El naufragio de la Europa neoliberal
Porque esa Europa no interesa: la mitad de los protagonistas de la mayor elección democrática ya no van a votar. En Canarias, tres de cada cinco.
Se hunde. Tras las declaraciones oficiales y las cortinas de humo mediáticas, los datos en torno a las campañas políticas, los índices de participación y los resultados de las votaciones en estas últimas elecciones a la Unión Europea muestran el fin del reaccionario modelo de construcción trasnacional promovido por las élites. Se va a pique y no por casualidad, sino por causas ciertas y graves.
Porque esa Europa no funciona: los Estados más ricos de la Unión, con el de Alemania a la cabeza, cubren sus cifras y completan sus objetivos –nada sociales, ni europeístas- a base de avasallar y empobrecer a la periferia de dentro y fuera de su espacio y de aumentar la fractura social entre sus ciudadanías. Precarizando más y más a la mayoría, mientras facilita la avidez extractiva de las élites del dinero, el modelo político económico neoliberal impone el severo retroceso en valores democráticos y el aumento desaforado de la irresponsabilidad y el acaparamiento de los más ricos.
Porque esa Europa no interesa: la mitad de los protagonistas de la mayor elección democrática ya no van a votar. En Canarias, tres de cada cinco. La “socialización” de la crisis de los financieros, con las políticas de expolio de los recursos públicos y de precarización de los segmentos sociales menos poderosos, ha terminado por ampliar la desafección de las ciudadanías. El procedimiento de legitimización de la representación política en las instituciones europeas se ha convertido, en la actualidad, en un mero simulacro democrático.
Porque esa Europa no sirve: por este camino de usurpación “desde arriba” de los modelos democráticos aún vigentes en los Estados de la Unión, los órdenes de legitimidad constitucional se vacían de contenido y los valores de la economía social se pervierten hasta el sinsentido. Ese es, no obstante, el afán que mueve a las cúpulas del poder, dentro y fuera de Europa, el patrón que pretenden imponer, de manera tan taimada como autoritaria. Pero, ante estos hechos, en el conjunto social casi nadie está pensando en volver a los caducos modelos de tiranía del viejo liberalismo. A casi nadie le interesa la vuelta a que los que más tienen, más manden, sino, más bien, todo lo contrario.
La estructuración bipartidista, las versiones de derecha y de izquierda del mismo sistema elitista, hace aguas. Los “populares” y los “socialistas” están perdiendo apoyo a marchas forzadas. Sus cúpulas buscan, como siempre, razones que no tengan que ver con sus propias responsabilidades al frente de las instituciones de gobierno europeo y por el pacto de hierro que mantienen y que les lleva a votar en el Parlamento, juntos, el 70% de las veces. Nada nuevo: que si el disgusto por las necesarias medidas de austeridad; que si problemas de comunicabilidad de las tantas y tan buenas cosas que hacen; que si viene el lobo populista, euroescéptico y xenófobo… Escuchándoles, parecería que, a parte de “Los Mercados”, nadie manda, de verdad, en Europa.
Si la agonía de ese modelo de Europa será corta o si nos arrastrará a todos en su abarrancamiento, está por ver. Dependerá de muchos y complejos factores. Pero, mientras tanto y en la buena dirección, las ciudadanías de a pié y las organizaciones democráticas podemos probar a unirnos por la izquierda y traer, por fin, la primavera de una Europa ilustrada, demócrata, solidaria y sostenible.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.








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