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Viviendo en San Borondón

Las preocupaciones de Flora Marrero

JOSÉ F. FERNÁNDEZ BELDA Lunes, 10 de Febrero de 2014 Tiempo de lectura:

Sería muy pedagógico, como ahora les gusta decir, que Hernández Spínola aclarara algunas cosas que dijo en aquella comisión en presencia de Flora Marrero.

Su señoría, la diputada nacionalista Flora Marrero, dicho sea en femenino lo de su señoría y lo de nacionalista, reprochó en una comisión del Parlamento de Canarias que algunos miembros en el ejecutivo siguen hablando con lenguaje sexista y no con lenguaje genérico neutro. “Esto es importante”, proclamó Flora Marrero, que algunos representantes del gobierno “siguen hablando de ciudadanos, en lugar de ciudadanía, o dan las buenas tardes a todos, en lugar de a todos y a todas”.  Dijo y adujo, y se supone que descansó tras lo dicho y aducido.

 

Su señoría, toda ella, excluyó de esa mala praxis discriminatoria al consejero de Presidencia, Justicia e Igualdad del Gobierno canario, Hernández Spínola, al que debió tratar según su peculiar forma de entender la gramática española de “su señorío sociolisto”, en singular masculino, para no incurrir en el mismo sexismo lingüístico que ella denuncia en los demás.

 

Y aprovechando, no lo del tan socorrido Pisuerga pasando por Valladolid, sino que baña a las Islas Canarias la Corriente del Golfo, sin señalar a nadie en particular sólo que ese río marino se llama así, el consejero se despachó a gusto contra las políticas del PP a las que acusó de hacer retroceder en España las políticas de igualdad.  Pero, cabría suponer, que eso no ha sucedido donde desde siempre ha gobernado CC, orlado ahora y antes con el PSOE o la PSOE, como llaman también en Andalucía a ese partido y no por razones sexistas.

 

Sería muy pedagógico, como ahora les gusta decir, que Hernández Spínola aclarara algunas cosas que dijo en aquella comisión en presencia de Flora Marrero.  En especial la forma en que la eliminación del “uso sexista del lenguaje”, uno de los ejes estratégicos del Gobierno, puede impulsar la igualdad en las condiciones laborales y el acceso al empleo o reducir la brecha salarial, ya que en España las mujeres perciben, de media, retribuciones inferiores en un 16 por ciento a las de los hombres.  Los que parecen fiar su acción de gobierno a que los políticos, que no el resto de la humanidad, utilicen un supuesto lenguaje no sexista, olvidan que el auténtico problema laboral para hacer desaparecer esa diferencia es que haya igualdad de oportunidades para las mujeres, no discriminación positiva, que les permita alcanzar las máximas categorías y niveles profesionales.  Y eso no se soluciona con llamar “médica” a una médico, o en un convenio colectivo hablar de telefonistas y “telefonistos”, por ejemplo.

 

Mucho se ha escrito sobre este asunto de la “tontuna lingüística”, como bien analiza un correo del mismo nombre que aún circula profusamente.  O el informe del catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense Ignacio Bosque sobre “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, que arremete contra nueve guías de universidades, comunidades autónomas y sindicatos. También deberían los valedores de esa moda que tanto preocupa y ocupa a la diputada Flora Marrero, estudiar el documentado trabajo “El español, una lengua no sexista” escrito por el profesor de investigación del CSIC, don Álvaro García Meseguer.

 

Esta obsesión de los políticos, y las políticas (en varios sentidos), por pretender cambiar la realidad falsificando el idioma ha llegado también a Sudamérica.  El artículo del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince “¿Colombianos y colombianas, ridículos y ridículas?”, es magistral: “de hecho el órgano viril por excelencia, suele tener en castellano género femenino… aunque evidentemente es de sexo masculino.  Y en España, al menos, pasa lo inverso con la parte correspondiente de la mujer”.   Y ahora ¿cómo llamaremos a “eso”?

Nota:

 

El enlace al artículo es: http://www.semana.com/opinion/articulo/colombianos-colombianas-ridiculos-ridiculas/80502-3

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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