Cuando uno viaja mucho en avión suele
perder la conexión con la realidad. Cuando uno pasa mucho de su tiempo surcando
el cielo, interviniendo en la sede de la ONU para reivindicar Gibraltar o yendo
a Polonia para ver jugar a la selección española de fútbol en la Eurocopa mientras
tu país arde como la Roma de Nerón, puede llegar a creerse un semidiós y pensar
que su reino no es de este mundo.
Cuando Rajoy nos mira desde el avión
presidencial mientras degusta un buen Rioja (¡viva el vino!) acompañado de
jamón pata negra, es fácil que pierda el tino, que no sepa distinguir entre
cómo le va a él y cómo al resto de los españoles. En ese caso la distancia
entre el cielo y el suelo es sideral e insultante.
Cuando el presidente del Gobierno de
España (¡viva España!) se da un garbeo por las calles de Nueva York rodeado de
pelotas, meapilas y tiralevitas, es muy sencillo perder el norte y hasta el
sur. Es fácil creerse el rey del mambo, sobre todo si vas acompañado de
aduladores y guardaespaldas que te hacen creer que eres un tipo importante
cuando se pelean por encenderte un habano carísimo prendiendo antes un billete
de 500 euros.
A tantos miles de kilómetros de Madrid,
alejado y ajeno a la ebullición política, económica y social de tu país, a un
gobernante se le pueden ocurrir mil tonterías y dislates, pero ninguno tan
imperdonable como, ausente de la realidad, tratar de ningunear a sus
compatriotas cabreados, airados e indignados que se manifiestan para protestar
por los severos recortes y las injustas medidas que les empobrecerán aún más en
los próximos años.
Si Rajoy fuera un presidente sensato y
digno debería bajarse del pedestal al que muchos ciudadanos lo subieron en la
creencia religiosa de que iba a ser el salvador de la tribu, en una suerte de
acto de fe que lo convertía en un salvapatrias casual y oportunista después de
que la gente decidiera apostar por uno de los malos conocidos antes que por uno
bueno por conocer.
En la otra parte del mundo Rajoy
minimizó las manifestaciones contra su gobierno mentiroso e incongruente e
infravaloró a su pueblo, a su gente, a sus conciudadanos. No se dirigió a los
compatriotas indignados, cargados de toda razón, sino a los que se quedaron en su casa, como si esos no
estuvieran tan cabreados como los manifestantes callejeros. Hoy día uno puede
canalizar la ira en la Puerta del Sol o en el salón de su casa a través del
ordenador.
Rajoy habló despectivamente de los
indignados como si la mayoría silenciosa, como él denomina, no estuviera
igualmente harta. Tenemos un presidente ciego, sordo y mudo, como los monos de
su reivindicada Gibraltar. Ni siquiera ser un reputado registrador de la
propiedad te exime de ser un buen simplón.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.
Sabina | Martes, 09 de Octubre de 2012 a las 13:40:27 horas
Tenemos unos políticos que están en otra onda, en otra galaxia, en sitios alejados a la realidad, esa realidad con la que se ha topado nuestro presidente Rajoy y de la que no sabe cómo salir, a no ser que sea fumándose otro puro a la salud de los españoles.
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