Una guerra civil energética
No es producto de la casualidad el ataque bestial contra las renovables del Gobierno del PP en esta legislatura.
Jeremy Leggett es un activista a favor de las
energías renovables. Doctor en Ciencias de la Tierra y Geología por la
Universidad de Oxford, trabajó durante muchos años como ejecutivo de la
petrolera BP hasta que decidió salir huyendo al advertir un cercano crack
energético fruto de la misma política suicida que produjo el crack financiero.
En su libro “La energía de las naciones” plantea, no obstante, una salida
airosa para el planeta a través de las energías limpias. En una entrevista en
el diario El Mundo, el pasado fin de semana, nos asegura que se está viviendo a
nivel planetario una auténtica “guerra civil global” entre la industria de los
combustibles fósiles y el sector de las renovables. Para Leggett “es muy
trágico lo que está pasando en España, y buena prueba de ello es la llegada de
ingenieros y técnicos al Reino Unido porque allí se han cerrado definitivamente
las puertas. Durante un tiempo España lo hizo muy bien y marcó el camino al
resto del mundo. Pero la industria de los combustibles fósiles ha contraatacado
de una manera increíblemente dura. En cierto sentido, España se ha convertido
en escenario de la guerra civil global entre las energías fósiles y las
renovables”.
No es producto de la casualidad el ataque bestial
contra las renovables del Gobierno del PP en esta legislatura. La semana pasada
describía los tres embates durísimos que ha tenido que soportar el sector hasta
quedar al borde de la extinción. La eliminación de las primas a las futuras
instalaciones junto con una radical moratoria primero, el diseño de un impuesto
al sol para suprimir de un tajo el autoconsumo más tarde, para, finalmente,
acabar eliminando las subvenciones a los aerogeneradores anteriores a 2005, ha
puesto a las energías verdes en una situación de precariedad muy peligrosa.
Desde que José María Aznar iniciara en 1996 la
privatización de las eléctricas públicas hasta la fecha -en realidad el proceso
lo empezó antes, con cierto comedimiento, Felipe González- las compañías han
ido tejiendo sin recato un oligopolio energético que ha despreciado la
liberalización de las prestaciones y el precio de los suministros de la
energía. Y no ha dudado para conseguirlo en untar a muchísimos políticos de primera
fila con generosos puestos en sus consejos de administración y en contribuir a
sustentar los aparatos de los grandes partidos políticos españoles. El diseño
de Aznar (hoy en Endesa, por 200.000 euros anuales), Rato y Folgado (hoy en Red
Eléctrica, por 55.000 euros al mes) de un déficit tarifario, para que la
factura de la luz no subiera nunca más que el IPC, nos ha llevado a una deuda
con las eléctricas de 30.000 millones de euros sin visos de que se detenga (en
2013 se incrementó en 4.098 millones).
Al principio de esta legislatura, el ministro de
Industria prometió una reforma energética capaz de corregir algunas de estas
anomalías. Tras dos años de trabajo, la reforma aprobada por el Parlamento
resultó un fiasco. Solo consiguió, “casualmente”, dar un hachazo a las
renovables. Una subida brutal de la luz en un 11%, aprovechando la coyuntura,
asustó al PP que anuló la subasta de manera inmediata argumentando ante la
opinión pública que se había manipulado y que los mecanismos que se emplean
para fijar los precios son muy poco transparentes. Incluso llegó a reconocer
que se nos ha estado cobrando de más en los últimos años (1.160 millones en los
últimos cuatro años nada más y nada menos) aunque, por supuesto, sin osar
proponer que entonces se nos debería devolver lo cobrado indebidamente, sin
plantear sanciones para los infractores y sin llevar las presuntas estafas a
los tribunales.
Acogotado por las circunstancias, José Manuel
Soria decide mantener los recortes a las renovables y anular las subastas que
siempre, siempre, habían sido cuestionadas por todos los expertos y que han
propiciado una gran parte del déficit y del aumento de más de un 80% de los
precios de la electricidad en los últimos años, hasta convertirla en la tercera
más cara de Europa. Pero nos pone de nuevo en manos del mercado y las
eléctricas que han propiciado esta situación. Nos presenta el ministro
entonces, precipitadamente, improvisadamente, un nuevo sistema que nos
permitirá pagar un precio fijo bimensual, anual o lo que valga la luz cada
hora, sin que haga ningún amago de fomentar la competencia y la liberalización
real de los precios. Y aunque apunta que esta medida va a beneficiar a los
consumidores, y que se producirá un ahorro anual de un 3% (otro intento de
confundir, se trata de una falacia), lo cierto es que la propuesta tiene trampa
y la luz seguirá subiendo y seguirá aumentando el déficit. Tiene en realidad
muchas trampas que terminan, como siempre, beneficiando a las eléctricas y
perjudicando a la ciudadanía y a las industrias.
De entrada se sube la parte fija de la tarifa en
un 18%, lo que penaliza el ahorro y garantiza un beneficio sin cuestionamiento
a las eléctricas. Y por otra parte permite que los que disponen en sus casas de
un contador “inteligente” (apenas el 20% de los hogares) puedan acogerse a un
precio que varía cada hora en función de las energías que prevalezcan en ese
momento y que, como sucede con las subastas, se prestará a la manipulación por
las eléctricas. En realidad no resuelve el problema de la subasta ya que el
precio lo seguirá marcando cada instante la energía más cara. Como plantean las
asociaciones de consumidores, se trata de una auténtica aberración ya que se
nos obliga a comprar la electricidad sin conocer el precio anteriormente y sin
que después tengamos la posibilidad, por lo complicado del sistema, de saber
cuánto nos cobraron, por qué y a qué hora (el recibo nos puede marcar en el
bimestre hasta 1.500 tarifas distintas). Bueno, no es del todo cierto lo que
digo, usted podrá determinar la nueva tarifa si aplica, según ABC, la fórmula
TPU=TPA+TCF+MCF para el término de potencia y TEUp=TEAp+TCVp+CPp para el de
energía consumida. De coña.
Por supuesto el resto de los catorce millones de
empresas y hogares tendrán que seguir pasando por el aro de los precios anuales
que fijen las empresas y sobra decir que se pondrán de acuerdo como hasta ahora
para establecer las tarifas que más les convengan. El Gobierno se ahorra el
problema de anunciar una subida cada tres meses y los consumidores nos llevaremos
cada vez la sorpresa de subidas a la carta, plurales, variadas, incontroladas,
con periodos de facturación distintos y con precios medios diferentes. Se les
deja las manos libres a las eléctricas para que sigan controlando la fijación
de los precios y la opacidad de los recibos y la información.
Y encima lo del dichoso contador “inteligente”.
Por cierto, si quieren saber cómo nace y cómo se ponen de acuerdo las
eléctricas para pactar un modelo y fijar precios sin competencia para
venderlos, acudan a la web “Estafa luz”, del ingeniero Antonio Moreno Alfaro,
que lleva años denunciando los fraudes eléctricos y que fue represaliado por
negarse a participar en ese entramado. Según establece la legislación vigente,
los contadores actuales deberán ser sustituidos antes de del final de 2018 por
el nuevo sistema inteligente. Aunque se han incumplido todos los plazos, se
calcula que para final de este año ya se deben haber instalado el 30% del nuevo
modelo, aunque en muchos lugares las redes no permiten la trasmisión de datos.
Frente a un alquiler que pagamos actualmente por el contador de siempre de 0,5
euros, el nuevo nos obligará a soportar un
alquiler de 0,8 euros y aunque nos podría permitir acceder a cada
momento que nos interese para conocer el precio en vigor, por ejemplo o
administrar el autoconsumo, eso nos está vedado por las eléctricas. Se los
pagamos pero no podemos acceder a los datos. Eso sí, las compañías dispondrán
de toda la información que quieran sobre nosotros: nuestros usos horarios, la potencia
que utilizamos a lo largo del día, lo que consumimos en distintas épocas del
año, etc… Un precioso instrumento para comercializar y vender nuestra
intimidad. Como siempre, con la sartén por el mango. Como siempre haciendo lo
que quieren con nosotros. Como siempre con el Gobierno de su lado, aunque
escenifiquen que se pelean.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.








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