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JOSÉ M. BALBUENA CASTELLANO

¿Esto es una auténtica democracia?

JOSÉ M. BALBUENA CASTELLANO Domingo, 24 de Noviembre de 2013 Tiempo de lectura:

Nuestra Justicia, que es un derecho que tenemos los ciudadanos de este país, según la Constitución, no es eficaz, como se ha comprobado más de una vez

Creer en la Justicia es bueno. Pero, ¿qué Justicia? Hablamos de España y, como sabemos, es diferente. El pueblo no cree en nuestra Justicia, aunque los políticos, con la boca chica, aseguran que sí y que acatan las sentencias y demás.

Nuestra Justicia, que es un derecho que tenemos los ciudadanos de este país, según la Constitución, no es eficaz, como se ha comprobado más de una vez. Es lenta, carece de medios y, a veces, se actúa de acuerdo con las tendencias e ideologías de los jueces. ¿O no? No es independiente, ni inmediata, que es una cualidad que debe tener en un estado de derecho. ¿O tampoco estamos en un estado de derecho? Son preguntas que se hace la gente sensata de la calle.

Es intolerable que el caso del Prestige  y su chapapote destructivo se haya tardado en resolver nada menos que once años. En ese tiempo pueden ocurrir muchas cosas e incluso desvirtuar lo que se está jugando. La sentencia no ha agradado a casi nadie, pero determinados políticos, especialmente los que tenían alguna responsabilidad y cercanía  en ese caso, “son muy respetuosos con la Justicia”, alegan hipócritamente. Da ganas de reír y de llorar, al mismo tiempo. Lo cierto es que, presuntos mandatarios corruptos podrán beneficiarse de esa laguna que se llama tardanza o  de esa decisión de archivar las causas, que termina en impunidad. Eso  no es hacer justicia y, al final no se sabe si son culpables o no.

Por lo tanto, donde no existe un serio planteamiento sobre el papel que debe interpretar  la Justicia, ni  de lo que debe ser la democracia, estamos ante una auténtica pantomima y nos acercamos, cada vez más, a un país bananero, tercermundista o como ustedes quieran llamarle y no pongo ejemplo para no herir susceptibilidades...

Estamos en una nación (es un decir, otra pantomima) donde ejerce el poder una clase dominante, apoyada, naturalmente por los grupos financieros y las grandes empresas. Poco a poco, se han ido cepillando el estado de bienestar que lograron, en la Europa más equitativa y justa, gobiernos socialdemócratas y que ha derribado, sin compasión, el neoliberalismo global, contaminando, debilitando y defraudando a nuestra sociedad.

También han rebajado lo que denominamos la clase media  y aumenta, peligrosamente, una casta cada vez más empobrecida, descapitalizada, desconectada, marginada que, a su vez, se inhibe del necesario consumo porque no dispone de medios para hacerlo. Te dicen que hay que incrementar el consumo, y, acto seguido, anuncian que se recortarán los sueldos. Uno, en una especie de lapsus,  se alegra creyendo que se refieren a esos privilegiados directivos, gerentes, directores generales públicos o privados, alcaldes, diputados, presidentes de cabildos, de diputaciones y toda esa parafernalia burocrática que tenemos en España, que, entre otros, son los que están desangrando económicamente a este país, junto con todos esos tramposos que defraudan a hacienda, que blanquean dinero negro y que se dedican a negocios bastante sucios.

Pero, ¡oh desilusión!, las bajadas de sueldo son para los que ya han experimentado recortes, para la clase media,  para los obreros, los asalariados, los obreros, las viudas, jubilados, que ya, de por sí,  lo tienen esmirriado, si lo comparamos con el de los países más avanzados de nuestra comunidad europea, por cierto, muy desequilibrada, por cierto Europa y que han perdido bastante poder adquisitivo. Hemos tenido tiempo de mejorar nuestra democracia y no se ha hecho. También lo hemos tenido para definir de una vez qué clase de estado y de organización política y administrativa deseamos Unos apuntan a una república federada, en vista de que no partimos de una nación homogénea, de que hay diversidad de lenguas, de costumbres, de fueros, de autonomías, en las que, por supuesto, sobran algunas, creadas por un regionalismo mal entendido o por la presión de algún que otro cacique y que bien podrían estar unidas a una entidad territorial mayor, con servicios mancomunados y dotada de equipamientos adecuados. Pero primero, los políticos tendrían que entender bien y estudiar en otros modelos que no tenemos muy lejanos, el funcionamiento de esa federación, que tendría que estar apoyada y protegida por una constitución sin resquicios y avalada, a su vez, por un poder judicial independiente que acabe con los desequilibrios sociales, la impunidad y la falta de responsabilidad de quienes están al frente de las administraciones públicas.

Otro abogan por una estado monárquico más centralizado. Personalmente, no me agradan las monarquías y menos aun el modelo parasitario que padecemos y que pienso que está desfasado.  Algunos países democráticos de Europa se lo permiten, pero no deja de ser un lujo o un capricho de ricos.

También hemos tenido tiempo de mejorar el nivel educativo y de darle un toque más europeo y tampoco lo hemos afrontado. Nuestra competitividad está por los suelos y no se les ocurre potenciar la investigación y el desarrollo. En definitiva, en vez de avanzar, retrocedemos. Y para colofón, como ya no tienen nada que recortar, nos recortan las libertades y vamos camino de otra dictadura. Hagan el favor de no mirar atravesado a un policía o a un guardia civil,  porque pueden recibir una fuerte multa. Tampoco se le ocurra taparse la cara, aunque ellos si se la tapan para que no vean a algunos las barbaridades que cometen algunos con otras personas.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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