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XAVIER APARICI GISBERT

Resiliencia democrátca

XAVIER APARICI GISBERT Viernes, 02 de Noviembre de 2012 Tiempo de lectura:

Una sociedad resiliente, requeriría, ineludiblemente, de ciudadanas y ciudadanos comprometidos e íntegros

El término “resiliencia” tiene varios significados: en tecnología, formula la resistencia y capacidad de recuperación de un sistema a las perturbaciones; en ecología, expresa el aguante de las comunidades bióticas para soportar las agresiones; en psicología, denota la capacidad de afrontar la adversidad saliendo fortalecido y alcanzando un estado de excelencia; dentro del marco general de los derechos humanos, trata de la posibilidad efectiva de las personas a recuperar, jurídicamente, su condición de dignidad ante sometimientos a la fuerza de un Estado; en la filosofía ética, la resiliencia puede corresponderse con la virtud de la entereza y con la integridad, perfección, fortaleza, constancia y firmeza de ánimo que se le atribuye.

En el espacio sociopolítico, en estos tiempos que corren, donde los regímenes democráticos y los valores humanitarios sufren los embates de la tiranía neoliberal y su extorsión económica, una comunidad resiliente sería aquella capaz de neutralizar esa corrupción imperante, saliendo de ella en forma lúcida y ejemplar. Ya que nadie niega -al menos públicamente- que en los Estados de derecho son los intereses generales los que, legítimamente, deben prevalecer y que en ellos cada ser humano, por ser integrante de la soberanía política, debe ser tenido en cuenta, el objetivo a conseguir debería estar claro: la profundización de la emancipación democrática a través de la consolidación de los medios de participación, control y decisión ciudadana, y su ampliación a los ámbitos administrativos y económicos.

Una sociedad resiliente, requeriría, ineludiblemente, de ciudadanas y ciudadanos comprometidos e íntegros. En una comunidad donde el pueblo gobierna –que, en esencia, eso es la democracia-, contar con sus integrantes es el medio coherente para expresar el auténtico sentido del bien común y para reconducir nuestros intereses y anhelos a mayores cotas de libertad, igualdad y fraternidad.

Frente a la hegemonía de una concepción social uniformada que, como Erich Fromm señaló, pretende destruir toda imagen estructurada del mundo, se precisa un pensamiento libre, plural, integrador, coherente y humanitario. Para ello habrá que empezar por denunciar el ruido y la manipulación, sistemática y omnipresente, que se vierte sobre nuestras cabezas. Los potentísimos recursos actuales de los sectores mediáticos al servicio de ese autoritario sistema, reducen la ligazón de las problemáticas a una sucesión de fragmentos desprovistos de sentido de totalidad: mezclan noticias de injusticias sociales con declaraciones interesadas y con juicios de intenciones; centrando los focos de relevancia arbitrariamente, construyen un relato distorsionado del mundo donde las tragedias humanas son seguidas de las notas de sociedad, las trivialidades y los deportes. El compromiso con una actitud crítica ante este estado de cosas es, necesariamente, una condición para ser libres.

La pérdida de la cohesión social, el abandono del proyecto de mejoramiento general, la resignación ante el ataque del nihilismo que en nada cree y que, por ello, se abraza posesivamente a los símbolos de la riqueza más grosera, no son cuestiones menores. La indefensión y la precariedad se generalizan, hasta el momento, sin visos de reacción y afianzamiento de las alternativas solidarias y sostenibles. Y así, la  barbarie, entendida como la lucha de todos contra todos, acecha. Mientras, las instituciones políticas pro cíclicas perseveran, ahora en un ámbito globalizado, en la destrucción del tejido social y de las bases naturales para la supervivencia.

Este es un peligroso callejón sin salida que hay que abandonar para dirigirnos a las amplias avenidas de la concordia. Eso sí, con resiliencia democrática.

Xavier Aparici Gisbert. Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
http://bienvenidosapantopia.blogspot.com.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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