Viviendo en San Borondón
La oferta turística básica
Como muestra de esa desidia institucional que antes comentaba, cabe recordar al menos tres cosas fundamentales, a mi entender, que fallan en la principal playa de Gran Canaria, que es Maspalomas
La semana pasada se comentó en esta columna las palabras pronunciadas en el Arrecife Gran Hotel, por la por la directora general de Turespaña, Marta Blanco, recomendando crear si no existiera o potenciar si la hubiera, una oferta diferenciada en Canarias. Sería una valiosa aportación al desarrollo sostenible del negocio turístico en nuestras islas si no fuera porque esa misma cantinela se viene repitiendo periódicamente desde hace ya al menos 50 años.
La auténtica novedad y noticia de gran “asombraje” sería que alguno de los asistentes y aplaudidores en estas reuniones dejara de pensar en los canapés y el espumoso que se servirá después y tomara buena nota de lo que se recomienda. Grandes palabras, viejas recetas ya sabidas y probadas en otros destinos con gran éxito. Para terminar tras despertarse los asistentes, aplausos de rigor e inmediato archivo en el cajón empolvado de los recuerdos. Y tras el ágape fraternal, subvencionado por el tesoro público, cada mochuelo vuelve a su olivo no sin antes citarse en el próximo FITUR, esa Feria de Turismo que para la mayoría sigue siendo el lugar de reencuentro de los canarios en Madrid, con fiesta, gratis total, incluida.
Cargado de gran sentido común, pero con un toque de amarga nostalgia de lo que pudo ser y nunca fue, el experto asesor turístico y ex concejal de turismo de San Bartolomé de Tirajana, Antonio Romero Aumente, me recordaba muchos proyectos que quedaron olvidados y que iban en la línea evidente de diversificación de la oferta reclamada ahora por Marta Blanco.
Por ejemplo, me recuerda y lo recuerdo como una inmensa frustración, el desarrollo de la pesca deportiva de altura. O aquel proyecto para acondicionar unos terrenos en Juan Grande, donde crear un circuito de F1 y de GP3, que al mismo tiempo pudiese ser lugar de pruebas de motores y de entrenamiento, cuando los otros circuitos nacionales e internacionales cierran su temporada, sin temor a lluvias, temporales u otras inclemencias meteorológicas.
Cada uno de esos proyectos fueron recibidos por los auténticos profesionales turísticos con ilusión y esperanza, pero sufrieron el rechazo irracional y descabellado de grupos sociales, generalmente muy politizados, que se manifestaban en contra de cualquier iniciativa que se pretendiera hacer si no la proponían los “suyos”. Siempre aparecía entre bastidores la guerra solapada de influyentes constructores y empresarios, como ahora con el asunto del BIC de marras. Y esas oposiciones, a mi entender, eran irresponsablemente azuzadas por los distintos gobiernos, con una cobertura en los medios de comunicación nada proporcional a su pertinencia y casi siempre alegando sentimientos, no razones. Son paradigmáticos de estas movilizaciones políticas, con la coartada de lo social, las manifestaciones contra la chimenea de Unelco en Juan Grande o la ubicación de la macro cárcel porque acabarían con el turismo en Gran Canaria y llevarían al paro a centenares de miles de trabajadores. Ahí están las hemerotecas para refrescar la débil memoria colectiva. Si hubiera vergüenza y dignidad entre algunos políticos, hubiesen dimitido por su incoherencia o coherencia, táchese lo que menos le guste.
Pero el inmovilismo entre los responsables de la política turística es ya costumbre instalada. Al máximo nivel, el Consejero del ramo no se suele seleccionar por sus conocimientos y probada experiencia sino que se reserva, como cuota de partido, para políticos de las islas no capitalinas. Y si así se trata desde el Gobierno de Canarias y los Cabildos Insulares a la principal fuente de riqueza y empleo en las Islas, ¡que no harán con las otras áreas!
Como muestra de esa desidia institucional que antes comentaba, cabe recordar al menos tres cosas fundamentales, a mi entender, que fallan en la principal playa de Gran Canaria, que es Maspalomas. La primera tiene que ver con el estado de las hamacas y el manifiestamente mejorable servicio que se presta.
Lo segundo es la práctica ausencia de urinarios públicos a lo largo de la playa, sin contar el existente en el quiosco número siete al servicio de sus clientes. Por cierto, por mentar estas cuestiones escatológicas, aduciendo razones más que discutibles de higiene, se prohíbe llevar perros a la playa, pero los usuarios han de hacer sus necesidades recurriendo al tradicional hacer olitas que vienen y van a la orillita del mar, como las de la Rianxeira gallega. Tema de tesis doctoral sería conocer porqué el pipí del turista en el agua no contamina ni existe un problema de higiene, pero que si lo hiciera el perrito hay un atentado a la salud pública.
Y tercero, es lo que suele ocurrir cada año en la Charca de Maspalomas. Pronto vendrá el invierno, y si Achamán echa una manita a los agricultores de las cumbres y medianías, traerá lluvias y correrá el barranco de Tirajana. Si eso sucede, las dudosamente salubres aguas de la Charca se renovarán al abrirse paso hasta el mar a través de la arena de la playa.
Entonces, como las golondrinas de Bécquer, volverá el penoso, insufrible y bochornoso espectáculo de ver a los turistas que se alojan en la zona de Meloneras, atravesar vadeando ese tenebroso canal con el agua embarrada hasta el cuello y con la ropa en la cabeza para poder acceder a la Playa de Maspalomas. A ninguna autoridad insular parece ocurrírsele pedir prestado, o alquilado, por un par de semanas un puente móvil de los que usa el Ejército para estos casos, por ejemplo, y no construír una estructura fija que pudiera romper el paisaje.
Unas estampas muy apropiadas para el National Geographic de sitios inhóspitos, en los que la civilización no acaba de llegar, pero increíble y delirante para uno de los destinos turísticos que se quieren reputar entre los mejores del mundo... pero ¿de qué mundo?
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.
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