¡Que 2013 sea un año nuevo!
Lo histórico es el ámbito más característico del modo humano de sobrevivir y perdurar y es lo contrario a lo determinado, a lo previsible
La constatación cultural de los ciclos anuales y estacionales ha sido patente desde las primeras civilizaciones históricas y, según múltiples indicios, también en los albores prehistóricos de la humanidad. De hecho, circunstancias tan relevantes como la luz y la temperatura que naturalmente recibían en sus entornos las comunidades humanas, fueron objeto temprano y preferente de interpretaciones mágicas y religiosas. La miríada de mitologías que se han conjeturado sobre la naturaleza de nuestro Sol y el sentido de sus manifestaciones climáticas y meteorológicas, así lo atestiguan.
En las culturas de influencia cristiana, este arcano interés situó el nacimiento del Dios encarnado, tradicionalmente, en torno al solsticio de invierno, marcando el inicio de cada año e iniciando una serie que, presumiblemente, nos sitúa, ahora, en el año 2013 desde esa Navidad. Así, en el Norte, el considerar que el año empieza en pleno invierno y en un ambiente de reconciliación y buenas intenciones, se volvió un tópico que perdura. Y, también, desearse, con ese inicio de ciclo anual, prosperidad, es decir, “bienestar y mejora de la situación económica o social”.
Hoy este es un deseo que hace falta se cumpla perentoriamente, pues en muchos lugares del mundo y en buena parte de las, hasta hace poco, prósperas naciones occidentales, permanece una dinámica generalizada de corrupción institucional y de depresión económica que provoca que la precariedad y la pobreza arrecien sobre las poblaciones. No obstante, ante estos graves problemas de cariz político y socioeconómico, el nuevo año, de suyo, no traerá nada nuevo. Y tampoco los buenos deseos, por sí mismos, nos van a conducir a los “verdes prados”. Las expectativas que se proyectan en cuanto a lo prometedor o amenazante que, de forma predeterminada, el inicio de este ciclo anual traerá, son manipulaciones interesadas o meras supersticiones con la pretensión de condicionar o conjurar el devenir histórico.
Lo histórico es el ámbito más característico del modo humano de sobrevivir y perdurar y es lo contrario a lo determinado, a lo previsible. Solo hay “historia” si el pasado no prescribe el presente. Esta condición exclusiva de la “segunda naturaleza” de la especie humana, el evolucionar sin determinismos culturales, es la que no ha dejado de generar novedades, innovaciones y cambios en nuestros múltiples devenires a lo largo del tiempo.
Aunque, contra esta capacidad progresiva de readaptación y de superación de las limitaciones y problemáticas, se sitúen los intereses creados por las fuerzas sociales que han pretendido “naturalizar” el dominio de los pocos sobre los muchos y el control de éstos, sobre los asuntos de todos. La historia pasada también está plagada de los agravios y agresiones, a toda escala, que esta cruenta y desquiciada represión y no ha dejado de ocasionar. La imposición reaccionaria que actualmente padecemos, esta vez, a nivel global, es la muestra actualizada de esa deriva anti histórica que tanto nos perjudica y compromete.
Así que procuremos conseguir que, más allá de los buenos deseos y en cumplimiento de los mismos, este 2013 sea un año “nuevo” -liberado de ataduras, injusticias y mezquindades- por obra de la actividad concienciada, solidaria y conjunta de los que, muy en mayoría, ansiamos, de buena voluntad, la paz y la equidad entre los seres humanos.
Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social.
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