Los asesores políticos
Viene siendo habitual en los partidos políticos que alcanzan el poder, ofrecer un puesto de asesor o asesora a quienes, habiendo ido en una lista electoral, no han sido elegidos
Es una especie de “pedrea” para mitigar la desilusión y, sobre todo, la carencia de ingresos con la que se quedan algunos.
Un colectivo poco preparado
Cualquier ciudadano de a pie entiende que si a una persona se le nombra asesor o asesora de algo debe tener el suficiente conocimiento y experiencia en aquello que va a asesorar. Sin embargo, esto no ocurre así. El escaso nivel intelectual de la mayoría del grupo que forman los asesores es, ciertamente, preocupante y más aún en este tiempo de crisis en el que no se debe gastar el dinero en ineptos.
Para entender la diferencia entre buenos y malos asesores baste señalar que en el campo de la política hay un amplio tipo de acciones posibles de ser diseñadas en espacios académicos, despachos presidenciales, agencias de comunicación, sedes partidarias o movimientos sociales. Durante generaciones estos espacios han sido cubiertos por los llamados consejeros, cuya función consiste en proveer de argumentos y estrategias para la acción política a líderes y organizaciones sociales.
Sin embargo, en la actualidad muchos nombres de quienes ocupan estos cargos y de quienes pueden depender decisiones importantes, responden a criterios poco rigurosos y, desde luego, poco comprometidos con sus empleadores. Ellos se eximen de cualquier responsabilidad política. Son personajes grises, cuyos méritos radica en haber estado en el lugar oportuno en el momento adecuado. Gente sin escrúpulos y con sueños de grandeza.
La necesidad de buenos asesores
Si bien es cierto que los asesores son necesarios, sobre todo cuando el grado de complejidad de lo social exige contar con un cuadro amplio de especialistas a la hora de proponer políticas, la procedencia actual de la mayoría de ellos termina por pervertir su función. Si hasta hace pocos años esta figura coincidía con personas preparadas, la crisis de militancia con suficiente preparación en los partidos tanto de derechas como de izquierdas, ha abierto la puerta a personas sin compromiso político y con escasas dotes organizativas.
Ya no son dirigentes o cuadros provenientes de las organizaciones políticas los responsables de la estrategia a seguir. Las decisiones corresponden a personajes lejanos a la vida política cotidiana y, desde luego, poco comprometidos en lo personal con el programa aprobado en congresos o convenciones. Estos nuevos asesores se ofrecen a sí mismos o son reclutados por su cercanía con la elite política. Su máxima consiste en obtener un puesto de trabajo y prestigio social.
Una gran mayoría de los asesores políticos actuales nunca serán luchadores sociales ni líderes carismáticos, ni militantes cuya entrega los convierte en ejemplos de lucha. Son asesores y viven tranquilos y, lo peor de todo, están ganado un sueldo que no se merecen.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.







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