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La intimidación sindical tolerada

JOSÉ F. FERNÁNDEZ BELDA Viernes, 16 de Noviembre de 2012 Tiempo de lectura:

Era muy tangible la coacción moral que ellos sentían, y yo también

[Img #11213]Dejando para otros con mejores y mayores conocimientos el análisis objetivo y político de los datos sobre la huelga general del 14-N, manía dichosa de denominar con esas formas alfanuméricas los eventos que acaban confundiendo al personal como magistralmente Antonio Burgos señalaba en su artículo “Demasiado 25-S” en el ABC del 7 de octubre,  también cabe una descripción subjetiva e intimista de las vivencias personales en ese día y de algunas reflexiones políticas que me suscita la visión de las imágenes.

Como casi todas las mañanas, salí a pasear con mi perro Bicho camino del Parque de San Telmo, esta vez caminando por la calle de Triana para pulsar el ambiente que se respiraba a la espera de una de las manifestaciones convocadas.  Por si había algo noticiable, cogí una cámara de fotos compacta, más disimulada que la medio profesional que suelo usar para los reportajes, ya que no me atrevía a llevarla conmigo por si me venían a “informar” algunos de esos piquetes que los medios de comunicación se empeñan en repetir que son “informativos” cuando es más que evidente que son “coactivos” y con más frecuencia de la razonable, incluso violentos física o verbalmente.  Por eso la baja calidad técnica de las imágenes que pude ofrecer.

Desde unas horas antes de que transcurriera la manifestación política -los propios cabecillas sindicales ya dijeron impunemente en Madrid que no era laboral- se respiraba una calma tensa y se notaba el miedo o la preocupación en los rostros de los trabajadores de las tiendas y cafeterías de Triana y aledaños.  Sólo unos pocos estaban cerrados cuando andaba por esas calles saludando a los conocidos y cambiando fugaces impresiones sobre este asunto.  Era muy tangible la coacción moral que ellos sentían, y yo también, por querer ejercer el derecho a la libertad sin tener que dar explicaciones a los liberticidas.  

Cuando empezaron a llegar los manifestantes a Triana, las persianas de los comercios se iban cerrado, por miedo a que hubiera exaltados agresivos que asaltaran sus establecimientos, como va siendo cada vez más frecuente en España. Volvieron a abrir los comercios, las cafeterías montaron sus terrazas y los clientes a entrar y salir de ellos con total normalidad en cuando pasó la manifestación, que ocupó la calle de Triana sin abarrotarla, a pesar de lo que diga algún medio de comunicación que la observaba desde su balcón.

Aunque no sea estadísticamente representativa de la situación, esta mini muestra piloto me confirmó mis peores temores y sensaciones subjetivas de días pasados.  En primer lugar, que los piquetes informativos, mejor llamarlos coactivos, aterrorizan a la gente.  Lo hacen con agresiones verbales a quienes quieren ejercer su derecho a trabajar o por el miedo psicológico que generan los matones sindicales.  Y no sé muy bien que es peor, si la realidad objetiva o el pavor subjetivo.  De lo único que estoy seguro es que la falta de democracia, respeto a los derechos ajenos y libertad está más que patente.
 
La mezcla de todas las situaciones, unas reales otras ficticias, unas laborales y las más puramente políticas (estas huelgas generales creo que son intentos de golpes de estado sindicales, queriendo ganar por la intimidación lo que no consiguen en las urnas), se aprecia en los eslóganes y en las banderas.  Desde las republicanas de la II República, no la de la I, a las arco iris de los grupos homosexuales.  Todo cabe cuando “reina” la sinrazón, republicana.
 
Un “megafonero”, que supongo me conocía por mis participaciones en programas de TV, en cuanto me vio se acercó, megáfono en mano, vociferando no sé muy bien qué disparates, pero rematado por un “¿dónde están los votantes del PP?”, que al más puro estilo cubano o venezolano, le coreaban los de su grupo, es de suponer que de liberados sindicales, contra este humilde comentarista a unos días de jubilarse por edad.  El intento de intimidación, de encuadramiento en unas siglas y de escarnio público me resultó sorprendente cuando en mis artículos e intervenciones en tertulias siempre me he manifestado a favor del voto en blanco o de la abstención para aquellos que no teman represalias de los políticos por no figurar como votantes en las listas que se quedan los partidos de las mesas electorales, no se sabe muy bien por qué o para qué.  Y además, siendo firme defensor de tener la libertad de votar, si quisiera, a personas concretas no a listas cerradas propuestas por los partidos. Tampoco a listas abiertas. Quisiera tener la oportunidad de elegir para representarme a personas concretas, estén encuadradas o no en un partido político.  Votar en libertad a quién quiera que me represente, no a quien quiera que lo haga el aparato de un partido político.
 
Por lo que leo en la prensa nacional, se confirman las tres impresiones que tenía inicialmente. Una, que el seguimiento de la huelga ha sido muy limitado y buena parte de los vociferantes son empleados públicos (no forzosamente funcionarios) y liberados de la penosa obligación de ganarse el pan con el sudor de su frente y no del esfuerzo y sacrificio de los demás.  Dos, que también estuvo bien presente el miedo de las personas a actuar con libertad, sin temor a los piquetes.  Algunas madres con las que he hablado en días pasados me han confirmado que no se han atrevido a enviar a sus hijos al colegio por miedo a lo que pudiera pasar en los transportes.  Y tres, que las manifestaciones posteriores a la huelga si iban a tener muchos más participantes, pues se trata de ciudadanos normales y corrientes descontentos con diversas situaciones o reivindicaciones legítimas específicas, que deseaban manifestarse pero no del brazo manipulador de estos sindicatos desprestigiados y subvencionados.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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