Viviendo en San Borondón
Exigencias canarias proabortivas
Las intervenciones en el pleno del Parlamento reflejaron, en mayor o menor medida, las dos grandes alternativas que plantean los legisladores favorables a la regulación del aborto: los que defienden una ley de plazos y los que prefieren una de supuestos.
Con la importancia que CC le está dando
a consultar al pueblo sobre asuntos importantes, para el pacto CC-PSOE sólo
parece serlo el petróleo, es de suponer que habrán consultado por lo menos a
las bases de sus partidos antes de lanzarse a proponer en el Parlamento de
Canarias azuzar al Ejecutivo de Paulino Rivero para que “exija” la retirada del anteproyecto de la reforma de la ley de
aborto al Gobierno de España.
Pero ya puestos en exigencias y en la
línea de insumisión sobre diversos temas a la legalidad vigente y a las
sentencias de los tribunales que vienen practicando otras autonomías, muy “autonosuyas” de hecho, también quieren
que el Gobierno de Canarias se comprometa a asegurar que las interrupciones voluntarias
del embarazo, forma eufemística de llamar al aborto libre por causas no médicas
o espontáneas, se puedan realizar en la sanidad sanitaria pública sin más
requisitos que la voluntad de la mujer. No
obstante, tal vez para que no se note mucho la demagogia al pedir que su propio
gobierno se comprometa con lo que no puede comprometerse, añaden en la PNL que
se haga siempre “dentro de sus
competencias”.
De forma vergonzante, al estilo de los
monólogos de Gila de tirar la piedra y esconder la mano, dicen que ellos (CC,
PSOE y Grupo mixto) no lo proponen al pleno del Parlamento de Canarias como
iniciativa propia de los grupos parlamentarios que son, sino a instancia de “colectivos” que les piden que canalicen
sus inquietudes. Es decir, grupos de
presión más o menos etéreos, que les amenazan con no votarles y dejarles sin
sueldo en las elecciones.
Las intervenciones en el pleno del
Parlamento reflejaron, en mayor o menor medida, las dos grandes alternativas
que plantean los legisladores favorables a la regulación del aborto: los que
defienden una ley de plazos y los que prefieren una de supuestos. En ninguna de las alternativas se plantea
introducir la opinión del padre sobre el futuro del ser humano de cuya vida o
muerte se está legislando, dejando la decisión sólo a la conciencia de la mujer. Y también abandonando al niño que podría o no
nacer, sin valedor ni abogado defensor.
Son dos posturas que debieran estar
fundamentadas en profundos convencimientos éticos o morales de la sociedad y no
en banderías u oportunismos de partidos políticos. Ambas son defendibles y ambas son
irreconciliables, por lo que es necesario alcanzar un acuerdo social y una
legislación que lo regule. Por eso
parece ser pura demagogia electoralista que ahora proclame Rubalcaba, para
defender su actual postura de mantener la ley de plazos promovida por Bibiana
Aido, “o se está por la libertad, o no se
está por la libertad”. Por
congruencia intelectual y en honor a la verdad, si es que eso en un político al
uso fuera posible, debería entonces aceptar que su partido no estaba “por la libertad” cuando el gobierno socialista
de Felipe González, con mayoría absoluta, aprobó una ley de supuestos en el año
1985.
Y hay también otro grupo de personas,
difícil de cuantificar, que no acepta de ninguna manera el aborto libre. Y no lo acepta por una variedad de razones morales,
éticas o filosóficas, no siempre religiosas en general o cristianas en
particular. Conviene recordar que el
asunto del aborto y del suicidio asistido, las más de las veces confundido con
la eutanasia, ya es tratado desde la más remota antigüedad, bastante antes del
nacimiento del Cristianismo. Por
ejemplo, en el código de Hammurabi, año 1728 a.C., o condenado expresamente en
el Juramento Hipocrático que hacían los médicos ya desde el siglo V a.C.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.







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