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JOSÉ M. BALBUENA CASTELLANO

Perrerías

JOSÉ M. BALBUENA CASTELLANO Lunes, 17 de Noviembre de 2014 Tiempo de lectura:

Desgraciadamente, aún pueden verse en nuestras aceras, parques y paseos las muestras del incivismo de determinadas personas...

Aunque este es un tema más que manido, seguiré dale que dale a ver si alguna vez entra en la cabeza de quienes no tienen nada dentro de ella que el hecho de poseer un perro o de que ames a los animales, no le da derecho a nadie a hacer después lo que a uno le da la gana, especialmente cuando se pasea por lugares públicos.

Tengo un amigo que es muy drástico en este aspecto y yo diría que intolerante, que propone  que el ayuntamiento de Las Palmas  de Gran Canariaimponga  una tasa por la tenencia de perros, lo cual, según él, sería muy bueno para las arcas municipales, teniendo en cuenta de que  a su juicio existen más de 70.000  canes en este municipio. Suponiendo que ese impuesto asciendiera a 100 euros anuales se obtendrían 7 millones de euros. Daría, por lo menos, para pagar la nómina de muchos empleados municipales...

Para organizarlo bien se tendría que elaborat un censo de animales que, al mismo tiempo, estarían registrados y controlados y vivirían con garantías higiénico-sanitarias  y libres de maltalos tratos.

En principio parece factible y no creo que sea difícil tomar esta decisión, aunque haya protestas porque la gente está harta de que los carguen de impuestos. Entre los inconvenientes que podría uno encontrar sería el que  muchos propietarios de perros no les tuvieran tanto cariño y decidieran abandonarlos o entregarlos en los albergues perrunos, que sería lo más “humano”, para evitar pagar tal impuesto, porque les resulta oneroso. Al margen de esa contingencia, por desgracia hay personas que ya de por sí abandonan a sus canes en la via pública o en el campo, o no los tratan debidamente.

Por otro lado, no creo tampoco que esa nueva imposición decidiera a mucha gente a tomar conciencia de que en la vía pública hay que seguir unas normas que benefician la convivencia. Afortunadamente cada vez son más los paseantes de perros que recogen las deposiciones que dejan en la calle, o que llevan a sus mascotas con correa, o que les colocan bozales a los que tienen gran tamaño o se considera que son peligrosos. A los infractores de esas normas se les amenaza con multas cuantiosas y si son reincidentes les pueden quitar los animales. Lo que hace falta es que los agentes municipales  no decaigan en su tarea de aplicar la ley, caiga quien caiga, y que la impongan, bien sea por las buenas, con razonamientos, o por las malas, via sanciones.  Es una forma de educar a quien no lo está. He visto en algunos paises del centro y norte de Europa que esas normas se llevan a rajatabla y hay que cumplirlas, pero también son los propios ciudadanos quienes denuncian a quienes las incumplen. Es importante que se den a conocer  los malos tratos y abandonos, bien a la Sociedad Protectora de Animales o  a la Guardia Civil, de forma que estos comportamientos deplorables no queden impunes.

Desgraciadamente, aún pueden verse en nuestras aceras, parques y paseos las muestras del incivismo de determinadas personas, que carecen de sensibilidad medioambiental y que pasan de todo,  y que ofrecen, al mismo tiempo, una pésima imagen de nuestra ciudad.

La canofilia (o cinofilia) en esta isla es evidente. En general, existen numerosas  personas a las que les encanta tener uno o más perros en su hogar. Otros los tienen en sus fincas, o los usan  para cuidar el ganado o para cazar. Para algunas personas supone una gran compañía. Todo es respetable siempre que estén bien atendidos.  Nuestra capital no es una excepción y muchos niños tienen sus perros u otras mascotas, que aprenden a amar desde que son pequeños.

En esta isla se le rinde culto al perro. No tienen sino que observar que en la  Plaza de Santa Ana existen  estatuas de ocho perros, cuyo significado puede ser alusivo al hecho de que las islas recibieran el nombre de Canarias ese nombre  debido a la cantidad de canes que había. Otros señalan que nada tiene que ver y que tal apelativo procede del nombre de una tribu bereber de la que, a su vez, descienden los guanches.

Otro aspecto que viene como consecuencia de ese escesivo amor a los perros en Canarias es  la proliferación de razas exóticas que vemos por todas partes. Podemos encontrar desde los diminutos chihuahuas a otros considerados como peligrosos como los dobermans, rottweilers, perros de presa, mastines,  pit bulls o dogos. También los hay para todos los gustos: estilizados, de patas cortas, de forma de salchicha, alargados, de gran porte, feos y bonitos. Algunos son  más feos que Picio.  Pero si a los dueños les gusta, no hay más que hablar.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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