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Viviendo en San Borondón

El derecho a nacer y a morir

JOSÉ F. FERNÁNDEZ BELDA Ver comentarios 2 Jueves, 18 de Septiembre de 2014 Tiempo de lectura:

La reforma de la ley del aborto que introdujo Zapatero, cambiando la anterior socialista del 85 que despenalizaba el aborto en unos supuestos tasados, por una de plazos volvió a dividir a ciudadanos y conciencias y reabrir las cicatrices de heridas del alma a medio de curar

Tras haberse publicado en el periódico El Mundo que “La ley del aborto no verá la luz”,  que no se sabe muy bien si fue filtración de fuentes bien informadas, como se decía antes, o un globo sonda soltado por el propio Gobierno de España, se han sucedido una catarata de opiniones a favor y en contra, curiosamente contundentes y con grandes palabros aún sin saber a ciencia cierta si es noticia o es bulo.

Por suerte para los políticos, sobre todo para los de la oposición, las hemerotecas son cosas no frecuentadas por el común de los ciudadanos.  Por eso son capaces de decir ayer una cosa y hoy justo la contraria, sabiendo que podrán descalificar a quien se lo recuerde y no comparta su “progrez” con insultos del tipo de fascista, miembro del sindicato del crimen, neoliberal o machista.  A veces adjetivado con el añadido de estar al servicio de la Conferencia Episcopal, de la misma forma que antaño se estaba mantenido por el oro de Moscú.

La reforma de la ley del aborto que introdujo Zapatero, cambiando la anterior socialista del 85 que despenalizaba el aborto en unos supuestos tasados, por una de plazos volvió a dividir a ciudadanos y conciencias y reabrir las cicatrices de heridas del alma a medio de curar.  El programa electoral del PP, por cierto partido votado mayoritariamente y con mayoría absoluta, contemplaba este cambio como promesa firme.  Algunos lo creímos y hoy estamos sobresaltados ante este paso atrás, que abona las tesis de Podemos de que la “casta” sólo se mueve por intereses propios endogámicos para mantener el poder, no para el bien común.

Y por haberme manifestado públicamente a favor de este prometido cambio en la llamada Ley Aído o del aborto libre en las primeras 14 semanas de gestación, he recibido ya insultos y hasta amenazas más o menos veladas.  Aunque no milito en ninguna asociación antiabortista, sí que apoyo moralmente las tesis de Derecho a Vivir y por eso asistiré a la concentración que está convocada para este próximo sábado día 20 en Las Palmas de Gran Canaria, a las 11:45 horas en Triana esquina con Malteses.  Y mi apoyo moral a las convocadas en otras islas.

Con total seguridad algún grupo proabortista programará otra manifestación de signo contrario, en la que veremos entremezclados mensajes de todo tipo, incluso pidiendo la III República y el fin de los recortes sociales.  Y como sin duda tienen por costumbre, nos tildarán de asistir sólo por motivos religiosos cristianos, tan legítimos como los de otra naturaleza, olvidando dos cosas como mínimo.  La primera, es que no hay religión en el mundo que apoye el aborto, tampoco el pensamiento laico o ateo como principio.  Es otra su naturaleza. 

La segunda es que no es un tema introducido por el cristianismo, que sin duda defiende el derecho a vivir del feto como no podía ser de otra manera. Es una cuestión de derechos humanos ya contemplada en el Código de Hammurabi y en el Juramento Hipocrático de los médicos desde el siglo V antes del nacimiento de Cristo: “Análogamente, no practicaré maniobras sobre mujeres para impedir la concepción o el nacimiento de los hijos”.  Por lo tanto, cristiano sí ¿y por qué no?, pero también inscrito en el derecho natural antiguo.

Y como estos movimientos también defienden la eutanasia, entendida por ellos como suicidio asistido y no para evitar el encarnizamiento terapéutico, el Juramento añade:  “Ni valdrán conmigo súplicas para inducirme a suministrar veneno a alguien, ni daré jamás consejos de esta especie”.   Hay muchos que defendemos la vida y la muerte digna, pero sorprende que haya otros tantos que parecen defender su “derecho” a provocar la muerte de otros inocentes.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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