La ultraperificidad del Parlamento Europeo

Es una cosa bien sabida que la gran mayoría de las personas sólo valora de verdad aquello que le es cercano y puede entender o abarcar.  Puede también creer que algo es importante en su vida por lo que le han dicho otros, o intuye él mismo, que le aporta o le pudiera aportar.  Y también están los que valoran algo difuso por otras consideraciones sentimentales y no siempre racionales.  Muchos valoramos, admiramos o envidiamos las Islas Hawaii, aunque no tengamos ni remota idea de cómo son realmente, al margen de las estampas turísticas.

Los políticos en Canarias suelen hablar de Europa, realmente de la Unión Europea, como una especie de pariente ricachón que vendrá alguna vez, cual mesías, a solucionar los problemas que padecemos en las islas y que esos políticos no parecen saber resolver.  Más bien al contrario, tratan de embrollar las realidades más simples con declaraciones rimbombantes, aunque vacías de contenido, comisiones, decretos, leyes y barreras administrativas para complicar lo simple y que sólo un grupo de expertos sea capaz de navegar en esas procelosas aguas hasta alcanzar la ansiada subvención, disfrazada de bien común.  

La campaña o la precampaña electoral para el Parlamento Europeo ha comenzado y muy probablemente poquísimos canarios sepan qué partidos o agrupaciones y con qué programas electorales se presentan a esas elecciones. Menos aún sabrán si hay candidatos canarios en las tenebrosas listas propuestas por los partidos políticos para colocarlos allá o alejarlos de aquí.

Nos dicen unos y otros que estas elecciones son importantísimas para el futuro de Canarias. Lo proclaman en tono tan solemne, que se encoge el corazón ante tamaña responsabilidad social que nos cargan encima. Pero a la vez el PP, por ejemplo, resta importancia al esperpento de no haber “digitalizado”, que no elegido, sus candidatos hasta hace unos días y que, según se contó en la prensa, su cabeza de lista se haya enterado por un SMS de la Secretaria General.  O que Elena Valenciano, la “agraciada” por el PSOE para Europa, vaya exigiendo un pacto nacional para luchar contra la violencia de género en nuestro país, España, como una de las banderas de la política europea de su partido.  

Con este panorama, es comprensible que los canarios veamos el Parlamento Europeo como ultraperiférico, tan al norte como la tierra imaginada donde mora Papá Noel, aunque éste sólo sale a la palestra una vez al año por Navidades y no cada cuatro como en estas las elecciones.  Y los políticos siguen sin aclarar conceptos ni ofrecer alternativas programáticas realistas y comprensibles, que vayan más allá de formulaciones vagas o lugares comunes, cuando no “mitinean” con un festival de desconocimiento, como ocurrió durante la controversia sobre la Doctrina Parot, confundiendo la Unión Europea con el Consejo de Europa.

La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria tiene una zona ajardinada entre la carretera del Norte y la de Mata con un gran mástil en el que hay, hoy ya no es seguro que siga habiendo, los girones de una bandera, que por su color azul desteñido y alguna estrella que le quede, fue una enseña de la Unión Europea.  Una foto electoral en ese lugar, con los candidatos y sus respectivas aficiones aplaudiendo, sería una elocuente demostración de la importancia que esos políticos dan a “Uropa”, más allá de su interés personal y de partido en ser nombrados representantes nuestros por un mecanismo que hurta la posibilidad de elección directa.