Repartir el trabajo y la riqueza
Con todo, la recuperación de los equilibrios ecológicos y de la eficacia social de la economía productiva serán factores de la liberación de la “economía vital”
Tras su hegemonía global, el Neoliberalismo ha demostrado ser un completo fracaso en respetar la pervivencia de los ecosistemas naturales y en cumplir los objetivos sociales de la economía. Las prácticas medioambientales neoliberales son las principales responsables de que la humanidad se encuentre ante la mayor crisis ecológica de su historia; la economía neoliberal solo ha servido para transferir las rentas a los ya muy ricos, empobreciendo a todos los demás.
La dualización entre acaparadores y excluidos se extrema en todos los países y todos los ámbitos. En 2010, inicio de la recuperación macroeconómica en EEUU, el 93% del incremento de la renta fue a parar al 1% más rico, mientras al otro 99% le tocó repartirse el desempleo y el empobrecimiento. Esto no es ni casual, ni coyuntural: desde 1976, el 58% del incremento de la renta ha ido a parar al 1% más rico, mientras los ingresos de la clase media se han estancado y los de los que tienen un nivel educativo básico -que son más de la mitad de la población activa- se han desplomado. En la actualidad, el 22% de los niños estadounidenses son pobres.
Así, se impone la protección de los entornos y los sistemas naturales de la Tierra, fuente principal -pero limitada y frágil- de los recursos para nuestra supervivencia. Nos es preciso asegurar el bienestar del conjunto de los seres humanos que habitamos el planeta. Y es ineludible un replanteamiento profundo en torno a qué, cómo y para qué producimos y consumimos. Necesitamos una inmediata transición hacia unas sociedades centradas en el cuidado solidario y el desenvolvimiento sostenible.
Con todo, la recuperación de los equilibrios ecológicos y de la eficacia social de la economía productiva serán factores de la liberación de la “economía vital”: la economía doméstica y vecinal de la convivencia y el cuidado mutuo, que es la que asegura las condiciones de la reproducción social. Ésta es, además, la única que podrá restringir nuestros impactos negativos en la naturaleza y recuperar los entornos desestructurados. Pues, las tareas que requieren la atención a las personas dependientes y la sostenibilidad ambiental no las van a asumir los mercados centrados en el lucro. Por todo ello, solo queda repartir todo el trabajo y toda la riqueza, socializar el tiempo y los recursos que precisemos para alcanzar, a tiempo, la reconciliación democrática de la humanidad en armonía con nuestra ecosfera.
En torno a esos precisos y loables objetivos vienen surgiendo múltiples propuestas. Entre ellas, la Fundación Nef, “un laboratorio de ideas independiente que trabaja por una economía justa y sostenible que contribuya al bienestar humano”, defiende la generalizada reducción a la mitad de la jornada laboral, la semana laboral de 21 horas. Se trata de redistribuir los tiempos que se dedican al mercado de trabajo y a los cuidados hogareños y vecinales, repartiéndolos, a pié de igualdad, entre todos los adultos –hombres y mujeres- en edad y condiciones de trabajar.
Estas y similares iniciativas pretenden orientarnos hacia un mundo humanitariamente solidario y ecológicamente viable. Y reivindican como recurso que las haga posibles, la socialización de una enorme bolsa de riqueza que permanece secuestrada: el notabilísimo aumento de la productividad que, en los últimos tiempos, han propiciado el crecimiento de las poblaciones y su capacidad laboral, la informática aplicada al control y difusión de la información y la mecanización de las actividades productivas. Los secuestradores, el 1% de la población, los más ricos.
Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor socia
http://bienvenidosapantopia.blogspot.com
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