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LA EXCLUSIÓN SOCIAL

La exclusión social

SEGISMUNDO URIARTE DOMÍNGUEZ Ver comentarios 1 Miércoles, 16 de Abril de 2014 Tiempo de lectura:

Un concepto clave en el contexto de la Unión Europea para abordar las situaciones de pobreza

La carencia de derechos, recursos y capacidades básicas (acceso a la legalidad, al mercado laboral, a la educación, a las tecnologías de la información, a los sistemas de salud y protección social) que afecta a diversos sectores de nuestra población, impiden a éstos una participación plena en la vida social, económica y cultural y conlleva una exclusión social, un concepto clave en el contexto de la Unión Europea para abordar las situaciones de pobreza, vulnerabilidad y marginación de parte de su población.

El factor esencial de la lucha contra la exclusión social pasa hoy en día por establecer un proceso colectivo que facilite el acceso de las personas afectadas a formar parte del tejido activo de la sociedad. No se trata sólo de un camino en solitario de cada uno hacia una hipotética inclusión. No se trata sólo de estar con los otros, se trata de estar entre los otros.

Devolver a cada quién el control de su propia vida, significa devolverle sus responsabilidades, y ya que las relaciones vitales deben entenderse  como relaciones sociales, de cooperación y de conflicto, las responsabilidades sociales no deben plantearse sólo como un sentirse responsable de uno mismo, sino sentirse responsable con y entre los otros.

Habitualmente, una de las formas de encarar los fenómenos de exclusión es focalizar las posibles salidas en la búsqueda de empleo. El empleo se ha convertido en un elemento clave de la inserción, y diría que inevitable, en la lucha contra la exclusión.

Pero, aun estando de acuerdo que ese es y seguirá siendo un factor muy importante en el camino para reconstruir un estatus de ciudadano completo, conviene que tengamos en cuenta  que la exclusión tiene una dimensión multifactorial y multidimensional  y, por tanto, las formas de inserción han de ser plurales y no entender a la inserción socio-profesional como la forma más completa o definitiva de inserción,

Hay situaciones en las que a pesar de gozar de un empleo, no puede hablarse de inserción social, y, asimismo, se dan muchísimos casos en los que una plena inserción social no viene acompañada de empleo retribuido alguno, sin que ello signifique que esa persona o personas no hagan su “trabajo”.

La “empleabilidad” de las personas en proceso de exclusión, se acostumbra a plantear como si ello fuera una especie de condición personal objetiva, y no se tratara más bien de algo a ser coproducido entre empleadores, potenciales empleados y organismos de acompañamiento a la inclusión. La empleabilidad es mucho más negociación que condición objetiva.

La inserción social no puede ser entendida como el acceso de personas o colectivos a una oferta preestablecida de prestaciones, empleos o recursos, sino como una dinámica que se apoya en las competencias de las personas y que se hace además en un contexto social y territorial determinado.

La inserción se nutre de la activación de relaciones sociales de los afectados y de su entorno, y tiene sentido si consigue no sólo dar salidas individuales a esta o aquella persona, sino también que sus objetivos sean los de mejorar el bienestar social de la colectividad en general.

La mayoría de las distintas políticas de inclusión  presentan una lógica de intervención excesivamente sectorizada, cuando son precisamente las interacciones entre esas políticas y sus efectos las que contribuyen a construir las dinámicas sociales y económicas en cuyo seno se dan los procesos de exclusión e inserción, afectando a personas y colectivos.

En este sentido, podríamos decir que la llamada política social, a la que se acostumbran a confiar las respuestas a la exclusión, es una ficción teórica, y por todo ello es difícil imaginar que se puedan dar respuestas reales  desde ámbitos territoriales muy amplios en los que se pierda el sentido de comunidad y de responsabilidad colectiva. Si hablamos de flexibilidad, de integralidad, de implicación colectiva, de comunidad, deberemos acudir al ámbito local para encontrar el grado de proximidad.

La inclusión social no puede ser concebida como una aventura personal, en la que la persona afectada va pasando obstáculos hasta llegar a un punto predeterminado por los especialistas. Inclusión y exclusión son términos cambiantes que se van construyendo y reconstruyendo socialmente. Habría que entender la inclusión como un proceso de construcción colectiva no exenta de riesgos en el que los poderes públicos actúan más como garantes que como gerentes, ya que se busca la autonomía, no la dependencia.

Construir un régimen de inclusión  quiere decir entender la inclusión como un proceso colectivo, en el que un grupo de personas, relacionadas informal y formalmente, desde posiciones públicas y no públicas, tratan de conseguir un entorno de cohesión social para su comunidad que exige activar la colaboración, generar incentivos y construir consenso.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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