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JUAN ANTONIO ALONSO VELARDE

Adolfo Suárez: el hombre que trajo la concordia a la política

JUAN ANTONIO ALONSO VELARDE Domingo, 23 de Marzo de 2014 Tiempo de lectura:

Quizá ahora, y solamente ahora, se le dé el verdadero valor al fundador de la UCD y del CDS

Se nos ha ido Adolfo Suárez. Desgraciadamente, no es novedad porque ya su
hijo, Adolfo Suárez Illana, hacía público un comunicado el pasado viernes
21 de marzo de 2014 en el que se resaltaba que las previsiones más
optimistas le daban 48 horas de vida y que todo lo que viniese de propina
estaba ya en manos de Dios. Quizá ahora, y solamente ahora, se le dé el
verdadero valor al fundador de la UCD y del CDS. Con sus luces y sus
sombras, lo cierto es que este ex presidente del Gobierno siempre ha sido
un ejemplo de lo que debería imperar en política, saber renunciar al poder
cuando las circunstancias así lo exigían.

Suárez, tan denostado durante su etapa en activo, sobre todo porque siempre
se le consideró un pelele del tardofranquismo, una marioneta designada por
las oscuras maniobras del poder dictatorial, supo ver cuáles era los
tiempos de cambio que se avecinaban en esta nuestra España. Fue el que
capitalizó, contra la firme oposición de gente como el ya también fallecido
Manuel Fraga, la legalización del Partido Comunista. Hubiese sido un
anacronismo y una contradicción querer entrar en un nuevo tiempo político,
aprobar una Constitución y tener arrinconada a una opción política como la
del PCE. Su representatividad, grande o pequeña, no podía ser denostada o
siempre se hubiese acusado a este político de haber mantenido los tics de
autoritarismo y dictatoriales del gallego de El Ferrol.

Sin embargo, Suárez se encontró en una situación en la que, estando todos
de acuerdo en que las reglas del juego debían ser otras diferentes,
abiertas a la participación sin fisuras de todas las opciones políticas, lo
cierto es que se encontró con una honda oposición por parte del emergente
PSOE, de Alianza Popular y, quizá lo peor, dentro de su propio grupo, la
UCD, donde confluyeron demasiados arribistas, políticos con lealtades
(in)sobornables. Y es que Suárez se encontró con un curioso problema, se
encontró con el poder, pero sin partido formado, una situación al revés de
lo habitual, que es la de tener una formación constituida y luchar por
rascar bola.

A partir de ahí, cuando se va de la UCD y pone en marcha el CDS, ya nada
sería igual para que político abulense. Elección tras elección su fuerza va
perdiendo brillo, fuelle e incluso se mete por medio el innombrable de
Mario Conde, un genio, irónicamente hablando, de las finanzas y de
convertir en terracota todo lo que era oro. Puso su mirada en el CDS y de
sus siglas no quedaron ni las más míseras migajas.

Sólo ahora, cuando Suárez ha pasado verdaderamente a ser Historia de este
país, es cuando se habla bien del líder de Cebreros, el hombre que con una
situación social, política y económica cogida con alfileres intentó poner a
España en la autopista de la democracia, volver a ser tenido en cuenta en
el concierto internacional. Pero la política, si sucia es ahora, no le iba
a la zaga en aquella época. Tiene gracia ahora escuchar a Alfonso Guerra
glosar y elogiar la figura de Suárez cuando en los albores de los 80 le
llegó a tildar de tahúr del Missisipi. Es como para que se te caigan los
palos del sombrajo. En fin, descanse en paz, don Adolfo. Seguro que allá
arriba, donde nuestros ojos no pueden llegar, sus promesas terrenales
habrán sido mejor consideradas.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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