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JOSÉ M. BALBUENA CASTELLANO

Atípico invierno

JOSÉ M. BALBUENA CASTELLANO Ver comentarios 1 Martes, 01 de Abril de 2014 Tiempo de lectura:

En los más de cincuenta años que llevo viviendo en Las Palmas de Gran Canaria no he visto, ni padecido un invierno tan atípico, largo y frío como el de 2013-14.

En los más de cincuenta años que llevo viviendo en Las Palmas de Gran Canaria no he visto, ni padecido un invierno tan atípico, largo y frío como el de 2013-14. La época invernal solía ser más suave, con temperaturas que raramente descendías de 16-17 grados y esa situación y sensación de lo que para nosotros es frío, se mantenía solamente unos días y luego volvía a lucir el sol. Recuerdo que en el tiempo de ocho años en el que viví fuera de esta isla, venía a pasar la Navidad con mi familia en la capital grancanaria,  los turistas escandinavos, que fueron los primeros que se establecieron  masivamente a esta ciudad, disfrutaban con nuestro sol y se ponían morenitos en una semana. Era lo típico de nuestra latitud, de nuestro clima y  de nuestra situación  en el globo terráqueo.

La época invernal de este año y la del anterior, no ha sido así. Hemos tenido frecuentes lloviznas (afortunadamente, sin llegar a lluvias torrenciales ni a causar daños), vientos fuertes y fríos procedentes del Polo  y otros también fresquitos del noroeste y del nordeste y borrascas que han dejado mucha lluvia en las islas occidentales y muy pocas en Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote y La Graciosa (a veces se olvidan que tenemos ocho islas habitadas y omiten a esta del archipiélago Chinijo). La octava isla no es Venezuela, como dicen algunos: es la Graciosa. Tanto  Venezuela como Cuba y otras naciones latinoamericanas han sido el comedero y la salvación de muchos canarios que allí mataron sus hambres y sus miserias. Ya eso, por ahora, se acabó. Los isleños  tendremos que buscar otros horizontes para poder subsistir.

Después de este pequeño inciso, continuo recordando que el estado del océano que nos comunica y nos rodea  y el de  sus costas no ha podido ser peor. Ha habido demasiado “mares de fondo”, marejadas, rebosos que han puesto en peligro las instalaciones costeras, viviendas e incluso la vida de las personas que en esos lugares habitan. Ayer mismo, domingo, pude comprobar como las olas inundaban con facilidad la avenida de Las Canteras y esto sucede con más frecuencia de lo que imaginamos. Es el  famoso nivel que sube cada vez más, y no creo que sea algo transitorio sino que irá a más. ¿Se está haciendo algo para remediarlo? Nada. Un amigo mío, que es arquitecto  urbanista, ha concebido la solución para capear lo que se nos viene encima. Lo ha expuesto pero aquí nadie hace caso como si eso no fuera con ellos.

Se detecta el fenómenos del aumento del nivel del mar, que, según los geógrafos e investigadores, se debe al anunciado cambio climático, originado, a su vez, por la acción humana. Se deshielan los polos, cambia el clima, se destruye la capa de ozono, utilizamos los mares como si fueran cloacas arrojando en él vertidos tóxicos, aguas fecales,  comemos peces y mariscos que están contaminados, respiramos un aire envenenado en las grandes ciudades debido a los humos de los vehículos de gasoil y gasolina y por si esto fuera poco, a veces no envenenan con alimentos cuya composición no es la adecuada para que la consuman  seres humanos.

Hace unos días leí un artículo del compañero Ángel Tristán, director del Club La Provincia, que con el crudo nombre de “La ciudad de la mierda”, analizaba una serie de cuestiones que anteriormente yo mismo había tratado en diferentes ocasiones, tanto en la prensa escrita como en emisoras de radio. Se refería al hecho de que las aguas de la capital recibían diariamente 8,6 millones de litros de AGUAS FECALES: algo insólito en una país que se dice civilizado y que presume de proteger el medio ambiente. Pero eso no ocurre sólo en el litoral de Las Palmas. Sucede, prácticamente en toda la costa de la isla, incluso allí donde se bañan turistas y paisanos nuestros.

Tengo la experiencia de ver y oler la capa de porquería que flota delante del Hospital Insular de Gran Canaria. Vengo denunciándolo desde hace muchos años. Al mismo tiempo, cada vez se sufren más rebosos en todo en el litoral paralelo a la Avenida Marítima, con grandes olas que la arrasan y que ponen en peligro a los caminantes, (aquí siempre hay muchos ciclistas  y gente que hace footing. Lo mismo sucede en el barrio de San Cristóbal, con grandes olas que, no sólo inundan su avenida sino que la llenan de callaos.

En fin, creo que es hora de que tomemos precauciones para evitar futuras desgracias, y como no, de que en el   ámbito internacional, tanto la ONU como los dirigentes mundiales se tomen en serio lo de la necesidad de cambiar nuestra conducta depredadora,  que es hora de eliminar las energías procedentes de los contaminantes hidrocarburos y de imponer las llamadas energías sostenibles, así como de dejar de maltratar nuestros mares,  pueblos y ciudades y la propia tierra que nos alimenta.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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