Codicia

El espectáculo que propició la Autoridad Portuaria desde que en el anterior mandato decidiera sacar a concurso la terraza de El Faro de Maspalomas, es el escenario que sirve de ejemplo para ilustrar los tropezones y zancadillas que afecta a cualquier empresario que desee invertir en la mejora de la imagen y servicios de la zona turística. Proyectos millonarios, respetuosos con el medio ambiente, la arquitectura y su entorno, así como innovadores materiales dotados de la última tecnología como antes no se había conocido en las islas, no pueden fusilarse por un capricho codicioso sin rigor alguno aparente. Hasta que no se erradique este tipo de prácticas amparadas en el perverso uso de las normas no avanzaremos y seguiremos llorando los efectos de la crisis que acentúa el mismo sector, cada vez más sometido a los poderes hipotecados por los intereses económicos. Inducir una campaña de descrédito basada en la impugnación del concurso público llega tarde a un debate superado. La estrategia no sólo refleja el nivel de la clase empresarial sino que despeja dudas sobre la manera de proceder en el historial de actuaciones pasadas, cuando la cabecera está compuesta por uno de los aspirantes al concurso público.