Esa esperanza que revolotea
En este tiempo nuestro de sombras y temores, algo muy distinto y con alma empieza a caminar, a moverse, a despuntar como una punta de luz hipnotizadora. Es un algo que tiene algo; un algo diferente y valiente, un algo sin miedo, envolvente, capaz de capacitar cambios y de transformar en otras obras esenciales nuestras realidades.
Se percibe. Cada vez más. Se acerca cada día más fuerte. Creo que en cada uno de nosotros con mayor presencia y más esencia. Pero en la pandemia de egos que nos devora aún se huele distante, como una ilusión todavía lejana, en tránsito, de camino hacia alguna parte conocida, como los trenes que van y vienen, como las miradas que nos miran de frente.
Ese algo apenas asomado, tímido aún, nos duele. Es una voz anticainita que pelea a diario con la censura emoticónica. En puridad desea andar libre, abrirse camino y volar de mil maneras, explorar atónito y sin antisépticos todo lo desconocido.
Como una tenue vibración, aún desnuda, ese desconocido que llega furtivo está plagando de iones conductuales el ambiente, y aprovechando para deslizarse cualquier ranura que lo superfluo le deje como senda expedita.
En el frasco global de rímeles y plásticos, de milongas y oropeles envolventes donde reposan nuestros letargos en disputa permanente con el absurdo, ese algo todavía desconocido tiene aroma de imán imaginativo.
En su primera impronta, como un rasgo distintito y minúsculo, pudiera parecerse a un revoloteo febril, juguetón y bullicioso de peces voladores que planean sobrecargados sobre nenúfares y gardenias en un jardín boscoso, donde los amantes respiran desafiantes y con decidido delirio, entre decididas caricias y delicadas delicias inacabadas. Como si no hubiera un después y como si todo se difuminara mañana, como si sólo importara el ahora, que en puridad y verdad es lo verdaderamente importante.
Ese algo es un algo que se está colando por las redes arteriales de nuestra vida como un alegre silbo dispuesto a ser oído y, después, sólo algo después, muy poco después y un poco más allá, escuchado como un arrorró coral en una vigilia de serenatas.
Es verdad que todavía es un aire escaso, de escasa entidad, de notas cortas, de tonos bajos; pero es un esperanzador despertar de signos disponibles, en disposición de ser compendiados y asimilados como composición grupal y, leídos en melodía para una interpretación filial, convertirse en la más hermosa opera que pueda escucharse entre los fragmentados edificios sonoros del mundanal y musculoso ruido que está perturbando el silencio, y la televisación mental de nuestros días.
Ese algo distinto que llega está vivo, y está lleno, y viene para quedarse definitivamente, para plantar semillas de cordura en el vacío existencial en el que sobreviven nuestros anhelos. Su poder infinito se inoculará lentamente en todos nosotros y nuestras armaduras dejarán de ser perennes.
Cuando el amor esperanzado se instale llegaran nuevamente las lluvias y los soles, y veremos pasar las estaciones, y desde las ventanas del alma disfrutar del rebrote emocionado de las emociones. Cuando muramos sin miedos, las derrotas y las victorias, que seguirán existiendo, ya no serán nunca iguales.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.








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