre cancerosa que ha empezado a apoderarse del sueño, y se trasmite televisada a cuentagotas como los reales decretos que el gobierno de Sánchez, nuestro gobierno, ha venido improvisando con total naturalidad, como si el virus mortal y pandémico que nos está matando sólo fuera una simple gripe más.

 

También está demostrado que cuando España comenzó a perder la guerra por las derrotas sanitarias y económicas contra el coronavirus que nos tiene confinados, nuestro Presidente se quitó de en medio y se escondió detrás de los portavoces. Para que no se note su miedo, Sánchez sólo sale ahora muy puntualmente a dar la cara, pero con censura, sin periodistas y sin preguntas directas que le puedan desenmascarar y poner de frente ante el paredón de la realidad.

 

Hay un porqué. El adjunto a la dirección de ABC,  Manuel  Marín, describe con meridiana perfección que la gráfica presidencial y gubernativa es ahora desequilibradamente descendente: se hunden con ruido y estrépito las curvas  de eficacia, imagen y credibilidad de Sánchez y su gobierno. Eso es apreciable y contrastado por la ciudadanía participativa en las redes. Frente a ese hecho, Marín nos dice que la mercadotécnica no puede seguir sosteniendo artificialmente a un gobierno desbordado y propagandista que ha gestionado con populismo apoyándose en un periodismo afín. Todo un “drama colectivo”, afirma.

 

Respecto de Sánchez y el comportamiento del gobierno bicéfalo en esta situación pandémica, Marín añade: “Como el planeta, tendrán que reinventarse porque la mera empatía social o la simple afinidad ideológica con un gobernante desbordado, capaz de diseñar engaños masivos para ocultar los errores de gestión, ya no le eximen de un deterioro irreversible y altamente contagioso, en la medida en que la incertidumbre socio-económica y la desesperación emocional se agraven más”. (…) A Sánchez solo le falta completar la fase de autocrítica y de petición de perdón para que los españoles conserven ánimos para seguir sumando con generosidad. Solo le falta el reconocimiento de que su gobierno era artificial, producto de una coalición forzada repleta de ministros inexpertos y de gestores cosméticos cuyo único mérito era forjar la ideologización perpetua de una ingeniería social radical. Un Gobierno sostenido sobre la impotencia y sorprendido -como lo habría sido cualquier otro presidente-, pero incapaz de reaccionar, rehén de una terca pasividad y preso de un complejo ideológico anacrónico frente a una enfermedad”.

 

Está claro que ahora no toca, ni tampoco tocará durante el doloroso y lento proceso de salida de la crisis, pero intuyo que, más pronto que tarde, y aún viviendo en el transcurso de dicho proceso, con el sabor amargo de la muerte por coronavirus aún en los labios, la ciudadanía española saldrá cabreada a las calles en la que será la mayor manifestación social jamás planteada en este país, pidiendo al gobierno de Sánchez una gran reforma efectiva del Estado Democrático Social y de Derecho, exigiendo más servicios públicos y menos polítiqueo. Es más que probable que conlleve la ruptura del actual gobierno e incluso la celebración de una nuevas elecciones con un llamamiento generalizado a la participación masiva. ¿Y después?..., Después poco importa ahora, porque desde ya y en adelante ya poco o nada será igual.

 

Seguro que ganaremos. La victoria es nuestra. Juntos venceremos. Unidos saldremos adelante. Lo conseguiremos… Pin, pan, pun… todos esos lemas de entonación melódico-bélica que nos encandilan y dan confianza ante el temor y expectativas por lo desconocido. Algo cambiará, algo cambiaremos. Esa es presumiblemente la respuesta. La respuesta que se habrían otorgado a cada instante durante sus viajes Colón y todos los exploradores. Incluso los espaciales. Y también antes y durante ese trayecto las gentes que les apoyaron. Y Sánchez lo sabe.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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