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Lo que quema el fuego

ANTONIO JAVIER RODRÍGUEZ GONZÁLEZ Lunes, 26 de Agosto de 2019 Tiempo de lectura:

No le llegará el olor de la pinocha húmeda, pero si el grito de los pinos que llena de resina los barrancos, tras el calor de un fuego provocado.

 

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Flor blanca y amarilla
 

La flor de un día no verá el trigo en los campos, donde la tranquilidad y el sosiego la harían disfrutar encima de los dorados brazos. 

 

No tendrá tiempo para cerrar los ojos y jugar con el viento, cuando le hace cosquillas en el resto de su efímero cuerpo. 

 

No le llegará el olor de la pinocha húmeda, pero si el grito de los pinos que llena de resina los barrancos, tras el calor de un fuego provocado. 

 

Sólo podrá ver lo que le pase por delante; alguna gota de rocio, una niña que se la quiere regalar a su madre, y tan sólo una abeja aturdida por el calor sofocante. 

 

La gran flor de un día se parece mucho a algunos amores, los que te quemaron y murieron en una única noche. 

 

No sufrirá cuando las gotas que reciba no sean de la lluvia, sino del campesino que pierde con el fuego todo lo que era su vida. 

 

No oirá el grito de animales mansos que sin oportunidad se resignan a morir sujetados por cuerdas podridas, obedeciendo hasta el último minuto a la mano que también le daba su comida. 

 

No verá el negro que tiñe lo que era verde, ni el azul del cielo que ahora torna marrón de muerte. 

 

Corta es su vida y precioso el beso que me regala, recuerdos de montes que se quemaron en tan sólo lo que dura la vida, de una simple  flor blanca y amarilla.

 

Verde manto

 

[Img #54040]

 

Guardaré las lágrimas de las mariposas en la cajita de los recuerdos, y contaré las plumas que perdió el mirlo por culpa del fuego. 

 

Miraré a través de los ojos de los pájaros, sin barreras y con la seguridad de encontrar el antiguo árbol. 

 

Caminaré solo y descalzo, para sentir bajo mis pies los latidos lentos del viejo barro. 

 

Daré las gracias por el oxígeno espirado y perdón por el fuego y su quebranto. 

 

Custodiaré lágrimas, plumas y recuerdos, hasta que pueda abrir los ojos y ver de nuevo el verde manto. 

 

Me sentaré imitando a los sabios cerrando suavemente los ojos, y disfrutando como cuando era un niño, del olor de mis recordados campos.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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