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JOSÉ M. BALBUENA CASTELLANO

Protesta musical

JOSÉ M. BALBUENA CASTELLANO Martes, 03 de Diciembre de 2013 Tiempo de lectura:

No hace mucho, la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria realizó una original protesta, a su manera, es decir, lanzando al viento melodías, de forma gratuita

Hay protestas silenciosas, huelgas a la japonesa, o estrepitosas manifestaciones callejeras y, yendo aún más lejos, autoinmolaciones “a lo bonzo”, bien por locura momentánea o desesperación eterna. No hace mucho, la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria realizó una original protesta, a su manera, es decir, lanzando al viento melodías, de forma gratuita, en la plaza del Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas. Fueron interpretadas de forma impecable por este colectivo que se ha ganado el prestigio en el  ámbito nacional e internacional por su buen hacer. Ejerció de improvisado director el chelista polaco Zdzislaw Titlak.

Fue una pena que no tuviese muchos oyentes. Tal vez no se difundió adecuadamente la convocatoria, ya que, en esta ciudad y en esta isla, tenemos bastantes melómanos. Por fortuna. Y digo una pena, porque al lado de donde se celebró esta protesta musical, en unos grandes almacenes, había gente de sobra para llenar la plaza. Pero ya sabemos  que nuestra población, en general, está más sensibilizada en compras y saraos que en un acto para apoyar la cultura.. Que no digo que estén mal, si, al mismo tiempo, se valorara lo que supone la educación,  la cultura y todo lo que permite que un pueblo sea culto y progrese.

Al mismo tiempo, me temo que la llamada crisis global se está convirtiendo en una excusa para volver a un pasado tenebroso, zafio y cutre, y en esa línea vamos. Los prestigitadores de la política y de la economía nos llevan a más pobreza, más paro y más desamparo y, al mismo tiempo, a una injusta penuria moral y cultural, sin buenas perspectivas para nuestros niños y jóvenes y todos aquellos que desean trabajar o aspiran a disfrutar de una vida apacible, sin carencia ni traumas.
Volviendo a la protesta musical, organizada al mismo tiempo en 16  ciudades españolas, se afirmó que “durante los últimos treinta años se ha logrado construir un plantel de orquestas sinfónicas profesionales de gran nivel que ahora se ve amenazado con reducciones, supresiones, limitación de plantillas y planes de discontinuidad que, de llevarse a cabo, volverían a sumir a España en el penoso estado musical en el que se encontraba hace treinta años”. Retrocedemos de nuevo y nos distanciamos de los países más avanzados. Nos introducimos, otra vez, en la ignominiosa retaguardia, en el pelotón de los torpes. La oligarquía y los poderes fácticos de este país tal vez no consideren conveniente que la cultura, la formación y la educación no lleguen a las clases menos favorecidas. Podrían aprender pronto y pensar demasiado, derribando sus estructuras sociales preponderantes y sus privilegios.

Ricardo Ducatenzeiler, viola de la orquesta, que hizo de portavoz de los Profesionales de Orquestas Sinfónicas en este acto, señaló que “un país que se precie debe cuidar a sus orquestas para que puedan representar su cultura y su riqueza musical”.  Indicó que “el trabajo y futuro de nuestras orquestas depende de las normas y leyes que se van creando y destruyendo”. Propuso la necesidad de alcanzar un pacto por la cultura, por la música en la infancia, en las escuelas, en los conservatorios y en la vida cotidiana.

Los recortes, como se está viendo, llegan también a las orquestas sinfónicas, aunque, de forma paradójica, se les sube paralelamente el IVA. Una situación que hace peligrar el futuro de estos colectivos en España, según Ducantenzeiler.
En este concierto al aire libre se interpretó la Gazza ladra, (la urraca ladrona) de Rossini, que parecía la más apropiada para la ocasión en la que se le roba a los españoles, por parte del gobierno de la nación, sus derechos y logros, entre ellos la necesidad de oír música. También, entre piezas musicales, tocaron Los cantos canarios,  de Teobaldo Power. Lástima que  la concurrencia no hubiese sido mayor.

 Ducatenzeiler le pedía, precisamente, a la ciudadanía apoyo y comprensión y terminó su disertación subrayando que “la música llena nuestras vidas y nos hace mejores. Todos somos música”. Estoy de acuerdo porque no concibo mi existencia sin música. Además, un pueblo sin ella, debe ser muy aburrido.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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