Así lo vimos

La semana comienza con la resaca de Fitur, que acabó ayer, y que no ha sido ni la mitad de los esperado según los propios profesionales del sector. Fitur, como bien saben, ya es otra cosa. Aquella leyenda de juergas hasta el amanecer, comidas copiosas en restaurantes populares a golpe de la Visa municipal, entre otras visitas rutinarias, se acabaron hace más de una década, y mencionarlas ya no viene a cuento. Pero los recortes si deben mencionarse, ni los propios medios de comunicación disponen de espacio para trabajar. Ya no existen las cabinas para las radios, cuando llegamos a contabilizar en alguna edición hasta una treintena con líneas digitales incluidas. Aunque tampoco la radio atraviesa su mejor momento. La feria de la pasada semana ha sido la más descafeinada, con más incertidumbre de la que existía antes del inicio, y esa especie de chantaje emocional que imprimen los touroperadores para que los castigados empresarios alojativos reduzcan ostensiblemente aún más el precio de las camas, de lo contrario cobrarán a los tres meses en el mejor de los casos porque siempre habrán destinos para desviar a sus clientes. Las ausencias empresariales se notaron, por otra parte, quizás para evitar descuentos incómodos relacionados con los debates demoledores de los últimos meses. La farándula fotográfica si estuvo a la altura, en el momento y a la hora indicada, como debe ser. Sobre los nuestros, Mogán y San Bartolomé de Tirajana, fuimos testigos de su agenda a contrarreloj y de la presencia de profesionales, empresarios, políticos y hasta funcionarios municipales, que no se perdieron ese ratito con sabor isleño desde un rincón del pabellón 9.