El pluralismo económico
(A partir del artículo “La crisis, la geografía económica y Julie Graham: alternativas de desarrollo local a partir de la crítica feminista” de Antonia Casellas.)
En unas sociedades como la nuestra que parecen haber llegado -eso sí, a trancas y barrancas- a desechar las verdades eternas, las uniformidades y las dialécticas polarizadas como objetivos de su devenir, el pluralismo se impone como criterio de desenvolvimiento. El reconocimiento de que las distintas visiones y las diferentes estrategias de lo social son el necesario campo de fuerzas del que hay que partir -y que hay que cultivar- para, sino acertar, equivocarse lo menos posible, se vuelve un nuevo marco civilizatorio. Eso sí, con el infranqueable límite del respeto a la dignidad humana y sus derechos y la no vulneración de las instituciones que los salvaguardan. En lo político, desde luego, donde ya no se concibe lo democrático sin la variedad, la riqueza de enfoques y sin la confrontación de propuestas. Pero, también, en lo económico.
En economía siempre ha existido el pluralismo, pero la entronización del modo capitalista de hacer ha hecho que parezca lo contrario. No obstante, la crítica feminista, por ejemplo, ha demostrado ampliamente las limitaciones de la teoría económica capitalista para capturar las dinámicas productivas reales, tal y como ocurre con el trabajo no asalariado de las mujeres, considerado como inexistente o no productivo por el sistema.
Julie Graham, geógrafa económica y su compañera de investigaciones Gibson, también han contribuido al desvelamiento crítico de la teoría económica estándar, identificando otras importantes prácticas económicas perjudicadas en el discurso ortodoxo del desarrollo, como son el trabajo doméstico, el voluntario o las prácticas económicas de las cooperativas y otras entidades de economía social. Hay múltiples transacciones fuera del mercado formal que no son evaluables por la contabilidad oficial y que, no obstante, contribuyen a sostener la sociedad y la economía, como las labores en los hogares, las ayudas mutuas contraprestadas según normas de reciprocidad o los propios servicios aportados por la Administración pública a la ciudadanía.
Gibson-Graham, a partir de su estudio del modelo de las cooperativas de Mondragón en Euskadi, definen como “economía intencional” sus actividades económicas, que se conciben como espacios de decisión ético-política y donde el capital es considerado un factor subordinado al sostenimiento comunitario. Estas investigadoras, además, han puesto de manifiesto las potencialidades que ofrecen las economías locales, si están enraizadas en el territorio y se fundamentan en valores éticos de justicia social y en el respeto medioambiental, como solventes alternativas a la presente crisis de equidad, eficiencia económica y sostenibilidad que aguantamos.
Pues la globalización neoliberal hegemónica tiene importantes defectos y concita riesgos mayores: el énfasis en la importancia de las exportaciones obvia la preeminencia del desarrollo endógeno y local. Y al centrarse únicamente –con toda la intención- en el crecimiento de los ingresos y la evolución de los empleos, ignora el bienestar de la población, las necesidades redistributivas y los requerimientos ecológicos.
Así que hay múltiples propuestas económicas, basadas en la reciprocidad solidaria, que abogan por un desarrollo interno, equilibrando el medioambiente, la economía y la equidad social, y que están demostrado ser una alternativa viable al fiasco globalizado contemporáneo. Reivindiquemos su afloramiento y apoyemos su implantación.
Xavier Aparici Gisbert. Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
http://bienvenidosapantopia.blogspot.com
En economía siempre ha existido el pluralismo, pero la entronización del modo capitalista de hacer ha hecho que parezca lo contrario. No obstante, la crítica feminista, por ejemplo, ha demostrado ampliamente las limitaciones de la teoría económica capitalista para capturar las dinámicas productivas reales, tal y como ocurre con el trabajo no asalariado de las mujeres, considerado como inexistente o no productivo por el sistema.
Julie Graham, geógrafa económica y su compañera de investigaciones Gibson, también han contribuido al desvelamiento crítico de la teoría económica estándar, identificando otras importantes prácticas económicas perjudicadas en el discurso ortodoxo del desarrollo, como son el trabajo doméstico, el voluntario o las prácticas económicas de las cooperativas y otras entidades de economía social. Hay múltiples transacciones fuera del mercado formal que no son evaluables por la contabilidad oficial y que, no obstante, contribuyen a sostener la sociedad y la economía, como las labores en los hogares, las ayudas mutuas contraprestadas según normas de reciprocidad o los propios servicios aportados por la Administración pública a la ciudadanía.
Gibson-Graham, a partir de su estudio del modelo de las cooperativas de Mondragón en Euskadi, definen como “economía intencional” sus actividades económicas, que se conciben como espacios de decisión ético-política y donde el capital es considerado un factor subordinado al sostenimiento comunitario. Estas investigadoras, además, han puesto de manifiesto las potencialidades que ofrecen las economías locales, si están enraizadas en el territorio y se fundamentan en valores éticos de justicia social y en el respeto medioambiental, como solventes alternativas a la presente crisis de equidad, eficiencia económica y sostenibilidad que aguantamos.
Pues la globalización neoliberal hegemónica tiene importantes defectos y concita riesgos mayores: el énfasis en la importancia de las exportaciones obvia la preeminencia del desarrollo endógeno y local. Y al centrarse únicamente –con toda la intención- en el crecimiento de los ingresos y la evolución de los empleos, ignora el bienestar de la población, las necesidades redistributivas y los requerimientos ecológicos.
Así que hay múltiples propuestas económicas, basadas en la reciprocidad solidaria, que abogan por un desarrollo interno, equilibrando el medioambiente, la economía y la equidad social, y que están demostrado ser una alternativa viable al fiasco globalizado contemporáneo. Reivindiquemos su afloramiento y apoyemos su implantación.
Xavier Aparici Gisbert. Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
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