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XAVIER APARICI GISBERT

Cuentas que no salen, cuentos que no cuelan

XAVIER APARICI GISBERT Jueves, 25 de Septiembre de 2014 Tiempo de lectura:

Caída la máscara, descubierta la patraña, ya no hay la menor duda de que estamos en una dictadura de los grandes mercados en la que las cuentas solo salen para los grandes mercaderes

Aunque ya hace tiempo que se vienen orientando los asuntos generales en esa dirección, desde que en 1998 estalló la burbuja financiera en Estados Unidos se ha evidenciado que la principal motivación política del movimiento transnacional conocido como la “Globalización” ha sido la de destruir los órdenes democráticos contemporáneos. Como quienes han patrocinado esa involución hacia la tiranía han sido las élites de poder de los propios Estados las poblaciones han sido fácilmente engañadas y desposeídas. Estando orquestada la conspiración “desde dentro” y “desde arriba”, ha sido relativamente sencillo llevarla a cabo. Así, los más privilegiados y poderosos -asistidos por sus subalternos al frente de las instituciones académicas, políticas, económicas y mediáticas- han conseguido imponer sus valores e intereses con suma facilidad, logrado desbaratar los beneficios culturales y materiales que, desde mediados de siglo pasado, alcanzaron muchos de los países occidentales.

Hasta el hundimiento del Casino financiero internacional, la cara benevolente del Neoliberalismo justificaba el desmantelamiento de las fronteras y las legislaciones estatales en la ejemplar capacidad de las empresas transnacionales para, globalmente, producir riqueza y organizar el “libre” comercio; defendía la privatización de la gestión de los intereses generales, en la innegable pericia del mercado para hacerlo con mayor eficiencia que las administraciones públicas; y reivindicaba los nuevos diseños financieros porque habían logrado eludir los catastróficos ciclos recesivos. Hasta se estaba desmaterializando la economía y, con ello, la problemática medioambiental entraba, también, en vías de solución dentro del sistema: nos disponíamos, en fin, a disfrutar, indefinidamente, del régimen capitalista liberado en todos los órdenes a sus infinitas virtudes, entre ellas, la de su feliz maridaje con la Democracia. El sumun de todo ello era que no solo las élites sacaban enormes provechos de esta “cuadratura del círculo” entre el acaparamiento privado y el bien común. También, cualquier ciudadano o ciudadana podía volverse emprendedor de sus necesidades y deseos, con la financiarización de su economía. Habíamos llegado a la era del capitalismo planetario y popular.

Entonces, se descubrió la gran estafa de los fondos basura y se evidenció la podredumbre sistémica y global. Tras décadas de privatizar las ingentes ganancias conseguidas, en gran medida, gracias al feroz desprestigio y desmantelamiento de las instituciones, finalidades y controles estatales, se socializaron las pérdidas. Literalmente, se pasaron los costes a las sociedades políticas, a las ciudadanías, se utilizó todo el dinero público –y se continúa haciendo- necesario para tapar el agujero y evitar la quiebra de las empresas financieras afectadas. Y aquí, sí, y, ahora, sí, los aparatos del Estado resultaban ser los agentes idóneos para el rescate.

Caída la máscara, descubierta la patraña, ya no hay la menor duda de que estamos en una dictadura de los grandes mercados en la que las cuentas solo salen para los grandes mercaderes. Que sus dinámicas y objetivos son contrarios a las prácticas y finalidades democráticas. Y que no se trata de dirimir entre concepciones políticas conservadoras o progresistas, todas ellas democráticamente armonizables, si se respetan, solidariamente, los derechos humanos. Ni siquiera de irresolubles confrontaciones entre los intereses empresariales y los laborales, pues, para la gran mayoría de los agentes, la viabilidad de las empresas y el poder adquisitivo de los salarios, no se contradicen, se retroalimentan. Dejémonos de cuentos, se trata de explotación dictatorial o de democracia liberadora.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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