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Viviendo en San Borondón

Los truculentos avales

JOSÉ F. FERNÁNDEZ BELDA Lunes, 06 de Octubre de 2014 Tiempo de lectura:

Ni que decir tendría, aunque se diga, que cada partido puede establecer en sus estatutos lo que sus militantes estimen más conveniente para elegir a sus cargos orgánicos.

Los refranes suelen ser estar llenos de sabiduría popular.  “No es oro todo lo que reluce”, o aquel otro sentenciando que “del dicho al hecho hay un gran trecho”, son dos que vienen muy a cuento sobre el manoseado asunto de los avales necesarios para poder ser candidato a algo en las elecciones internas del PSOE, o sus múltiples siglas para consumo de las tribus locales.

Ni que decir tendría, aunque se diga, que cada partido puede establecer en sus estatutos lo que sus militantes estimen más conveniente para elegir a sus cargos orgánicos. Aunque con demasiada frecuencia el aparato manipula soterradamente para orientar los reglamentos a su mayor conveniencia, dandole a los procesos electorales un tufillo a despotismo ilustrado.  Como diría Morris West en su obra El abogado del diablo, “el exceso de símbolos puede nublar la faz de la realidad”.  O de forma entre cínica y pragmática, la contundente sentencia del Conde de Romanones: “ustedes hagan la ley, que yo haré el reglamento”.

La PSOE quiere dar lecciones urbi et orbe de democracia interna con sus siempre polémicas primarias, acusando a quien no las bendice de antidemócrata y cómplice impenitente de la derechona. Pero tal vez convendría revisar algunos principios básicos del reglamento que fija, sin dar explendor, cómo ha de ser avalado el aspirante a candidato, sin acotar en demasía el principio de que deben ser los afiliados, democráticamente y sin limitaciones, los que elijan a quienes desean que los representen y pasen a cobrar un sueldo público por hacerlo.

Una primera limitación, a mi entender básica, es que los avales que han de obtener los aspirantes a candidatos sean únicos, es decir que un afiliado no pueda avalar a más de un aspirante.  Eso obliga a preseleccionar a un candidato sin haber oído las propuestas de los otros.  Considerando los muy probables vínculos de amistad, o conocimiento cercano, de quién pide el aval con el avalante, la coacción moral está servida.  O lo que es aún peor, el temor racional del militante a ser represariado si perdiera su candidato y ganara otro al que le negó su apoyo inicial, por mor del reglamento y no de su voluntad.  Ejemplos, haberlos hailos.

Si sólo se pueda avalar a un único aspirante, no votarlo sino pretender que pueda exponer sus propuestas en la asamblea, unido al número mínimo de avales a obtener, se deduce inevitablemente que el número máximo de candidatos viene limitado de fábrica.  En el  PSOE de Canarias, con una barrera del 10%, con unos 6.000 afiliados y si con una participación del 100%, los candidatos serían seis como máximo.  Cuando se comenta esto siempre alegan lo mismo los mismos, que se puede cambiar o ser flexibles.  Pero nunca lo cambian ¿por qué?

Como el equipo que apoya a un aspirante ha de hacer una gestión militante a militante para obtener su firma, el apoyo que algunos tengan a priori del aparato del partido es determinante. Disponer del censo en tiempo y forma, es una de las formas sutiles de manipulación.  Basta con que unos lo obtengan antes que otros para arrancar con ventaja, dado que no es frecuente que un militante espere, o le permitan que espere, a oír a todos los aspirantes antes de avalar a uno de ellos.  Si oyera después a otro que le convenciera más, crudo lo tiene para cambiar.

En cada proceso que se ha abierto, se han suscitado trapisondas y denuncias de favoritismos a favor de los aspirantes llamados oficialistas.  Suponiendo buena voluntad, que en asuntos de jugarse el futuro político y el sueldo público sería mucho suponer, se debería explicar muy bien porqué hay tanto aval anulado por improcedente.  Todo queda como muy truculento y muy teatral, como corresponde a una buena lección de demagogia y descaro.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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