Morir joven
Varias cosas muy fundamentales están haciéndose muy mal cuando lo que tenemos en frente es una patología social de esta relevancia y envergadura.
Desde los últimos años el suicidio está provocando más muertes en España que los accidentes de tráfico, los laborales y los homicidios juntos. Y ha pasado a ser la primera causa de muerte violenta de la juventud. Estos promedios resultan de todo punto relevantes como ilustración de cuáles son, hoy en día, las situaciones vitales reales predominantes en nuestra sociedad: la gente -en particular, la más joven- se está quitando la vida en una progresión alarmante.
Desde luego, este es un modo de morir muy distinto a las otras dos causas de fallecimiento más frecuentes: no se pierde la existencia víctima de involuntarios accidentes o de enfermedades inevitables y graves, indeseables efectos de la tecnificada y desnaturalizada civilización hegemónica. A múltiples jóvenes de nuestra sociedad se les acaba la vida por propia mano. Sintiéndose presos de circunstancias que viven como insoportables y sin remedio, llegan a esta desesperada e irremediable acción. Precipitan sus vidas a la muerte, poniendo fin a sus anhelos y alientos en la, pretendidamente, franja vital más vigorosa.
Varias cosas muy fundamentales están haciéndose muy mal cuando lo que tenemos en frente es una patología social de esta relevancia y envergadura. Evidentemente, algo así no pasa de un día para otro, ni por casualidad. Ya veníamos sabiendo que la administración institucional del conjunto de la ciudadanía en el Estado español, a pesar de las formalidades democráticas y las salvaguardas constitucionales, era manifiestamente mejorable. Que, en relación a nuestros vecinos europeos y dada la capacidad general de nuestra sociedad y nuestra economía, la cobertura de las necesidades e intereses del conjunto social resultaba, notablemente, insuficiente e ineficaz. Y, ahora, cobran nuevos sentidos y relevancias los escandalosos porcentajes de pobreza infantil, de fracaso escolar, de paro, de inmovilidad económica y de dualización social normalizados en los últimos tiempos.
Así, a nuestros -normalmente- muy queridos hijos e hijas se les empieza a “segar la yerba bajo los pies” desde muy pronto. Hace décadas que en este país, las nuevas generaciones -que tiene la crucial misión social de asegurar el progreso general y la solidaridad intergeneracional cuando los adultos de hoy lleguemos a la situación de clases pasivas y a la vejez- nacen en un Estado con unas muy precarias oportunidades socioeconómicas y un sostén administrativo cicatero y arbitrario. Resultado inmediato de ello es que durante la infancia reciben una instrucción pública tan mediocre en recursos, como fracasada en logros.
Y cuando llega la edad legal de trabajar, quienes no hacen seguida en los estudios o en la formación profesional, tienen, muy mayoritariamente, cegado el acceso al mundo laboral en unas condiciones de dignidad suficientes que les permitan ser adultos autónomos. De forma cínica se ha calificado a estos jóvenes adultos como “ninis”: los que ni estudian, ni trabajan. Tampoco quienes sí consiguen cualificarse en niveles medios y altos de capacitación lo tienen sustancialmente mejor. Así, en conjunto, los jóvenes adultos en este país tienen en el desarraigo de la emigración el único horizonte previsible de desarrollo. La situación está siendo tan grave que, un número notable de ellos, incluso, se está quitando la vida. Como en otras tantas cosas de necesidad básica y de justicia humanitaria –servicios sociales, pensiones, empleo-, esta indignante realidad debería provocar la alarma social, ocupar el centro de atención general y ser objetivo de resolución institucional preferente ¿A qué estamos esperando?
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.170