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FIDEL ARAÑA

El amor, para ganar cualquier batalla

FIDEL ARAÑA Viernes, 20 de Marzo de 2020 Tiempo de lectura:

No esperemos a después ni a mañana, nos dice la vida. Hagámoslo ya, ahora, en tiempo real, en el tiempo de la vida real y después…

Somos viento y polvo. Sin los otros sólo somos ausencia, viento y polvo. ¿Qué somos si no, sin la presencia de quienes conocemos; sin el amor o el sinsabor del desamor que damos a otros y que recibimos de otros?. 

 

Sin ellos sólo somos olvido y silencio; una lluvia penitente sobre otra lluvia penitente, que llueve repetida como un eco sobre una lámina difusa de agua de lluvia ya inerte, ahogada y eterna, sin semilla, sin tierra donde germinar, sin un sol para crecer y florecer. Sin el otro no somos nada. Sólo vacio y horizonte sin medida, un anhelo desmedido, un duelo.

 

La vida dice que sólo somos nosotros cuando estamos en conexión, que somos voz y ojos y manos y oído y olfato, y pensamiento y sentimiento, idea y sueño, esperanza y fe, sólo cuando estamos en comunicación con otros, conectados con lo otro. Sin el espejo de esa humanidad somos desierto, una sombra de hielo frio en una noche oscura, un haz de negra luz desbocada en la lejanía del universo; sólo sal y agua salada en un mar infinito.

 

La vida nos pregunta a cada momento que si aún estamos a tiempo de decirnos te quiero, y nos da la posibilidad a cada instante de estar a tiempo, aún a pesar del tiempo, de decirnos te amo, de pedirnos perdón y de decirnos lo siento, de pedirnos por favor el perdón sincero; y de dar las gracias, de agradecer la vida.

 

Hagámoslo, nos dice la vida. No esperemos a después ni a mañana, nos dice la vida. Hagámoslo ya, ahora, en tiempo real, en el tiempo de la vida real y después… vivamos, hasta donde sea, hasta cuando podamos, allende quiera llegar nuestro aliento.

 

Es en estos tiempos de escombros y cobijos donde el amor verdadero aparece desnudo como refugio y mantel, transfigurado en el espíritu de música y color que cura cualquier herida. En ese delgado pasillo el otro representa el amor sincero que nos llena de gozo. Siempre fue el otro el pozo hondo y profundo de la vida; la representación victoriosa de la victoria en cualquier batalla; el aliento de la mano tendida en nuestras derrotas; el primer camino que aprendimos a andar -sin correr- para ser y vivir en compañía.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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